Sonoro recogimiento en la apertura de curso de Los Estudiantes
La hermandad jiennense cambia el beso a la imagen por una reverencia en una ceremonia en la que la tuna universitaria volvió a 'rondar' a la Virgen de las Lágrimas
Los Estudiantes abrieron el nuevo curso en sábado, y en La Merced... O lo que es lo mismo, la Ilustre y Franciscana Cofradía del Santísimo Cristo de las Misericordias (que rezuma antigüedad por cada astilla de su cruz) y Nuestra Señora de las Lágrimas (la "Gioconda de Jaén", en palabras del no menos ilustre escritor de aquí Emilio Lara en sus tiempos de magistral escritor cofrade), que este fin de semana descorrió el aldabón de un nuevo ejercicio pasionista.
Caracterizan a esta hermandad, en cuanto toca calle el Lunes Santo, una sobriedad y un recogimiento que, paradójicamente, nacen en una plaza llena que grita hasta el desgañitamiento y se mece (¡ay cómo se mece la Merced) cuando toda una tuna ronda a la Virgen de Martínez Cerrillo al son de sus cantos.
"Se completó el aforo en el templo, hubo gente que incluso se quedó fuera, la verdad es que fue impresionante cómo estaba la iglesia, el recogimiento...", celebra el hermano mayor del colectivo blanquinegro, Andrés Utrera. ¡Vamos, como un Lunes Santo a eso de las cinco de la tarde!
Santo rosario, eucaristía oficiada por el capellán, Juan Jesús Cañete; acción de gracias y un besamanos que, sin ninguna gana pero con toda la responsabilidad por delante, los cofrades convirtieron en reverencia ante la Señora, para evitar el más mínimo riesgo de contagio ni dejar en sus delicadísimos dedos una sola brizna de intranquilidad.
"Pasaron uno a uno delante de la Virgen sin ningún problema; además, la Tuna Universitaria de Distrito, que no pudo hacerle este año la ofrenda, quería participar en la misa con el acompañamiento musical, y fue de chapó", sentencia el máximo responsable cofrade de Los Estudiantes. Unas flores y una beca enmarcada certificaron la vinculación de la rondalla y la cofradía.
No era el día grande de la hermandad, ese que transforma los callejones del casco antiguo en desembocaduras cuesta arriba hacia la entrañable plaza mercedaria, pero a ver quién le discute a la ceremonia la belleza que le procuraron los tunos a su 'jaenera salerosa', para la que cantaron un Ave María de esos que trenzan la garganta con un nudo gordiano; siguieron con dos piezas instrumentales y, al final, un Virgen de amor que a ver quién lo aguantaba sin llorar. Pero... ¿quién ha dicho que hubiera que aguantarse? Pues eso.
"Hubo mucha emoción, momentos muy emotivos, pero no se rompieron en ningún momento el recogimiento ni el silencio en La Merced", según Andrés Utrera. Lo dicho, igual que un Lunes Santo por la calle Almenas (¡quién lo pillara!). Fue la primera gran cita de Los Estudiantes después del confinamiento, y la superaron con nota. Vaya que sí.
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