"Sobrevivimos a la pandemia porque somos un equipo"
Arantxa Brey (Cádiz, 1983) aterrizó en Jaén por estudios hace veinte años, se enamoró y se quedó. Su marido es Juan Luis Tejero (Jaén, 1977) y lleva años dedicándose de manera profesional al mundo de la música. Tiene una empresa de sonido pero muchos lo conocerán por su pertenencia a varias bandas como The Glassphone, Beth Loring, etcétera. El tercero en el equipo es Fermín Gámez (Jaén, 1979), vinculado con el mundo de la música desde hace años tanto con grupos o con publicaciones especializadas. Los tres forman el equipo que desde hace más de dos años dan vida a la Sala La Mecánica de Jaén, un espacio para la cultura que nació meses antes de la pandemia. ¿Cómo ha sido esta aventura? ¿Qué les depara el futuro? Repasamos el panorama musical jiennense de su mano.
—¿Cómo nace La Mecánica? ¿Os juntáis tres amigos y tenéis una idea?
—J.L.T. Como ya te he comentado, llevo muchos años dedicándome a la música y trabajando con las salas de Jaén. Un compañero me llamó porque estaba buscando socios para montar un bar normal y corriente. En cuanto vi el local de La Mecánica dije que era el sitio perfecto para montar una sala de conciertos, que fue la condición que le puse para asociarnos. Al final, se echó para atrás y yo tiré para adelante.
—¿Ahí entraron en acción Arantxa y Fermín?
—A.B. Yo vengo de serie porque estoy casada con Juan Luis Tejero y Fermín es un amigo de toda la vida.
—¿Quién eligió el nombre?
—J.L.T. Fue con otros amigos. Barajábamos que tuviera algo que ver con la película La Naranja Mecánica, además de que nos gustan mucho los amplificadores de la marca Orange. Empezamos a hacer un juego de palabras hasta que uno de nuestros amigos dijo La Mecánica y con ese nombre nos quedamos.
—La sala nació hace poco más de dos años, justo antes de que comenzara la pandemia.
—F.G. La toma de decisiones y el trabajo desde que abrimos fue muy progresivo. Estábamos viendo que nos iba bastante bien y que la aceptación del público iba creciendo. De repente vemos cómo un virus nacido en China, llega a Italia y después aquí. Por entonces, en febrero, teníamos fechas y contratos importantes y cuando vimos que teníamos que cerrar no nos lo creíamos. Además, pensábamos que iba a ser cosa de una o dos semanas.
—A.B. Nos llegó la pandemia y tuvimos que cancelar la programación de los meses más interesantes, cuando empezábamos a despegar.
—F.G. Al ver que teníamos que cerrar y con el proyecto recién iniciado nos planteamos si continuábamos o no.
—No es lo mismo encontrarse con esta situación con un negocio consolidado de hace veinte años, por ejemplo, que con un proyecto que justo estaba despegando.
—A.B. Como todas las decisiones eran a dos semanas vistas y tan poquito a poco, íbamos asimilando las circunstancias. Tuvimos la suerte de que las ayudas nos llegaron pronto y nos fuimos adaptando a lo que venía.
—J.L.T. Las ayudas eran insuficientes, apenas te llegaban para cubrir los autónomos, cuando teníamos que seguir pagando seguros sociales, alquiler, suministros... Hubo momentos que prácticamente nos veíamos fuera del negocio. Pero hemos aguantado como hemos podido. En junio nos dejaron abrir con unas condiciones sin sentido. Lo hacíamos a la una de la tarde y nos tuvimos que poner a hacer tapas... Era lo más absurdo del mundo. Pero teníamos que abrir como fuese para poder facturar algo.
—¿Cuándo y cómo se retomaron los conciertos?
—A.B. Fue en verano con Los Deltonos, en un concierto a las seis de la tarde. Y O'funk'illo hizo dos pases, uno a la una del mediodía y otro a las cuatro de la tarde. Pero en agosto nos volvieron a cerrar hasta diciembre y teníamos conciertos programados.
—Como empresarios de ocio nocturno, ¿os habéis sentido perseguidos por los medios de comunicación?
—A.B. Más que perseguidos, tratados injustamente.
—J.L.T. El problema es que nos metían a todos en el mismo saco y eso no es así. Las discotecas son una cosa, los pubs otra y las salas de conciertos, otra bien distinta. Nos trataron como si fuéramos una discoteca y cuando aprobaban las normativas no miraban las especificaciones de cada negocio. Al final, eran normativas sin sentido.
—F.G. Desde nuestro punto de vista, algunas decisiones que se tomaron eran absurdas. Nada tienen que ver nuestras condiciones con las de una pista de baile, por ejemplo. Siempre hemos mantenido todas las normativas, hemos estado poniendo sillas hasta el momento en que se levantaron las restricciones y hemos cumplido con lo que nos han dicho en cada instante. Así que intentábamos sobrevivir, haciendo lo que nos gusta y sin perder mucho dinero. Además, quiero aprovechar para dar las gracias a los clientes y a los grupos que han venido a la sala por su implicación y su predisposición a cumplir las normas.
—Llevamos tres semanas en nivel 0, la nueva normalidad, y La Mecánica vuelve a sus inicios. ¿Qué le ofrece a Jaén?
—J.L.T. Es una sala de conciertos abierta a todo tipo de estilos y espectáculos. No sólo es música, sino también teatro, monólogos, exposiciones... Es un espacio abierto a la cultura.
—Ahora tenéis una agenda apretada de conciertos.
—J.L.T. Lo cierto es que desde el principio ha sido así y en eso hemos tenido mucha suerte. Desde el primer mes que abrimos hemos tenido una programación constante con, como mínimo, un concierto a la semana.
—A.B. Es cierto que desde el verano hasta ahora estamos notando que despegamos de nuevo y que las peticiones que tenemos ya son muchas. No nos da tiempo a contestar a todos.
—F.G. La Mecánica es de cultura de base, cultura underground. Todo tipo de cultura es necesaria, alguna tiene que ser respaldada por las administraciones y creo que el Ayuntamiento de Jaén lo está haciendo bien en ese sentido. Pero hay otra, más del pueblo, de la calle, que tiene que salir en espacio como el nuestro.
—Ayer iba a tocar Lichis pero tuvo que ser cancelado por motivos familiares. Pero cuando lo entrevistamos nos dijo que Jaén había caído en el olvido de los circuito de los músicos pero que ahora se estaba recuperando. ¿Es así?
—F.G. Desde el punto de vista de la iniciativa pública creo que se está haciendo un buen trabajo.
—A.B. Y desde la iniciativa privada nos toca hacernos valer y creo que lo estamos haciendo.
—J.L.T. Es cierto que desde que en Jaén empezaron a cerrar salas se salió del circuito andaluz de los músicos, porque no terminaban de ubicar a la ciudad porque no había salas con una programación constante. La ciudad se quedó coja y ahora está La Mecánica y después de dos años programando los grupos hablan entre ellos y quieren venir a tocar, por lo que volvemos a estar ahí. Además, las redes sociales son muy importantes y desde aquí aprovecho para agradecer a Arantxa y Fermín la dedicación que les tienen porque son muy sacrificadas.
—¿Qué futuro le veis a Jaén? ¿Sois la punta de lanza?
—J.L.T. Nosotros no podemos competir con el Ayuntamiento y sus presupuestos, aunque hemos intentado trabajar juntos. Pero confiamos en que entre todos volvamos a tener ese panorama cultural de antaño.
—A.B. Yo soy de Cádiz y me acuerdo que cuando vine a estudiar me sorprendió la cantidad de grupos que había y de conciertos que se programaban. En mi círculo de amigos prácticamente todos tocaban algún instrumento. Me llamó mucho la atención la vida que había, los ciclos que se programaban, festivales como el Lagarto Rock, las salas... A partir del año 2000, más o menos, empezó a caer pero ahora vemos mucha gente joven que vuelven a interesarse.
—F.G. Efectivamente, vemos gente joven que vuelve a interesarse por la música, por escucharla, por hacerla y eso es lo que nos da esperanza. Tarde o temprano tienen que eclosionar, como ocurrió hace tiempo. De Jaén han salido bandas como Guadalupe Plata, Supersubmarina, Los Mejillones, Uniforms, Santo Rostro... Esos grupos han salido de otros muy pequeños y poco a poco se han unido entre ellos porque había una cultura underground que ahora vuelve.
—A.B. Ese es el espíritu de nuestra sala, donde vienen músicos y de repente se ponen de acuerdo para montar un grupo. Hay que apostar por los jóvenes, porque hay grupos que ya están consagrados y no necesitan de tanta promoción de las administraciones como estos otros que se están abriendo paso.
—¿Qué nos podéis adelantar de la programación futura?
—El próximo 22 tenemos 'fuera de carta' a Flecha Valona. El 23 estará Antonio Hernando, oriundo de Jaén y que ha sacado un grandísimo disco. Viene con banda y con el vinilo recién sacado. Viene a su casa. El 6 de noviembre estará Poncho K con las entradas casi agotadas ya y a final de mes Los Bizarros. También tendremos a El Altar del Holocausto, que vienen de Salamanca, y Fran Perea vuelve a la sala, lo cual es una buena señal. De todas formas, la gente puede consultar toda la programación en nuestras redes sociales, en Facebook e Instagram, y desde aquí pedimos paciencia si no podemos contentar de manera inmediata.
—¿Queréis añadir algo más a la entrevista para terminar?
—A.B. Apuntar que la sala no hubiera salido adelante sin ellos dos pero, sobre todo, porque hemos sido un equipo. Hemos pasado por altibajos y hemos sabido tirar los unos de los otros.
—J.L.T. Entre los tres formamos un buen equipo y si no fuese por eso, no hubiésemos pasado esta pandemia.
Fotos Andrés García.
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