"En Miller pude entrevistar al protagonista de una leyenda de brujas"
"Si nos quitan la leyenda, ¿qué nos queda?", se preguntaba Valle-Inclán. Y en eso anda Manuel Rodríguez Arévalo (Villanueva de la Reina, 1963), volcado en la preservación de ese patrimonio oral que, en breve, volverá a protagonizar uno de sus libros, el duodécimo ya. Autor fecundo donde los haya y pese a tener que sacar adelante su obra a lo Juan Palomo, todo lo que huele a historia de la provincia le interesa y no tiene la más mínima intención de cesar en su empeño divulgativo.
—Está todavía fresco, en los escaparates, su trabajo sobre Los bomberos de Jaén, aún anda enfrascado en su 'gira' de presentación de Tabernas, mesones, posadas y ventas de Jaén y ya anuncia la salida inminente de su próximo libro, Nuevas leyendas del Santo Reino de Jaén. No para usted, Manuel.
—Sí, el de los bomberos salió en diciembre, del de las tabernas solo me queda un pueblo donde hacer la presentación, Chilluévar, y de este de las leyendas acabo de cerrar la corrección con la imprenta, el 1 de septiembre empiezan a imprimir y a mediados de mes, seguramente, ya estará listo.
—Vamos, que decir de usted que es un escritor prolífico es de todo menos peyorativo.
—Bueno, teniendo en cuenta que yo escribo, sobre todo, de la provincia y cuando salgo a la provincia tengo que llevar varios proyectos, pues aprovecho. Eso es lo que me ayuda a que cuando termino uno, otro ya esté prácticamente en capilla. De hecho, este último está en imprenta y ya he empezado a escribir, a darle forma al siguiente, que calculo que tardaré un año en terminarlo.
—Nuevas leyendas del Santo Reino de Jaén. ¿Nuevas porque recoge usted piezas desconocidas, inéditas...?
—No, nuevas porque ya se publicó (creo que fue en 2008) mi primer libro de leyendas de la provincia de Jaén, que además fue el único que no he sacado como autoedición, sino que lo editó la Universidad de Jaén; de lo cual me arrepiento.
—¿Por qué se arrepiente?
—Porque hizo muy pocos ejemplares y un montón de personas se quedó sin su ejemplar. Pero la Universidad no reeditaba.
—¿Qué encontrará el lector de nuevo, de sorprendente, en esta recopilación?
—A raíz del libro de las tabernas hice ciento cincuenta entrevistas con personas mayores, que cuando encuentran que alguien les escucha se abren en canal. Empezaron a contarme cosas de tabernas pero terminaron hablándome de diferentes cuestiones, entre ellas las leyendas. Si a eso le añades que yo estaba en un grupo de investigación de la UJA, de tradición oral, en el que también han aparecido leyendas nuevas y que he rescatado algunas de otro libro que yo escribí, Jaén en romance (esas canciones que cantaban los ciegos en las plazas de los pueblos) y que lo he complementado conn algunas publicaciones locales de leyendas que me han llamado la atención, pues con todo eso ha salido este libro de cuatrocientas y pico páginas.
—Y cuatrocientas cuatro leyendas, capicúa.
—Sí, un número bonito.
—Si opta usted por la autoedición, por asumir ese riesgo editorial, será porque hay demanda, porque los lectores responden a su iniciativa, ¿no?
—Te puedo decir que todavía no ha salido el libro a la calle y ya tengo a ciento cincuenta personas esperando. La verdad es que son temas que llaman la atención, sí.
—¿Entre esos interesados por las leyendas giennenses se cuentan también los colegios e institutos? Se lo pregunto porque alguna vez le he escuchado decir que este tipo de libros pueden ser una buena herramienta de trabajo para los escolares, a la hora de acercarse al patrimonio popular de su tierra.
—Así es, y ya lo intenté con el primer libro de leyendas, incluso di conferencias en algunos colegios. Intenté que los centros escolares lo tuvieran en su biblioteca, pero me topé con la burocracia. Los colegios no tienen presupuesto, si te vas a la Junta te mandan de un sitio a otro y al final te dicen que tampoco tienen presupuesto, así que al final tuve que descartar la opción de los colegios. Pero sí me ofrecí para el centro que estuviera interesado en alguna conferencia.
—¿Y obtuvo una respuesta amplia, le llamaron de muchos centros?
—No, la verdad es que no, no hubo mucho interés.
—¿Descarta, por lo tanto, volver a hacerlo, lo da por perdido?
—No, cuando salga este nuevo libro volveré a hacer lo mismo, no voy a cejar en el empeño.
—¿Usted que sabe de leyendas, se atrevería a afirmar que Jaén es eso, una tierra de leyenda?
—Por supuesto, hemos sido tierra de frontera en la época de la dominación árabe, y eso ha generado muchas leyendas, sobre todo relacionadas con tesoros. No hay que olvidar que los árabes, cuando fueron expulsados, pensaban que iban a volver y muchos de ellos, según las leyendas, escondían sus tesoros; eso ha generado estas historias y ha dado lugar a otras leyendas relacionadas con esa época, con la Reconquista o hasta nuestros días, que se incluyen apariciones, los típicos duendes...
—¿Hay una que prefiera, de entre todas las que ha manejado a lo largo de los años, por su encanto, por su contenido...?
—Me lo pones difícil, porque yo me quedaría prácticamente con todas las que hacen referencia a la época de la Reconquista, quizá porque me gusta mucho la historia. Sin embargo hay otras muy curiosas que hacen referencia a apariciones, a brujas... Hay un patrón que se ve en algunos pueblos, sobre todo en la aparición de las brujas, que ofrecen un producto a la persona que pasa junto a su puerta (higos o cualquier producto de huerta) y al consumirlo se queda paralizado, eso es algo muy común en todas las historias de brujas. Te puedo contar una anécdota muy curiosa de un encantamiento en la aldea de Miller, en Santiago-Pontones.
—Cuente, cuente.
—Resulta que la persona que le ocurrió ese encantamiento todavía residía en ese pueblo y conseguí localizarlo, me desplacé, lo entrevisté y efectivamente contaba su versión de lo que circulaba por el pueblo, que no era muy diferente; eso no me había pasado con el resto de leyendas, que te encuentres al protagonista de la historia.
—De la leyenda, Manuel, a la realidad. Jaén (capital y provincia) andan sin cronista oficial, y hay quien (a través de las redes sociales al menos) propone a Manuel Rodríguez Arévalo como sucesor de Cazabán, de González López...
—[Ríe] Bueno, no sé.
—Pero, ¿se le pasa por la cabeza? Es más: ¿le gustaría serlo?
—No me desagradaría serlo, la verdad es que soy quizás el único que escribe sobre toda la provincia, no por comarcas ni municipios. Si eso indica que podría ser un buen cronista de la provincia...
—No diría usted que no...
—No diría que no. Lógicamente eso tiene su trabajo también, ya que si uno asume ese cargo tiene una responsabilidad, pero sí, no me desagradaría. Este es mi libro número doce, de los cuales tan solo tres son locales, el resto son provinciales. Me he recorrido toda la provincia, soy de los que buscan la historia de carácter etnográfico, lo que está en la cabeza de las personas mayores, que desaparecen cuando ellas desaparecen; sin eludir los archivos, lógicamente.
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