"Quiero compartir lo que sufrí como hija de padres separados"
Vida de libro la de Teresa Parra (Madrid, 1957), que después de pensárselo mucho y perfeccionar su estilo, acaba de publicar Lo que una sonrisa esconde, su ópera prima, en el sello editorial malagueño Algorfa. Una autobiografía dura la de esta 'Cenicienta' adoptada por Fuensanta, con la que ajusta cuentas con su pasado y envía un mensaje de esperanza y superación a quienes estén dispuestos a conocer su emotiva historia.
—Para los lectores de este periódico no es usted una desconocida como protagonista de unas vivencias realmente difíciles, dignas de un guion cinematográfico de Truffaut. Una experiencia vital que, ahora, la ha convertido también en escritora.
—Me estreno como escritora, sí.
—Hace tiempo que tenía usted claro que su vida terminaría plasmada en unas páginas, ¿por qué ha tardado tanto en hacerlo? ¿Prefería demorarlo, no se sentía preparada?
—Al principio, con todos los trabajos que he tenido y lo atareada que estaba, no tuve tiempo. Nunca le había contado mi historia ni a mis hijos, tenía eso dentro y quería compartirlo. Hace unos dieciséis años me apunté a un curso de escritura terapéutica y me sirvió mucho, la monitora se volcó en mí y empecé a escribir, aquello me animó.
—Lo que una sonrisa esconde no es precisamente literatura amable, en la mayoría de sus páginas. ¿Qué la ha llevado precisamente a sacarla del cajón de su memoria y compartirla con los lectores? Más de una y de uno quizá nunca la hubieran publicado, dada su dureza.
—Para que el mundo la conociera. ¡Hay tantas separaciones, y tantos hijos de padres separados, como yo! Si al menos mi libro hace tomar conciencia a la gente del rechazo que sufría un niño hijo de padres separados en la sociedad de aquella época, de la violencia, del machismo... Cosas que hoy en día están también de actualidad, aunque la vida ya va por otro lado. Quizás alguien vivió alguna situación como la mía y no sabe salir de eso, afrontar la vida como yo, gracias a Dios, la he afrontado, he salido a flote.
—¿Ha sido para usted una suerte de terapia, entonces?
—Sí, al sacar todo eso de mis adentros me he sentido bastante bien, me ha servido de terapia.
—¿La arroparon sus vecinos durante la presentación del libro en Fuensanta, o el hecho de remover un pasado en el que aparecen nombres y apellidos del municipio le ha causado algún problema?
—La presentación fue espectacular, apoteósica.
—Y eso que no ahorra usted detalles acerca de algunas personas, tanto en un sentido positivo como negativo.
—A las que me han hecho bien las pongo por su nombre, y por las que me han hecho mal paso de soslayo. Las personas mayores del pueblo sí saben quiénes son, de hecho yo temía por la reacción de algunas personas una vez que lo leyeran. Sin embargo, han comprado el libro, me han acompañado.
—Se lo decía, por ejemplo, por su abuela Remedios, que no sale muy bien parada.
—Una figura importante en mi vida que, a la vez, me hizo mucho daño, la verdad.
—Era imposible omitirla en su autobiografía...
—No podía, tanto a una abuela como a la otra. Mi abuela Teresa, pese a ser poco el tiempo que estuve con ella, fue excelente conmigo, me llenó más que mi padre, mi madre ni nadie de mi familia. Sin embargo, de mi abuela Remedios necesita contar el daño que me hacía.
—¿Cómo ha reaccionado Fuensanta ante los episodios que relata usted vinculados con su abuela Remedios, en el pueblo?
—¡Si es que la mayoría de la gente conocía, sabía su forma de ser tan tosca, tan rústica! No le importaba nadie más que ella. Pero lo que pasaba dentro de la casa no lo sabía nadie.
—¿Qué pasaba en esa casa, Teresa?
—Cuando había obras, por ejemplo, me hacía subir las vigas de cemento para ponerlas en los techos, y mientras el albañil se iba a comer mi abuela me hacía subir las petacas, la arena... No tenía en consideración mi edad, tenía doce años y tuve dos quebrancías, de tantos esfuerzos.
—¿Lo cuenta todo, o se calla mucho?
—Me callo muchas cosas. Lo que he puesto en el libro es solo una parte, hay muchísimas cosas más. Además me quedo en la adolescencia, en los quince o dieciséis años.
—Es decir, que lo mismo publica usted un segundo volumen de memorias...
—No sé, porque la historia que sigue es muy dura también. Podría contar los capítulos de las veces que fui a Madrid a acompañar a mi padre, cuando enfermó; su arrepentimiento... ¡Ahí hay para escribir otro libro!". O luego, una vez casada, que tuve a mi abuela también cuidándola, porque sus hijos estaban fuera. Tengo un montón de historias para escribir.
—Y la ficción, la literatura no biográfica, ¿será alguna vez materia literaria en la pluma de Teresa Parra?
—Puede ser que sí, mi imaginación vuela mucho. Tengo más de cien poemas en el ordenador, me gustaría publicarlos.
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