"Todos tenemos un escudo heráldico, y si no lo tienes lo encargas"
Si cada provincia de España tuviese su propia cronista rey de armas, en el Santo Reino sería Andrés Nicás Moreno (Jaén, 1961). Toda una vida dedicada (junto con la docencia) a refrescar árboles genealógicos, descifrar escudos heráldicos y estudiar banderas, que lo han convertido en un referente.
Rodeado de muebles de añejo perfume a madera noble, abaniqueras que exhiben inmóviles piezas de marfil, ébano y sedas y arropado por el silencio de viejos relojes de pared o faltriquera, el también licenciado en Historia, doctor en Humanidades, experto en Ciencias Historiográficas y autor de innumerables textos heráldicos y vexilológicos pone los puntos sobre las íes en el singular universo de la heráldica y la genealogía en tierras jiennenses.
—Hablando de árboles, señor Nicás, ¡mire si habrá ramas de la historia para dedicarse a ellas! Sin embargo, escogió usted la genealogía, la heráldica, la vexilología... ¿Qué le hizo decantarse por estas disciplinas?
—Fue casi de casualidad. En Granada tuve una materia que se llamaba Heraldica, y me atrajo desde el principio. Una profesora no sé si vio en mí la posibilidad de que hiciera la tesis sobre heráldica de Jaén (ella había trabajado ya la granadina) y fue la que me guio, en principio, en estos pasos de la heráldica. Me gustó, junto con la genealogía, y fruto de ello fue la tesis doctoral de Heráldica y Genealogía en el Reino de Jaén, con un tercer capítulo de heráldica de los obispos de la diócesis.
—Es decir, que no le nació el interés leyendo los tebeos de El guerrero del antifaz ni era usted uno de esos niños que jugaban a 'las justas e los torneos" a los que alude Manrique en las coplas por la muerte de su padre.
—No, no. De hecho, la heráldica, cuando yo empecé, la consideraban una ciencia auxiliar; ahora se la dice ciencia historiográfica. En varias de mis publicaciones digo, y lo dicen también otros autores, que el historiador se ayuda de la heráldica y la genealogía, pero para quien trabaja solo en heráldica y genealogía la que se convierte en ciencia auxiliar es la historia. Desde hace una década, quince o veinte años, hay un boom muy grande por la heráldica y la genealogía ya a niveles particulares.
—¿Un boom? ¿A qué se refiere, Andrés?
—Que la gente quiere buscar sus raíces, su genealogía, y hay muchísima gente tanto en el Archivo Histórico Diocesano como en los registros civiles; lo que pasa es que los registros, como empezaron en 1871, están muy agotados.
—Quizá fruto de ese boom al que alude, en esta época de Navidad y Reyes hay quien decide regalar un plato o una metopa con el escudo de armas de la persona obsequiada. Hasta hay por Jaén un personaje que vende escudos de manera ambulante. ¿Son fiables esos escudos, responden a la realidad? ¿Todo el mundo tiene su propio escudo?
—Todos podemos tener un escudo heráldico. De hecho, la mayoría de los apellidos, por no decir el 99,9 por ciento, lo tienen. Lo que pasa es que la cuestión ha variado en función de que el escudo, hasta la disolución del Antiguo Régimen, era el carné de identidad, la forma de expresión de que una persona era noble, ya fuera titulada o simplemente hidalgo, porque hay unos matices que te hacen saber si un escudo es de un marqués, un conde, un simple hidalgo o de una señora.
—Yelmos, coronas...
—Efectivamente, lo que son los yelmos, las coronas... Sí, se regalan escudos, todos lo tenemos. Y si no lo tienes, lo encargas. Ahora bien, no es más que una manifestación de un deseo de tener un escudo de armas, lo que no quiere decir que seas noble, porque hasta el Antiguo Régimen uno de los actos positivos de hidalguía era tener escudo de armas, pero en España no era concluyente, era (vamos a decir) una sospecha. Nunca el hecho de tener un escudo en una fachada indicaba que una persona fuera hidalga o noble. De hecho, he publicado recientemente un trabajo sobre lo que se llamaban hijosdalgos de bragueta.
—Eso suena de todo menos noble, señor Nicás.
—Como su propio nombre indica, era una concesión del rey ante la falta de demografía que había en España, para todos aquellos que tuvieran doce o más hijos. Se le concedía el derecho a ser hidalgo de por vida, solo para él; sí lo podía conservar su descendencia mientras mantuviera los doce hijos, entre el padre y el primogénito. Hay un caso en Villanueva, Hernán Crespo, que era hidalgo de bragueta, del que he publicado un trabajo recientemente.
—Tendría alguna ventaja ser hijodalgo de bragueta, ¿no? Porque si solo era por presumir de título...
—Estaba exento del pago de impuestos, que era una característica de la nobleza y la hidalguía de aquellos tiempos.
—Lo que fuera por evitar a la Agencia Tributaria medieval. Volviendo a la heráldica: ¿todos los que llevan un mismo apellido repiten escudo, es igual para todos?
—No, no, no, eso es una cosa que la gente ignora: no todos los Cano, no todos los López, no todos los Rodríguez llevan el mismo escudo, porque hay distintas ramas. La base puede ser la misma en algunos casos, pero con diferencias.
—Jaén, el Santo Reino, ¿además de por sus millones de olivos despunta también por su nobleza, por sus linajes?
—Sí, porque Jaén y provincia, como bien se sabe, se conquistaron en época de Fernando III El Santo y aquí dejó bastantes prerrogativas, fueros por los que se legislaban las distintas ciudades. Tenemos en concreto Baeza, que concentraba más de la mitad de los hidalgos que existían en toda la provincia de Jaén; es un hecho curioso. También en otras villas de realengo, como era la propia capital y su alfoz, que pertenecían directamente al rey, por eso existía en todas ellas la figura del corregidor, que era un mandado del rey para controlar a los regidores, a los nobles, a los hidalgos que formaban parte del Concejo municipal. Hoy día sería un subdelegado del Gobierno, antes eran los gobernadores civiles.
—Había que atar cortos a los nobles de entonces...
—Los regidores, nobles en teoría, hacían lo que les daba la gana en su beneficio, se apropiaban de tierras, incluso de territorios que pertenecían al rey, ya fuesen baldíos, tierras del común del Ayuntamiento. Llegó el momento que el rey dijo que los regidores tenían que ser hidalgos y hubo una avalancha de peticiones para obtener la hidalguía ante la Real Chancillería de Granada. Por supuesto, y según estamos demostrando varios autores, muchísimos compraban la hidalguía, la falseaban o utilizaban otros métodos que tenemos constatados, como por ejemplo apropiarse de escudos que no les pertenecían.
—Siempre hubo quien de la ley hacía la trampa.
—Curiosamente, después de hacer esas falsedades, en Baeza en concreto constituyeron una cofradía de los hijosdagos, dos años después de hacer toda esta serie de fraudes, lo cual llevaba que a todos los que estuvieran inscritos en esa cofradía de hijosdalgos se les tuviera como tales.
—¿Recuerda algún caso llamativo de 'intrusismo genealógico'?
—Antes de iniciar el procedimiento ante la Chancillería de Granada había que presentar todo tipo de documentación que demostrara que por lo menos hasta la quinta o sexta generación no eras judioconverso, gitano, que tenías limpieza de sangre, que no ejercías oficio vil o mecánico, porque todo eso impedía la hidalguía. Caso curioso, el condestable Lucas de Iranzo.
—Cuente, cuente...
—Se sabe positivamente, está más que demostrado que era de origen judioconverso. Ahora explícate cómo una persona que no era nada, que era del estado llano (lo que se llamaban los llanos pecheros, que pagaban impuestos) se convirtió en hidalgo, después fue la mano derecha de Enrique IV y lo casaron con una de las mujeres más ricas y más nobles de la ciudad de Jaén, doña Teresa, de los Torres de Portugal; y llegó a ser condestable de Castilla. En otras provincias, como Córdoba, historiadores como Valle Porras ha demostrado que por ejemplo, creo que en Montoro, el noventa y pico por ciento de la población declarada como hidalga no lo era.
—¿Eso mismo puede pasar hoy día, si alguien desea presumir de hidalguía, de nobleza?
—Hoy en día le encargas una certificación armera a cualquiera que sepa de heráldica y te la hacen, porque recurren normalmente a una obra magna de los hermanos García Carraza, que no está completa, y tiran de ahí para ponerte en principio los orígenes legendarios que, como su propio nombre indica, son más mito que otra cosa.
—Jaén está continuamente en sus labios y en sus escritos, pero también lo reclaman a usted desde fuera de la provincia. Recientemente lo ha fichado la Universidad Autónoma de Madrid para su Revista Tiempos Modernos. Sin embargo, se dice en los mentideros que el Instituto de Estudios Giennenses prescinde últimamente de sus servicios. ¿Qué hay de cierto?
—Ha sido como consecuencia de un libro que publicamos un ilustrador y yo, como autor de los textos, y un ilustrador. Dijimos que en la portada y en el Copyright tenían que ir los nombres de los dos, pero en el IEG pasaron completamente de estas indicaciones, que están establecidas por la Ley de Propiedad Intelectual. Y claro, este señor que hizo las ilustraciones se quejó. Hubo un rifirrafe bastante largo y al final, con la Ley en la mano, tuvieron que rectificar y, ya con el libro terminado, tuvieron que quitarles las cubiertas y las páginas de entradillas.
—Vamos, que salieron victoriosos de este 'torneo'.
—Yo no quise intervenir, porque para mí el Instituto de Estudios Giennenses y en concreto el boletín eran mi segunda casa; buena parte de mis artículos están publicados ahí, de lo que me siento muy orgulloso, pero llegó un momento que cuando entregaba algún artículo, siempre me ponían algún problema por la extensión o por las ilustraciones que presentaba, que me echaban para atrás aun contando con autorización del autor. Yo he visto otros trabajos en el boletín donde no se les exigen a los autores lo que me exigían a mí.
—¿No tendrá sillón en la septuagenaria entidad, entonces?
—¿Yo? No quiero, no. Ni creo que hubiesen pensado en mí.
—Para concluir, Andrés. ¿Hace usted su agosto en estas fechas navideñas? Más de uno, como le preguntaba antes, querrá quedar bien con su cuñado y regalarle su árbol genealógico en plena cena de Nochebuena, o un colorido escudo.
—No, porque yo de dibujar, nada, soy un negado. Sí sé de personas conocedoras de la heráldica, porque eso es otra: aquí, cualquiera se cree que sabe hacer diseños heráldicos, y no es así. Es una ciencia que tiene sus proporciones, sus contornos, su vocabulario específico como el de los médicos o los ingenieros. Cualquiera se cree que es capaz de hacer un escudo heráldico, y de describirlo. En cuanto a los árboles genealógicos, en una ciudad como Jaén es dificilísimo, donde llegó a haber del orden de diecisiete parroquias. No es lo mismo en un pueblo donde solo hay una parroquia, eso es coser y cantar.
VÍDEO Y FOTOGRAFÍAS: ESPERANZA CALZADO
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