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"Las miserias del trabajo te hacen apreciar más la belleza humana"

Por Javier Cano - Septiembre 30, 2023
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"Las miserias del trabajo te hacen apreciar más la belleza humana"
José Martínez recita uno de sus poemas en el Museo Cerezo Moreno de Villatorres. Foto: Javier Cano.

Junto a su nombre, en la portada de sus libros, a José Martínez Ramírez (Jaén, 1966) ni se le ocurre ahorrarse el apodo de su casa, de los suyos: Tropezón. Así de auténtico es este poeta, dramaturgo e inminente novelista que, en el mismo día, pone una multa o firma un poema, según se tercie.   

—Jaenero por la gracia del Hospital Maternal, ¿no? Porque decir Pepe Tropezón dicen que es decir Villargordo...

—En mi época ya nacíamos en Jaén, sí. 

—Pero de sangre villargordeña cien por cien, ¿verdad?

—Bueno, mi padre era de Linares y mi madre de Carchelejo. 

—No he dado ni una, señor Martínez. ¿Es una leyenda, entonces, lo de su lugar de origen?

—Se conocieron en Jaén, mi madre estaba haciendo churros con su tío, que era de Carchelejo, y mi padre hacía la mili. Y allí se enamoraron. La vinculación con Villargordo me viene de que mi padre tenía allí a la familia, a sus hermanos (era huérfano de padre y madre desde los ocho años o así).

—Hablemos de su libro (de sus libros, mejor dicho, José, que es por lo que usted ha acudido a esta entrevista). ¿Cuándo tomó conciencia de que en su interior había un poeta?

—Yo, desde la infancia ya leía los libros que había en mi casa o los que me dejaban. El primer libro que leí fue El diario de Colón (¡menuda castaña!, pero me lo zampé, como un campeón). De siempre me ha gustado leer y luego, ya con catorce años o así, cuando las mujeres me pegaron los primeros batacazos (las niñas, mejor dicho), empecé a escribir cuatro barbaridades ilegibles. 

—Y escribiendo, escribiendo se dio cuenta de que aquello era mucho más que una afición...

—Yo escribo por necesidad, pero al principio no guardaba nada, las libretas las tiraba al cabo del tiempo, o las hojas donde escribía los versos, no les prestaba atención. Mis ilusiones no iban más allá del ámbito de mi casa, yo escribía y nada más, no se lo enseñaba a nadie. 

—Cuando dice que escribe por necesidad, ¿a qué se refiere exactamente? ¿Es una afirmación retórica, o es que lo siente así de verdad, verdad?

El ser humano, bajo mi punto de vista, es muy dañino. Encontrar la belleza en el ser humano no es fácil, y yo la busco a través de la poesía, de pequeñas historias, pequeños momentos de belleza. Para mí la poesía es eso, la búsqueda de la belleza. Y una vez que la encuentras, la expresas. 

—Ese primer paso para dar a conocer los frutos de su inspiración, ¿cuándo llegó? ¿Ya estaba usted 'granaíco'?

—Ya de más mayor empecé a leer a poetas, novelas, los libros que compraba y los que me dejaban, y a escribir poesía, a guardar esas hojas sueltas donde escribía. Y más que escribir, lo que hacía era leer. Luego, estando ya en Madrid, me interesé por el Premio Loewe, donde estaba, y está, Luis Antonio de Villena. Se ve que a este hombre le daría lástima y cada vez que presentaban un libro, me mandaban una invitación a mi casa para que fuera. Fui a muchas, a la Casa de América.

—Vamos, que se codeaba ya con grandes de las letras hispanas...

—¡Qué va! Lo conocía solo de vista, pero como la carta que me mandaban estaba firmada por él, yo iba. Tenía el trabajo muy cerca, en la Castellana. Iba a lo que podía, me sentaba por allí, escuchaba las presentaciones de libros y luego me tomaba algo allí o en otro lado, pero jamás establecí contacto con Luis Antonio de Villena. 

—¡Qué tímido debía de ser usted por aquellos años, señor Martínez! La cuestión es que, pasado el tiempo, publicó su primer libro de poemas, dio el salto al mundo editorial. 

—Yo fui el primer guardia civil de Jaén que cogió el covid, fui el campeón, en eso no me gana nadie [ríe]. Como fui el primero, mis compañeros estaban asustados y me dejaron en mi casa dos meses. Yo les decía a mis jefes que estaba bien, pero como había tanto desconocimiento de la enfermedad, no me dejaban ir. Mi mujer encontró en mi casa una caja de cartón llena de poemas y empecé a pasarlos a limpio en el ordenador. Al final junté una barbaridad de poemas y los que consideré más dignos los envié a Círculo Rojo, para que me los publicaran. Así que el motivo por el que publiqué ese primer libro fue el aburrimiento por el covid. 

—¿Trataba sobre la pandemia La fugitiva tempestad del olvido, esos versos con los que debutó en los escaparates?

—Los últimos sí. 

—No es su único libro édito, que también le da al teatro...

—He publicado El arrabal de Violeta, sí. 

—A estas alturas, José, con su bagaje de lecturas y talleres, ¿cómo se define como poeta?

—Me considero un poeta de la experiencia, más que otra cosa. 

—¿Qué le dicen sus lectores? 

—La gente que te quiere te anima, aunque yo, a veces, aprecio más una crítica negativa que un ramo de flores, no hay que dejarse engañar porque te tiren flores y te creas que eres Pablo Neruda. Prefiero la sinceridad, aunque duela. 

—¿Cómo anda de proyectos, qué tiene entre manos?

—Después del último taller al que asistí, me he presentado al José Hierro, al Loewe y al Antonio Machado en Baeza

—¿Y de ilusiones? Si apunta tan alto será porque tiene claro que dispara bien. 

—Esperanzas hay que tener siempre, e ilusiones también, pero soy consciente de que se presentan centenares de obras y de que es una situación muy difícil. 

—Es que cualquiera que conozca mínimamente el universo actual de la poesía sabe que algunos de esos premios a los que usted alude son de los que consagran, de los que congregan a poetas muy experimentados. Sin embargo, a José Martínez Ramírez le van los riesgos...

—Voy a presentar algunos de esos libros, también, a otros premios menores, yo sé que apunto muy alto y que hay gente que escribe extraordinariamente bien. Pero quién sabe: yo, una vez, vi una mirla blanca ahí, en la carretera de Jimena...

—Es que su vida profesional y las carreteras están estrechamente unidas. Siendo agente de la Guardia Civil habrá visto y verá de todo, no sé si también situaciones muy poéticas.

—¿Poéticas?, ninguna, todo miseria y podredumbre humana. 

—¿Eso es también materia lírica para el creador, para quien escribe?

—Las miserias del trabajo te hacen apreciar más la belleza humana, la poca que puedes encontrar por ahí. 

 José Martínez, segundo por la derecha en la fila de atrás, junto a sus compañeros del taller de poesía de Villatorres, el pasado mes de marzo. Foto cedida por Manuel Sánchez.
José Martínez, segundo por la derecha en la fila de atrás, junto a sus compañeros del taller de poesía de Villatorres, el pasado mes de marzo. Foto cedida por Manuel Sánchez.

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