El escritor y la televisión

No es un oxímoron: hay escritores constantes que compaginan la literatura con su carrera de presentadores o analistas televisivos

Mi favorito es Jaime Bayly, escritor, presentador y periodista de opinión peruano. En España aún se le recuerda aquella vez que besó a su amigo Boris Izaguirre en Crónicas Marcianas. Fue un beso muy a la manera de aquel programa, algo exagerado, pero de alguna forma se convirtió en la otra cara de la moneda del puñetazo que Vargas Llosa le propinó a Gabo. La calidad del par de autores, todos latinoamericanos, es bien distante, incomparable.

Hay escritores atrevidos, y en el Perú se hizo muy famoso El niño terrible, un joven con apellido de licor dulzón que cuando escribe reescribe su vida. Le guste o no, siempre será recordado por ser el autor de No se lo digas a nadie, una novela estupenda que blanqueó el drama de ser homosexual en una familia y en un país ultraconservadores. A Bayly, ya no tan joven, le llueven tantos elogios como críticas. Juan Marsé discutió su calidad literaria cuando el peruano quedó finalista del Premio Planeta con la obra Y de repente un ángel. En cambio, Roberto Bolaño ensalzó la “prosa luminosa” del también periodista.

El Bayly televisivo me parece aún más honesto que el escritor: es liberal, antichavista y opina de la política sin falsa imparcialidad, siempre tomando parte. Yo también creo que el periodismo, desde el rigor, debe tomar parte. No tienen desperdicio las entrevistas que le hizo a Alan García (expresidente de Perú) y a Hugo Chávez en 1998, cuando todavía era un candidato presidencial.

Creo que en España no hay un caso similar de compaginar con bastante decencia la televisión y la literatura. Quizá alguien parecido, de ideas parecidas también, es Fernando Sánchez Dragó, pero entra y sale de la televisión, y cuando está en la pequeña pantalla habla de literatura; redunda. No es lo mismo.

También se ha vuelto intermitente el antes mencionado Boris, quien además de showman fue finalista del Planeta en 2007 por detrás de Juan José Millas.

No he leído a Màxim Huerta, escritor y otrora mano derecha de Ana Rosa Quintana. No he leído a Huerta y se lo debo. Hace algunos años estuvo en Jaén, presentó un libro y en mi crónica entremezclé los argumentos de dos novelas suyas diferentes. Elegante, me exculpó en Facebook. Claro que sí, Màxim.