Una mirada de justicia a la figura del obispo del XVII Baltasar de Moscoso y Sandoval
El cardenal gallego impulsó las obras de la Catedral de Jaén durante su episcopado
La aspiración de muchos jiennenses de hoy en día es que su Catedral se convierta en monumento Patrimonio de la Humanidad y entre en la lista que la Unesco reserva a las maravillas del mundo, para comprometer a la sociedad actual en su conservación. Pero hace cuatro siglos, la preocupación en torno al templo mayor era otra. Por lo pronto, terminarlo, un sueño que sin la implicación de muchos no hubiera sido posible.
Entre esos hombres sin cuya participación la Plaza de Santa María de la capital de la provincia sería otra cosa se halla el cardenal Baltasar de Moscoso y Sandoval, un gallego de Altamira que, al frente de la diócesis del Santo Reino, se volcó en renovar la Iglesia de Jaén y, con ella, en darle un buen empujón a las obras catedralicias. Tanto caló esta tierra en el alma del purpurado que nunca olvidó sus necesidades, ni siquiera cuando tuvo que dejarla para ocupar el sillón episcopal primado, como arzobispo de Toledo.
Introductor de los postulados tridentinos en la Iglesia provincial, a su amor al arte (literalmente hablando) se deben muchas de las piezas que enriquecieron el tesoro de la Catedral y la Catedral misma, que después de décadas de parón tuvieron en este cardenal gallego a uno de sus más entusiastas impulsores.
Por estos y otros motivos, la Universidad de Jaén ha querido mostrar su tributo a tan importante figura con una interesantísima exposición que, desde el pasado 1 de octubre, se puede disfrutar en el espacio Obra invitada de la Antigua Escuela de Magisterio, en pleno centro de la ciudad. Sí, hasta el próximo 4 de diciembre es posible remontarse cuatro siglos atrás y, en un espacio que invita a la contemplación y la reflexión, preguntarse hasta qué punto se les ha hecho justicia a quienes, en un tiempo en pañales tecnológicos y, en una época en tantas cosas oscura, procuraron luz y, desde el pasado, (el mejor profeta del futuro, según Byron) alumbraron el presente.
La muestra conmemora el cuarto centenario de la llegada de Baltasar de Moscoso y Sandoval a Jaén allá por 1619, y lo hace poniendo a disposición del visitante un no muy extenso pero intenso catálogo de piezas capitales para entender la trascendencia del altamirano en la historia diocesana. Entre esas joyas cabe destacar el plano catedralicio más antiguo de los conservados, que en 1641 levantó el arquitecto Juan de Aranda y que evidencia el respeto a la propuesta original del maestro Vandelvira; orfebrería, libros sinodales y hasta un retrato del obispo, circunspecto y sacado de su cotidiano emplazamiento en la galería episcopal para ponerle rostro, a los ojos de los jiennenses, a un prelado que, por sus méritos, bien merecería (o eso dicen muchos) un rótulo con su nombre en cualquiera de las calles que lamen el templo de la Asunción.
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