"Pinto para ser feliz, no tengo más pretensiones"
Isabel Marín Jódar (Barcelona, 1964) tiene tan claro que su patria chica es Begíjar que no lo dudó y, hace treinta y seis años, dejó la Ciudad Condal donde la inmigración la llevó a nacer y volvió a los paisajes de sus raíces (bueno, eso y el amor de un begijense).
Encantada de la vida en el vizcondado de La Loma, la pintora ha encontrado en el municipio el escenario perfecto para dar rienda suelta a su creatividad. Los próximos días de fiesta en el pueblo contarán, en su programa, con una exposición de la artista figurativa en la antigua cárcel begijense.
—Hija de inmigrantes: ¿también de pintores?
—No, no, soy la primera de la familia, no vengo de pintores sino de músicos.
—Pintora y música, entonces...
—No, un hijo mío sí.
—Esa vocación suya, los pinceles, la paleta, ¿cuándo la descubrió?
—Me recuerdo siempre, de chiquitita, con los lápices, coloreando, dibujando en el instituto en folios que guardaba debajo de la carpeta, y el profesor me pillaba, claro. Toda la vida.
—¿Para qué le ha servido? ¿Qué busca expresar Isabel Marín a través del arte?
—Yo creo que es algo innato, como le pasa al resto de la gente creativa. Puedes ir a una escuela de arte o incluso a la universidad, pero dentro de este grupo de gente que busca formarse, siempre hay un grupo pequeño que lo lleva consigo, de forma innata. Es como la voz, se puede formar pero no todo el mundo la tiene.
—¿Usted es de las que decidió formarse para pintar, o sus derroteros han sido otros, lejos de aulas y academias?
—Allí, en Cornellá, estuve en una escuela de arte, pero fue algo simbólico porque, realmente, la formación mía básica es a fuerza de pintar, de corregir: casi autodidacta, aunque tengo una formación, pero una formación con la que no hubiera ido a ninguna parte. Lo tengo claro: mi formación son los cuarenta años que llevo pintando, investigando temas.
—Pero, ¿qué pinta Isabel Marín?
—Me inicié con una pincelada suelta, impresionista, pero mi técnica ha ido depurándose y así es actualmente. Lo que voy a presentar en la exposición de Begíjar está dedicado a la mujer.
—Una exposición breve: solamente cuatro días.
—Sí, no puedo tenerla quince días, primero porque es una sala muy bonita pero pequeñita y segundo, porque no suele haber muchas visitas. He hecho coincidir la exposición con las fiestas del pueblo, para que haya gente en el entorno y visite la exposición. Por ese motivo no suelo exponer mucho en Begíjar.
—¿Fuera sí?
—Sí, pertenezco a la asociación Atenea XXI, de la comarca de La Loma y Las Villas, y con ellos sí he hecho cientos de exposiciones colectivas, muchísimas. Hacemos dos o tres al año, nos movemos por muchos sitios, y en Úbeda y Baeza tenemos dos exposiciones fijas todos los años.
—¿Cuántas obras mostrará en la antigua cárcel de su pueblo?
—Entre veinticinco y treinta.
—¿De diferentes técnicas, o apuesta por una en concreto?
—Son todas óleo sobre lienzo.
—¿Se define usted como pintora figurativa, o hace concesiones también a la abstracción?
—No, no, soy figurativa, no me muevo en el ámbito de la abstracción.
—En este caso serán pinturas capitalizadas temáticamente por la mujer. ¿Qué quiere comunicar al visitante con esta exposición?
—La soledad de la mujer, su pensamiento, la introspección de la mujer.
—Suponga que además de la gente de Begíjar, se deja caer por el pueblo algún amante del arte y se encapricha de uno de sus cuadros. ¿Podría adquirirlo, o es usted de las que no se separan de sus pinturas ni por todo el oro del mundo?
—Por supuesto que sí, pero no suele haber venta, y ahora mismo es más difícil que nunca, el mundo del arte está así.
—En ese aspecto, ¿no echa de menos la cosmópolis catalana, donde seguramente el mercado será un poco más activo?
—No, porque mi planteamiento de vida con respecto a la pintura es pintar sin pretensiones; si no, hubiera dejado de pintar hace un montón de años. Yo pinto para ser feliz, nada más. Si lo hiciera para vender, ya lo hubiera dejado.
—No vive de la pintura, claro...
—No, aunque tengo un taller de pintura aquí desde hace ya veinte años, con un grupo muy bonito de gente. Lo que sí puedo decir es que aunque no vivo de la pintura, mi vida gira totalmente en torno a ella.
—¿Por qué no debe perderse el personal su exposición?
—Lo mismo se sorprendería, podrían ser un disfrute, primero, y luego darles que pensar. Además, el entorno de la exposición es muy bonito, lo cual acompañado de un paseo por la zona puede dar lugar a una tarde agradable, interesante.
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