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"El director de mi colegio me dijo que nunca dejara de escribir"

Por Javier Cano - Febrero 08, 2025
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"El director de mi colegio me dijo que nunca dejara de escribir"
La poeta villargordeña Paqui Carretero. Foto: Javier Cano.

Se llama Francisca Carretero Jiménez (Villargordo, 1966), pero para sus paisanos y para los lectores que ya tiene y los que vendrán es Paqui Carretero. Una poeta de acentuado lirismo y sentimiento a flor de tinta que en lugar de autopublicarse todo lo que escribe, trabaja a diario y silenciosamente para ganar en calidad y firmar auténticos poemas. 

—¿Es usted de esas poetas que empezaron a escribir hace cuatro días y ya no hay quien las pare, o lo suyo le viene de antiguo?

—Mi padre tenía una pequeña oficina donde cobrábamos los recibos de la luz, y con once o doce años me dejaban a mí para cobrarlos, le decía a la profesora que esa semana no iba a poder ir a clase y me quedaba cobrando; mientras venía la gente a pagar y no venía, escribía mis versillos. Un día se los enseñé a mi profesora, me dijo que estaban muy bien escritos y al día siguiente me llamó el director del colegio. 

—Usted creería que la llamaba el director para abroncarla por faltar a clase, ¿no?

—¡Me temblaban las piernas, y todavía me tiemblan cuando me acuerdo! El director era una persona muy respetable, y me pensé lo peor. Cuando llegué encontré que tenía mis versos en sus manos y me dijo que lo hacía muy bien, y que nunca dejara de escribir. Casualidades de la vida, ¡la calle donde vivo lleva su nombre, don Antonio Cañas!

—Poética coincidencia, Paqui, no dirá que no...

—Me acuerdo de él mucho, y hasta su muerte me dijo siempre lo mismo, que no dejara de escribir. 

—La pregunta del millón: ¿le hizo usted caso, no dejó de escribir?

—Unas veces sí y otras no, he escrito de forma muy esporádica, alguna vez presenté poemas en la semana cultural y ganaba el premio, pero luego, otras veces, no escribía tanto. 

—Porque su vida y la literatura no han ido unidas profesionalmente, ¿verdad?

—No, nunca: desde que tenía catorce o quince años estaba en un taller de confección industrial que tenía mi tío; de hecho, los últimos dos años me hice yo cargo de las veinte mujeres que trabajaban allí. Luego, una vez que me casé, me fui con mi marido a Almería, donde estuvimos cuatro años cuando él aprobó para Correos, y pensé en trabajar en lo mismo que él. Cuando nos volvimos a Villargordo estuve trabajando en la oficina de Correos de Mengíbar, Linares y Villargordo. Me presenté dos veces y aunque saqué muy buenas notas y aprobé la oposición, tuve la mala suerte de que, trabajando, tuve un accidente y estuve diez años muy mal, y al final no pude continuar. 

—¿Cuándo se le convirtió la poesía, entonces, en ese "sentimiento que le sobra al corazón y te sale por la mano", por preguntárselo con palabras de su colega Carmen Conde?

—A partir de leer un poema que leí en la revista Pueblo y cultura, ese poema me influyó un montón; y después, con los talleres de poesía que hemos hecho aquí, en Villargordo, desde hace un par de años. A partir de esas clases, le tengo más respeto a la poesía. 

—¿Respeto¿ ¿Quiere decir que antes de esos talleres escribía usted a la buena Miguel?

—Claro, pero me di cuenta de que esto es una cosa muy seria, no solamente que rimaran las palabras sino que había que profundizar mucho más. Y he ganado, ha sido una experiencia muy positiva.

—¿Qué dice su familia al respecto? ¿Se siente apoyada por los suyos a la hora de dar rienda suelta a su creatividad?

—Mi marido, mi hija y mi hijo, toda mi familia me apoya, me animan para que no lo deje, y aunque me doy cuenta de que todavía me falta mucho, ellos me siguen animando. 

—Ellos... y más gente, Paqui, porque desde que forma parte del Grupo Villatorres de Poetas, es de las más aplaudidas en las citas protagonizadas por este colectivo de poetas. 

—Bueno, todos los compañeros y compañeras del grupo son grandes poetas, esa es la verdad. 

—Y con esta evolución de la que es plenamente consciente, según sus palabras, ¿la ha alejado de sus temas de siempre, de su forma de concebir y expresar la poesía, o todo lo contrario, la ha ayudado a mejorar su estilo?

—Siempre he escrito de cosas normales, de los temas cotidianos, mis hijos, mi marido, las cosas cercanas. En eso no he cambiado. Pero noto que he evolucionado mucho.

—Estos días está que no cabe en sí, Paqui, desde que sabe que ha sido escogida para ofrendarle sus poemas a Nuestro Padre Jesús, en el Camarín, la mañana del próximo Jueves Santo, en el ya tradicional acto previo a la ofrenda de flores. ¿Vive esa elección como un regalo, o también le tiemblan las piernas como aquel día que la llamó el director de su colegio?

—Eso es un auténtico honor, y una responsabilidad tremenda. Espero que la poesía fluya en ese momento, que sea capaz de exteriorizar mis sentimientos. Mi familia me ha apoyado mucho para aceptar esa elección, espero hacerlo bien. 

—Señora Carretero, para terminar: ¿Y el primer libro, 'pá cuándo'?

—Eso no, no estoy preparada, eso son palabras mayores. 

—"Que la poesía sea infrecuente en los libros de poesía no provoca extrañeza". Si se da usted un paseo por las redes sociales, por las páginas de la prensa o por muchos escaparates verá que la frase de Muñoz Molina es más verdad que la muerte. Aun así, ¿prefiere esperar? ¿No le atrae la autopublicación?

—No, esa línea no me atrae nada. Publicar un libro es un paso muy importante, muy serio, y para mí muy lejano. No me veo preparada todavía para eso. Y cuanto más lees, más cuenta te das de lo que te falta para dar ese paso. 

—La humildad, que es el fundamento de todas las virtudes. O eso decía Confucio. 

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