"A día de hoy, ser tradicional es una forma de ser revolucionario"
Jorge Pérez Cebrián (Requena, Valencia, 1996), es el flamante ganador de la cuadragésima tercera edición del Premio de Poesía Arcipreste de Hita, que convoca el Ayuntamiento de Alcalá la Real en colaboración con Caja Rural. Estudiante de Filosofía, el poeta ha convencido al jurado del certamen con De cuánta noche cabe en un espejo, un libro en el que poetiza temas de toda la vida pero "con otra vuelta de tuerca", en sus propias palabras.
—¿Cómo se lleva eso de saberse ganador del Arcipreste de Hita, señor Pérez?
—Estoy sobrepasado, es un honor inmenso, un premio con este nombre...
—Pero no será su primer premio, seguro que está acostumbrado a las mieles de los certámenes...
—Sí, sí, es mi primer premio, sí.
—Entonces doble satisfacción, ¿no? Logra el galardón alcalaíno e inaugura, de paso, su palmarés particular.
—Me levanté, vi el mensaje y casi no me lo podía creer. Se lo conté rápidamente a mi pareja y fue una emoción, me costó creer que era verdad. He mandado mis libros a varios premios, a una media de cinco o seis concursos, y alguna vez me había quedado finalista pero nunca había ganado un premio.
—¿De cuánta noche cabe en un espejo también había pasado ya por otras convocatorias, entonces?
—Lo mandé al Premio Tino Barriuso, donde fue finalista; luego al Arcipreste y al Francisco Brines, y creo que a otro más. De todos modos, en cuanto supe la noticia rápidamente lo retiré de los otros concursos.
—¿Qué mueve a un poeta a concurrir a un certamen como este, sin dotación económica: el prestigio, la importancia de la editorial que publica el libro, la lista de ganadores anteriores...?
—No, no, ovbiamente el dinero no es. Básicamente, aparte del nombre que tiene, Arcipreste de Hita, tan reconocido desde hace tantos siglos, es el hecho de quiénes habían ganado ese premio, entre los que están Bibiana Collado, Manuel Mata o Sandro Luna. Y el jurado: Vicente Gallego es un poeta al que admiro una barbaridad; y la posibilidad de publicar en Pretextos, una editorial que tiene el catálogo que más me ha ayudado a crecer como poeta. Era un honor poder participar, solo quedar finalista ya hubiera sido un sueño.
—¿Se autoadscribe usted (o lo adscriben) a alguna tendencia poética concreta?
—A mis veinticinco años, la respuesta es distinta a si me lo hubiera preguntado hace cinco o seis. Cuando empecé a escribir, con trece o catorce, mi estilo era un surrealismo muy pueril que simplemente se dedicaba a expresar, a través de imágenes, lo que uno siente, sin prestar demasiada atención a la técnica. Poco después aprendí la necesidad de la lectura y el aprendizaje, que la poesía es un arte serio.
—¿En qué cambió su manera de enfrentarse al folio en blanco cuando hizo ese descubrimiento?
—Pasé a un simbolismo muy cerrado, especialmente a través de las lecturas de los ensayos de Valery. Yo devoraba los libros de Chevalier o de Cirlot y pensaba que había una realidad en esos símbolos, pero de algún modo me alejaban mucho del lector. Esto pasó, principalmente, con el primer libro [La voz sobre las aguas]. Con el segundo [La lumbre del barquero] seguí manteniendo el símbolo, pero ya eran símbolos más universales, y en este tercero creo haber depurado bastante para hallar esos símbolos con los que creo que todos nos podemos sentir identificados sin la necesidad de un aprendizaje antropológico, poético, literario...
—En sus propias palabras, señor Pérez, en su nuevo poemario busca "redescubrir los temas esenciales del ser humano". Vamos, que transita usted por esos asuntos que preocupan al hombre desde los tiempos de Lucy, la homínida. ¿Qué encontrará el lector en su nuevo poemario?
—Sí, es así, y de algún modo creo que, a día de hoy, ser tradicional es una forma de ser revolucionario, en la medida más modesta de la palabra. Depende de la sensibilidad del poeta, se puede hacer un poema a una cosa u otra, pero yo estoy muy interesado en la filosofía y los temas que me atraen son temas que conceptualmente integran la totalidad de la vida y merecen ser poetizados, siempre añadiendo una vuelta de tuerca. No decir: "¡Ay la muerte!", sino desde otro prisma que todos hemos vislumbrado alguna vez pero que necesita ser poetizado.
—¿Trabaja ya en un nuevo libro de poesía? ¿Qué pasa después de ganar un premio?
—Yo voy a tomarme un descanso; al fin y al cabo empecé a escribir con trece años y publiqué con 19: tres libros en apenas tres años... Voy a tomarme un descanso, no tanto en escribir como en esa ansia de publicar.
—El 17 de junio tiene usted una cita marcada en rojo con Alcalá la Real. ¿Será su primera visita a la provincia jiennense?
—Es así, será la primera vez. Lo estoy deseando, tengo ansia ya de que llegue el 17 de junio, estar por allí, visitar la zona, quedarnos unos días.
—De alguna manera, su nombre quedará ligado para siempre a la historia literaria de la que muchos estudiosos consideran la patria chica de Juan Ruiz...
—Por supuesto. Para mí ya significa mucho, sin haber estado allí nunca. Es ya una parte esencial no solo en lo literario, sino también en mi vida personal y afectiva.
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