Eres un fascista de mierda
¿Puedo hablar contigo un momentillo? Siéntate. No, no pasa nada, no te alarmes, es una chominá, pero me gustaría comentarla contigo. Pues mira, que quiero decirte que eres un fascista de mierda. Y poco más. Era sólo eso. Ya te puedes ir, si quieres. No, no me pongas esa cara, anda. No disimules. Que te he leído en las redes sociales. Y he visto todos los cartelicos con fotos que has puesto. Algunos muy ridículos y muy ceporros, olvidables, pero otros… Joder, otros… Otros se te deberían atragantar de por vida a ti y a toda tu puta casta. Por cierto, ¿tú recuerdas si antes de que las redes sociales existieran decíamos esas cosas en casa, delante del telediario, cuando todos los vascos asesinaban a españoles? Yo creo recordar que no, aunque no estoy seguro, no me hagas caso. En mi casa no, al menos. Supongo que el fascista de mierda tú ya lo tenías dentro en aquella época, pero como no había medios para que más de dos o tres se asombraran, te aguantabas y por eso se te iba poniendo esa cara de miserable abotargado que tienes, a ver si revientas ya de una puñetera vez, que no haces falta. Porque mira que hay fascistas de mierda en las redes sociales, ¿eh? ¿A que sí? Bueno, pues tú eres uno de ellos. Y de los gordos. Qué quieres que te diga. Si es que te vengo leyendo, ¿sabes? Con tanto fascista de mierda en las redes sociales, las redes sociales, más que redes sociales son… son…, cómo lo denominaríamos…, son redes de fascistas de mierda…, redes que las echas a un mar de fascistas de mierda y a los dos minutos las sacas abarrotadas, rebosantes de fascistas de mierda, ahí todos pataleando y pegando voces y adaptándose inmediatamente a la respiración terrestre, claro.
Porque, mira, fascista de mierda, vamos a lo que voy: la muerte de un niño chico era sagrada. Ya no. Con tu fascismo de mierda has hecho que, entre otras cosas vomitivas, la muerte de un niño chico ya no sea sagrada. Ahora la muerte de un niño chico es lo de menos. O lo de más, si de usarla para perfumar la pringue de tus cojones fascistas se trata. Ahora un niño chico muerto en el suelo no te desgarra de pena, no te revuelve contra la crueldad del ser humano; ahora un niño chico muerto en el suelo te recuerda a otro niño chico muerto en la playa y coges a los dos niños chicos muertos en el suelo y en la playa y haces o compartes un montaje fotográfico más chulo que na para pasárselo por los hocicos a esos a los que se la tienes guardada desde que el gilipollas de tu abuelo hizo la comunión. ¡Mira tu niño chico muerto y mira mi niño chico muerto! ¿Vas a comparar? ¡Mi niño chico muerto es mejor que tu niño chico muerto! ¡Tu niño chico muerto es un truño! ¡El mío sí que vale! Ahora dos niños chicos muertos te recuerdan, a ti y a todos los que te acompañan en el fascismo de mierda de las redes sociales, que te puedes vengar, comparándolos con las ideas del otro, cargándote de razón, reactivando las tuyas. ¿O no es eso? Es eso. Eres un fascista de mierda. Sin remedio. Lo sabes. Te relames. Te gusta. Y mientras jugueteas con los dos niños chicos muertos, mientras les pruebas la ropa de tus asquerosas convicciones de fascista de mierda, pones en conocimiento de todo el mundo lo mal que te sienta que se hable en catalán en vez de en castellano, ¡a eso no hay derecho! ¡A mí no tienen por qué hablarme en catalán mientras estoy aquí entreteniéndome con el recorta y pega y colorea de dos niños chicos muertos, uno en el suelo y otro en la playa! El sapo que te parió, fascista de mierda. El sapo que te parió, canalla.
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