"Hay que dar caña y reírte hasta de tu sombra"
Catalogar a Juan Montoro Peralta (Jaén, 1974), alias "El Creata", es poner límites. Recorrer los muchos caminos por los que avanza en la creación de su universo y comprender que son ilimitados. Es dibujante, diseñador, creativo, fotógrafo, publicista, artista, humorista gráfico... Convertido en un referente cultural, El Creata da la cara para dejarnos bucear en su mente inquieta, poliédrica, vanguardista y genéticamente creada para retorcer los renglones torcidos de Dios. Desprende una felicidad sin alardes. Pacífica. Sonríe sin enseñar los dientes y sus chascarrillos contienen una pizca ácida que gusta, sin llegar a la ofensa. Es un tipo políticamente correcto. El café se nos hizo corto. Duró un sorbo, pero con el regusto de hablar con un hombre sencillo. Es licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Granada, está casado y es padre de dos criaturas, y jaenero, con todo lo que ello implica, incluido el "deje". Por cierto, si se lo cruzan por la calle, no duden en invitarlo a unas birras, les aseguro que será el dinero mejor invertido en mucho tiempo.
Fotografías y vídeo: Esperanza Calzado
—Defina a El Creata.
—Lo de El Creata viene de un compañero que me dijo que si montábamos algo por nuestra cuenta nos podíamos llamar Creata. Yo le pregunté por su significado y me respondió que un "creata" es como un maquetas: el nombre despectivo que le dan en las agencias al creativo de medio pelo. Como al final, me lo monté por mi cuenta, pues decidí llamarme El Creata. No había nadie en España con ese nombre, así que lo registré. De eso han pasado once años.
A mí lo que me ha gustado siempre es dibujar. Era malo en los estudios, en la música y otras muchas cosas, por lo que me dedicaba a dibujar porque lo hacía medio bien. Un profesor de Dibujo me recomendó que hiciera Bellas Artes, aunque no tenía ni idea de lo que era, ni dónde se estudiaba. Me informé y acabé en Granada, donde descubrí, además, el maravilloso mundo de la fotografía, la pintura, la escultura... Empecé a tocar todos los palos. Al final me decanté por el diseño gráfico, la publicidad, la ilustración y más disciplinas de este tipo. Me salió trabajo de inmediato en una agencia, donde me dieron palos por todos lados porque el ritmo de entrega nada tenía que ver con la facultad. Posteriormente, me hice autónomo y hasta ahora.
—Lo veo como el "hombre orquesta" de la creatividad.
—No va mal encaminado. Lo mismo dibujo que hago fotografías. Lo toco todo, pero principalmente me dedico a la creatividad publicitaria, ilustración y diseño gráfico.
—Es complicado ver una foto suya en los perfiles que tiene en las redes.
—Usted ha visto esta cara, lo echa todo por tierra (risas).
—¿Por eso, se esconde tras un seudónimo y un anagrama?
—Es el personaje. Nació así. Un poco como Batman -es su superhéroe favorito- nadie sabe quién es. Ocurre algo parecido con otros muchos personajes de Jaén que se esfuerzan por mantener el anonimato, como @CondóndeJaén o @norcoreano. Es un gancho que a la gente le gusta. La verdad es que me superó la respuesta del público, puesto que no inventé nada, lo único que hacía era poner situaciones de Jaén, pero con el toque de un diseñador. Flipaba con el número de visitas. Decidí que fuera el muñeco el que hablará y no Juan Montoro, que es un tío sencillo, sin gracia. Todo lo contrario que el personaje que a veces hace reír, a veces molesta, toca las narices. Un poco de todo.
—Lo suyo es pura ironía, entonces, sobre Jaén y sus gentes.
—Hay de todo en mi galería de publicaciones. Ensalzo algunas cosas, otras las critico o solo las comento, con un toque ácido en determinadas ocasiones. Pero no todo es dar palos. Dar cera, pulir cera, como diría el señor Miyagi.
—¿El jiennense tiene sentido del humor?
—Nos reímos de nuestra sombra. No somos graciosos, más bien socarrones. Tú hablas con un gaditano y te descojonas directamente, con uno de Jaén no es así, pero sabe reírse de sí mismo. Somos graciosos a nuestra manera. Sosos con gracia, diría yo.
—Lo que no falta en Jaén es gente creativa, con inquietudes.
—Aquí hay gente muy buena, con muchísimo nivel en bastantes facetas artísticas y culturales. De eso, no hay duda alguna.
—La percepción que existe es que la cultura jiennense se mueve por círculos o disciplinas. ¿Lo ve así?
—Yo voy un poco por libre. Trato de llevarme bien con todo el mundo. No me gusta estar en círculos cerrados. Lo más parecido a eso es el grupo "Alcázar", que es un movimiento cultural en el que estamos bastante gente, pero que, pronto, necesitaremos a más. Puede que la cultura jiennense se mueva algo por círculos, pero no creo que sea una regla general. Esto es muy chico y, al final, terminamos unos con otros. Por suerte, no paran de salir movimientos, como ahora el del cine. Siempre ha habido de todo en la viña cultural de Jaén. Por ejemplo, en mi campo, el diseño gráfico, cada vez hay más.
—¿Cuántos botellines sin abrir de Alcázar esconde en su casa?
—No me queda ninguno. Me los he bebido todos. Pensaba que nunca iba a desaparecer.
—¿Qué representa esa marca de cerveza para Jaén?
—Era lo cotidiano, como el Cola-Cao, la Coca Cola o el Pan Bimbo. La veías siempre en casa. Cuando eres más grande, te das cuenta que es algo que se hace en Jaén. Y comparada con otras muchas cervezas, era la mejor. La Alcázar era como tus padres, nunca piensas que te van a dejar. Valoré todo lo que representaba en mi vida cuando se dejó de fabricar. Ese día me arrancaron parte del corazón. Me lo tomé muy mal.
—Cervezas Alcázar marcó a muchas generaciones.
—Así es. Era algo que no podía faltar en una casa jiennense, como el Jack Daniel's para los americanos. Un icono de aquí, de la tierra. Además, de mucha calidad.
—¿Bebe Cruzcampo?
—Por supuesto. La Cruzial, por ejemplo, sabe parecida al Alcázar. Lo cierto es que me gusta mucho la cerveza, todas las marcas.
—Le pregunto todo esto, porque Alcázar y la cerveza tienen mucho que ver con El Creata.
—Había mucha gente que ya utilizaba la marca, pero es cierto que muchos me conocen por las "chuminás" que he diseñado, como el "Friscuter" o "El Señor de los Litrillos: las dos Torres".
—¿Cualquier tiempo pasado fue mejor en Jaén? ¿Le gusta el Jaén de ahora?
—Con la edad, ves las cosas de distinta manera. Hace unos meses, fui con mis hijos donde vivía y vi el patio en el que jugaba enano. Cuando era niño me parecía enorme. Tengo recuerdos de mi infancia y de mi juventud buenísimos, de la San Carlos, de los locales, de los parques... Echo de menos ciertas cosas, pero no puedes quedarte anclado en el pasado. Debes construir. Ahora pienso más en mis hijos que en mí, y quiero valoren las cosas, lo que hay, lo que no hay. Un día me sorprendió mi hijo cuando me preguntó por el parque acuático y cuándo lo iban a acabar. Yo le respondí que cuando veamos el tranvía funcionar. Entonces me insistió: ¿Por qué en Jaén empiezan tantas cosas y no acaban ninguna? Le salió solo a un niño de ocho años. Salvando todas esas cosas que están a medio hacer, Jaén debe ir creciendo.
—¿Pero le agrada de lo que ve?
—Me gustas cosas y me disgustan otras muchísimas.
—¿Y qué le gusta y le disgusta de su ciudad?
—Me encanta el potencial que hay en mucha gente. Siempre ha sido una ciudad en la que se vive muy a gusto. No necesitas coche para moverte, como ocurre en las grandes capitales. Aquí, lo tienes todo a mano. Puedes comer en casa e, incluso, echarte una siesta en verano. Todo es muy accesible. No me gusta, por ejemplo, que se eternicen los proyectos. Si empiezas algo, que cuesta mucha pasta, lo mínimo es acabarlo. Ver el tranvía tanto tiempo en las cocheras o el parque acuático destrozado, duele mucho. Es dinero nuestro que, al final, va a la basura. El día que se abra el Museo de Arte Íbero, lloraré, porque lleva tantos años ahí que tenemos muchas ganas de verlo. Ojalá también hagan el Palacio de Deportes, porque es un lujo tener aquí un equipazo como el Jaén Paraíso Interior.
—Recuerda aquel programa de televisión que se llamaba "Si yo fuera presidente", de Fernando García Tola. ¿Y si usted fuera alcalde de Jaén?
—Le diría, no gracias. Zapatero a tus zapatos. En cambio, me haría mucha ilusión hacer cosas en Cultura. No le hablo de concejal, sino de participar en ciertas decisiones. Poder hacer cosas.
—¿Echa en falta de que los tengan en cuenta?
—La verdad es que sí. Por ejemplo, en el tema de la música. Que no se pueda tocar en locales no me parece bien, cuando antes había lugares como el Chubby Cheek o Iroquai -en paz descansen- que eran una maravilla. Les dabas la oportunidad a gente para que tocara. Alguna solución tendrá, porque antes se podía.
—Le doy la razón. Es una lástima que el Ayuntamiento no les pida opinión a los que, precisamente, más saben de cultura en la ciudad.
—A mí, personalmente, poco me llaman, salvo para un trabajo del que nunca se supo. Puedo opinar de lo que sé, como, por ejemplo, el cartel de la feria. Lo ha hecho un técnico, que sigo desde el año 92, y guardaba muchas cosas buenas que hacía, como el cuadernillo de Carnaval. Pero estamos en 2017 y eso ya no funciona por la sencilla razón de que se debería contratar a profesionales en la materia, que los hay y muy buenos por cierto. Lo que no acabo de entender es que en otros lugares se saque a concurso y aquí no. No me meto con el nivel o la calidad de este señor, pero se ha convertido en costumbre esperar al cartel para fusilarlo. Si fuera solo un año, pues vale, pero son todas las ediciones. Entonces, algo falla. Contrata a una persona o convoca un concurso. Tenemos un filón en la Escuela de Arte José Nogué. El Ayuntamiento debería apostar por el diseño, por algo de calidad, con un jurado o unas votaciones populares. Lo hacen en otros sitios. Hablo de esto porque es lo que más me toca directamente. Lo que ocurre es que si lo hacen con esto, lo repetirán con otras cosas, y, al final, esto se convierte en un cortijo. Lo triste de todo esto, es que es la imagen que se da de Jaén fuera. Siempre espero a ver el de Málaga, porque es una pasada. Hasta Carchelejo se lo curra, con unas bases que premian mucho la calidad.
—¿Cree que aprovechamos poco la Escuela de Arte?
—Las instituciones que conozco, poco, pero sí hay gente que cree y apuesta por sus alumnos. Es un diamante en bruto que algunas empresas -de aceite, por ejemplo- comienzan a aprovechar su talento. Es una escuela muy potente para Jaén. Si más gente apostara por ellos, pues ensalzarían su labor. Yo fui alumno, y no tuve esas oportunidades.
—Vivimos tiempos convulsos. ¿Cómo se ven desde la mirada de un creativo?
—Reconozco que soy un tipo políticamente correcto. A veces me pringo y me tiro al barro y otras por prudencia, no. Más que nada por no molestar a la gente. Ahora a los que lían el picatoste, no me importa decirles cuatro cosas. El otro día hice un comentario sobre el mensaje real y hubo gente que se molestó. Le pedí disculpas. Mi intención no era ofender a nadie, sino criticar algo que pensé que se hizo tarde y rápido, por salir del paso. Sobre el tema catalán, tengo mi opinión. Creo que hay mucha manipulación, por un lado y por el otro, y al final no te fías de nadie. No me gusta el odio, los malos rollos, los rencores; quiero que la gente viva en paz y se lleve bien. Es cierto que la situación es un filón para los creativos, pero prefiero no tocarla. Hay otros que sí.
—¿A qué le gusta sacarle punta?
—En temas políticos no me gusta meterme mucho. Entiendo lo que veo. Saco mis conclusiones, si bien es cierto que hay cosas evidentes de las que te puedes reír sin ofender a nadie. Por ejemplo, fue la abdicación del Rey. Aquello fue un filonaco de no te menees. Podías hacer chistes sin parar. Estaba en el banco esperando en la cola y estaba frito por acabar para irme a casa y hacer coñas. La política da mucho juego porque siempre tienes a alguien a quien culpar. Es un arma arrojadiza a la que le puedes sacar mucha punta. Rajoy es un personaje muy cómico. Sin embargo, Aznar y González no me invitan a nada porque los tengo atravesados. Rajoy sí, aunque luego me da penica. También hago cosas de temas sociales que solo pongo la imagen y dejo a la gente que piense por sí sola. Se puede hacer caricatura de todo. Pasa, por ejemplo, cuando muere alguien. Twitter, que es la red más cañera, se pasa muchas veces. Ocurrió con Joe Cocker. Muchas veces nos pasamos porque hay exceso de libertad, ya que muchos están escondidos detrás de una imagen o de un fake.
—¿Hacen falta más publicaciones como El Jueves o Mongolia?
—Si, por supuesto. Me gusta oler el papel, la tinta de la imprenta, y máxime de este tipo de publicaciones. Molan mucho. Eso sí, yo soy de los que compran El Jueves y Vogue a la vez. Cuando tengo que hacer viajes, leo Vogue, Telva o El Jueves. La gente me mira raro, pero es que tengo gustos dispares. Mongolia es el súmmum de dar caña. El Jueves es más comedido. Luego están las viñetas en los periódicos. Aquí tenemos a dos grandes como Juan Carlos Contreras o Arturo Molero. Son dos cracks. Hay que ser críticos y nadie se debe molestar por ello. Tienes que reírte de tu sombra. De mí se han reído siempre. Cuando era pequeño me decían que era el eslabón perdido, por la mandíbula. Pues no pasa nada. Al principio, te puede molestar, pero luego aprendes a convivir con ello. Hace falta gente que dé caña.
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