"La universidad es reacia a que un maestro artesano imparta un máster"
Algo (o mucho) de mudéjar remolón de la antigua Al-Buxaressa pervive en los rasgos del artesano Paco Luis Martos (Villanueva del Arzobispo, 1969), cuyo rostro parece inspirado en uno de los que pueblan la cabeza de una viga del alfarje de San Román de Castro, en tierras oscenses. Maestro del artesonado (con título y carta), acaba de sumar a su inacabable palmarés el Premio Nacional de Artesanía 2022, con el que, de paso, coloca a Úbeda como capital internacional del artesonado mudéjar.
—Ya está usted acostumbrado a los premios, no hay más que darse un paseo por su apabullante biografía. Los tiene de todo tipo o ámbito, desde la Medalla de Oro de Úbeda (su ciudad adoptiva) hasta el Hispania Nostra, y ahora el Nacional de Artesanía. ¿Le sigue emocionando?
—Quizá más, porque ves que la cosa va en serio, al principio podías pensar en quitarte de esto si no iba bien pero viendo la trascendencia que ha tomado, tienes más responsabilidad. Ya no solo es disfrutar del premio, sino también una apuesta por el oficio, y por la artesanía en general.
—Pero de verdad, verdad... ¿No se lo esperaba después de la lluvia de galardones de los últimos años?
—Ya había quedado finalista tres veces y tocaba. Si te presentas y no quedas ni finalista, pues bueno, pero ya es que tocaba.
—Está que se sale, Paco Luis, hablando en plata.
—La verdad es que ha sido la tercera vez que me he puesto el traje de los premios este año. Una alegría, y un poco preguntándome: "¿Realmente valgo tanto, para que me premien?". Me cuestiono mucho esas cosas.
—Un reconocimiento que hace extensivo, además, al valor de los artesonados mudéjares, al oficio al que ha dedicado usted su vida...
—De hecho lo dije en mi discurso: la mayoría de estos oficios artesanales siempre se han premiado, sobre todo a grandes artesanos, pero más en el ámbito de la cerámica o el textil. Sin embargo, la carpintería mudéjar no ha sido premiada nunca, y está ahí, es un elemento muy importante tanto de artesanía como de arquitectura, de carpintería, de decoración... Quizá más valorado fuera que aquí, así que el hecho de que se reconozca, de que se ponga en valor, es muy importante para mí.
—El aplauso constante a su obra es, por ende, un soplo de aliento también para su oficio. ¿Lo siente así, señor Martos?
—Sí, la gente lo sitúa, al premiarte ven que hay gente que seguimos haciendo estas cosas.
—Vandelvira, Palma Burgos, Alfredo Cazabán, Sabina..., y Paco Luis Martos. Va usted camino de una estatua, un rótulo de calle, una placa en la casa en la que nació.
—[Ríe] Bueno, sí es cierto que me conocen cada vez más, también fuera, quizá porque no hay muchas personas que se dediquen a esta faceta de la carpintería mudéjar y cualquier arquitecto o decorador que lo necesita busca, me referencia y me encuentra. Pero esa comparación es muy grande, esos nombres que has dicho son personalidades en el mundo de la cultura, con una gran distancia conmigo.
—La primera entrevista que hice en mi vida, Paco Luis, fue a Paco Tito y me respondió eso, que lo suyo no era para tanto. ¡Y fíjese dónde ha llegado el nombre del alfarero!
—Quizá los artesanos tenemos ese sino de no alabarnos mucho, de estar en el taller, en nuestras cosas y no pretender mucho más.
—Y como algunos de los citados en esa lista de ilustres, usted tampoco es ubetense de cuna.
—No, nací en Villanueva.
—¿Qué lo trajo a Úbeda?
—Mi padre era maestro de escuela y cuando yo era muy pequeño, con un año o así, nos mudamos a Úbeda. Pero todos mis ancestros y toda mi raíz está dividida en los dos lados: mi actividad profesional la he desarrollado en Úbeda, donde conocí a mis maestros, pero uno no se puede desligar de sus orígenes. De hecho, yo iba a la carpintería de mi tío Chaparrete en Villanueva, me dejaba el hombre que clavara puntas...
—Así empezó todo, clavando puntas.
—Así, así.
—Hablando de maestros, ¿cómo anda usted de discípulos?
—Es lo que reivindicamos los artesanos para mantener el oficio: la fórmula del binomio aprendiz-maestro, que es la que durante siglos ha demostrado su valía, mientras que ahora aprender un oficio es prácticamente imposible. No puedes tener un aprendiz desde pequeño, pagarle la Seguridad Social mientras aprende..., es complicado.
—Proyectos, planes, anhelos...
—Ahora tengo no un reto, sino que quiero hacer junto con mis compañeros artesanos de la asociación de Úbeda (y con los que quieran participar) un proyecto de cursos, de enseñanzas regladas, con una plataforma para impartirlos. También ando preparando un máster de carpintería con las universidades, eso un poco a más largo plazo.
—¿Se muestran receptivas las instituciones académicas superiores a este tipo de posgrados?
—Es complicado. Aquí no está homologado todavía, pero el título de maestro artesano es algo así como profesor universitario, según la normativa europea, aunque las universidades son un poco reacias a eso. Quizás algunas prácticas, algo así, pero poco más. Fíjate en un ejemplo, yo he ido a las facultades de Arquitectura y he dado conferencias y cursos a futuros arquitectos, a los que les he tenido que enseñar cómo se hace o se diseña una armadura mudéjar, ellos no lo saben, pero deberían saberlo tanto a nivel constructivo como de restauración. La mayoría de las cubiertas históricas, y las que se siguen haciendo, llevan estructuras de madera. Pero es muy complicado.
—Jiennense de Villanueva del Arzobispo, ubetense de adopción... Entre esas universidades, ¿se le pasa por la cabeza que la UJA se echase para adelante a la hora de impartir ese máster? ¿Le gustaría?
—Lo hemos pensado y lo estamos valorando. Jaén, en el ámbito del Renacimiento, es un referente, y la arquitectura mudéjar renacentista o gótica va de la mano de este arte. Es un elemento constructivo y arquitectónico fundamental, que está olvidado, que no se trabaja; hay un vacío que se soluciona, en muchos casos, con intervenciones erróneas o diseños futuristas basados en programas informáticos de cálculo de estructuras, olvidando un poco la carpintería tradicional.
—Por lo que dice, solo con eso (con convencer a las almas máter) ya tiene usted su agenda bien nutrida.
—Y sigo también con el proyecto Sigena, que es muy ambicioso, muy lento. Queremos poner en valor el proyecto en Úbeda, en el local que me han cedido el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía. Y en el ámbito internacional seguimos con la oficina que tengo en Los Ángeles, California, que estos últimos años ha ido un poco más floja, pero normalmente casi la mitad de mi producción va para allá, para Estados Unidos.
—Con la música a otra parte, como diría aquel. Por cierto: de su faceta musical en las filas de Guadalupe Plata, ¿qué se sabe? Cuente, que más de uno, a estas alturas de la entrevista, se preguntará qué ha sido del Paco Luis Martos más blusero?
—Lo abandoné hace un par de años, pero ahí está también el trabajo hecho. Quería descansar un poco de giras, centrarme en mi oficio y en mi familia.
—Defina 'descansar', que puede ser para un poco tiempo o para los restos, depende.
—El veneno siempre lo tiene uno allí, y bien con ellos o en otro proyecto... No lo sé, ahora mismo estoy con esto.
—Centrado...
—Bueno, centrado no he estado nunca [ríe].
Únete a nuestro boletín