Sobre escalada y aves rapaces
De nuevo ha llegado la primavera, y tristemente se vuelve a generar el debate sobre la coexistencia entre la práctica de la escalada y la cría de rapaces rupícolas. Esta preocupación, se viene dando desde hace tiempo, pero quizás se haya intensificado últimamente. Mi atención hacia esta cuestión viene porque —soy aficionado a la escalada, naturalista y técnico ambiental— y mantengo encuentros tanto con el colectivo de escaladores como con gestores de la administración ambiental.
¿Por qué surge esta problemática?
Ciertas especies de rapaces (todas protegidas en nuestra región), y que se encuentran en nuestro entorno, tienen hábitos reproductivos relacionados con los ambientes verticales. Las paredes rocosas albergan espacios en los cuales se dan las condiciones óptimas para que este grupo faunístico los utilice para ubicar sus nidos y sacar adelante sus pollos. La principal ventaja que ofrecen los cortados de roca para la cría es la inaccesibilidad para la mayoría de animales que pudieran alimentarse de huevos o pollos. Las especies que habitualmente ocupan estos lugares son el águila perdicera, el búho real, el halcón peregrino, el buitre leonado, el águila real, el alimoche, el quebrantahuesos y otras aves de menor tamaño. La época de cría se desarrolla normalmente durante los meses de diciembre a julio.
Por otro lado, como todos sabéis, existe una práctica deportiva llamada escalada, que consiste en la ascensión vertical de superficies rocosas. Este deporte tiene varias modalidades, pero la ascensión de paredes rocosas y la escalada deportiva son las prácticas en las que personas ascienden atravesando verticalmente las rocas (las vías en las que se realizan estas modalidades tienen distancias que pueden oscilar desde 10 hasta los 200 metros).
De este modo, si el nido de una de estas especies y una vía de escalada se encuentran a corta distancia, esta cercanía puede molestar a la cría e, incluso, los progenitores llegan a abandonar la puesta y a los pollos ya nacidos. También se han detectado problemas con especies de flora protegida que únicamente crecen en estos ambientes verticales.
A partir de aquí, se han sucedido multitud de desencuentros entre escaladores, asociaciones conservacionistas y el órgano ambiental, aunque cada caso presenta peculiaridades muy diversas y, a veces, las soluciones pasan por un entendimiento adecuado entre las partes. El colectivo de escaladores tiene, como patrón general, un gran respeto por la conservación y el medio ambiente, ya que su deporte se desarrolla en la naturaleza, pero basta con cometer un error, con o sin conciencia de ello, para malograr una nidada de este tipo de aves.
La provincia de Jaén, debido a sus características geológicas, presenta un gran número de zonas para la práctica de la escalada, principalmente en paredes de calizas, dolomías y, en menor número, de cuarcitas. En esta provincia se han llevado a cabo esfuerzos por muchos colectivos, fundaciones, particulares y administraciones para que la escalada no genere ningún efecto negativo sobre la cría de aves rapaces. En este sentido, quiero reseñar la labor de los siguientes actores para intentar dar algo de luz y soluciones a la problemática:
- La labor de concienciación, respeto y autorregulación que se lleva a cabo en la Fundación de Escaladores Planeta Aceituna.
- El Ayuntamiento de Cambil mediante la organización charlas sobre esta temática en la feria de turismo Fetura.
- El proyecto Pegalajar Natural en el cual, durante su ejecución, se equiparon vías y se informó, a través de su página web y las guías de escalada del municipio, de las restricciones necesarias para compatibilizar la escalada y la nidificación de aves protegidas.
- Los gestores del Parque Natural de Sierra Mágina, que han mantenido reuniones con escaladores para delimitar y proteger zonas sensibles.
- La Asociación Andaluza de Escaladores, por su labor de concienciación y divulgación de los valores ambientales.
Existen experiencias relacionadas con la regulación de la escalada en otras comunidades autónomas, como ocurre en Cataluña (Montaña de Montserrat) o en País Vasco (Vizcaya).
Estos ejemplos, en los que la práctica de la escalada y la conservación de la naturaleza van de la mano, son fácilmente extrapolables a cualquier territorio, y deberían ser un manual imprescindible para escaladores, gestores y conservacionistas.
La solución al problema pasa por los siguientes aspectos:
- Concienciación a la totalidad del colectivo de escaladores para respetar las nidadas y recopilar la información necesaria para la señalización de las zonas más delicadas.
- Creación de redes entre escaladores para el intercambio de datos de interés a través de los muchos canales de comunicación que facilitan una rápida difusión hoy en día.
- Localización y señalización año a año, por parte de la guardería ambiental, de las zonas sensibles y, en su caso, desequipación parcial y temporal de vías que puedan comprometer a las aves.
- Coordinación y vinculación por parte de la Administración para mantener una alerta constante durante el periodo de cría.
No obstante, todas estas medidas son soluciones parciales y regionales. Por lo tanto, urge ya una reunión de coordinación en el ámbito nacional en la que escaladores, conservacionistas y administración ambiental se sienten a la mesa y establezcan las bases para una colaboración fructífera y exitosa. La escalada como deporte en la naturaleza y la conservación de nuestro patrimonio natural así lo exige.
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