"Cuando llevo una semana en Bailén, recupero el acento"
El delicado poeta sevillano Romero Murube escribió que en el saxofón lloran las muchedumbres, nada que ver con lo que el hermoso instrumento le procura al bailenense Francisco Rusillo Márquez (1993), que termina el año de su treintena de la mejor forma posible, con un premio, y de los grandes: el de interpretación musical que acaban de concederle el Colegio de España en París y el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música (Inaem). Un motivo más que celebrar estas Navidades con los suyos, cuando el saxofonista regrese a casa, como el turrón.
—Preguntarle si está contento para una perogrullada, Francisco...
—Es una buena alegría para terminar un año que ha sido bastante largo, sí.
—Eso de que el año ha sido largo puede tener varias lecturas; una de ellas, que no ha sido el mejor de su vida.
—Ha habido un poco de todo, ha habido diferentes objetivos y unos han ido mejor que otros. Pero en este caso muy bien, estoy muy contento por terminar así.
—Este premio no es el primero de su carrera, pero sí uno de los más importantes.
—Ya había tenido algún premio internacional más, pero este es un poco diferente a lo que he hecho siempre. Había estado en concursos de interpretación en vivo, y justo este año había hecho otro (el más importante a nivel mundial) que no fue todo lo bien que esperaba.
—Ah, por eso decía unas líneas más arriba lo del año largo, lo de los objetivos...
—Por eso, sí.
—Bueno, una mancha quita otra mancha, dice el refrán. ¿Qué caminos le pone por delante este galardón?
—Sobre todo la puerta que me abre: realizar un CD con un proyecto totalmente abierto y con lo que yo considero oportuno musicalmente, que al final es algo muy costoso. Tener la suerte de que me lo financien es una gran oportunidad.
—¿Le han premiado por una partitura o un tema concreto? ¿Qué escogió para la ocasión?
—Consistía en enviar unas grabaciones, no especificaba nímero de piezas, sino treinta minutos de música, así que aproveché alguna grabación anterior que tenía y una pieza de mi profesor, Vincent David.
—Pronuncia usted el francés como lo haría el mismísimo Claude Delangle; lo que no se distingue en su conversación es el deje de Bailén, de su pueblo.
—Se van mezclando un poco.
—¿Es que la música lo ha llevado a otra parte, nunca mejor dicho?
—Salí de Bailén hace ya casi doce años, me fui a Sevilla a estudiar la carrera, luego a París y estuve dos años haciendo el máster hasta que volví, hace unos cinco años, a Madrid.
—Y al final le ha hecho caso a los Ketama y se ha quedado en el Foro.
—Aquí estamos, sí.
—Pero, ¿qué peso tiene Bailén en su presente, en su vida actual?
—Muy importante, sobre todo porque allí están mi familia y mis amigos; intento ir siempre que puedo a visitarlos.
—Vamos, que ni París ha podido con la querencia a la tierra natal...
—Por supuesto que no; intento pasar allí las Navidades y todas las fiestas. Y cuando llevo una semana allí, recupero el acento.
Únete a nuestro boletín