"Desde el principio trabajamos la despedida con los niños"
Una joven pareja marteña comparte con los lectores de Lacontradejaén su experiencia como familia de acogida para menores españoles
"Tenemos nuestra cosilla en el estómago, ya se va viendo el final, es una tristeza pero también una alegría. ¡Llevan aquí tanto tiempo!, pero estamos alegres, porque necesitan tener unos padres para siempre".
Así explica Rocío Díaz lo que siente a día de hoy ante el cada vez más próximo momento de decirles adiós a los tres pequeños que desde hace catorce meses han encontrado un verdadero hogar en el domicilio marteño de la pareja formada por Díaz y su marido, Jesús Espinosa: sí, un sitio en el que son esperados, según la poética definición de hogar que firma Antonio Gala.
Un joven matrimonio (ella tiene veinticinco años y él, treinta y uno) cuyo compromiso solidario los llevó a abrir las puertas de su casa a niños procedentes de núcleos desestructurados, una emocionantísima experiencia de acogimiento familiar que, hoy, comparten con los lectores de este periódico.
'MUCHO MÁS QUE DOS'
Diez años llevan unidos Rocío y Jesús, según aclara su 50 por ciento femenino. Una década en la que han tenido tiempo de derrochar hospitalidad sin importarles las fronteras, el color de la piel, el acento... "A los cuatro años de estar juntos, yo me interesé por el tema de los niños saharauis y al final terminé arrastrándole a él también". Y es que, en esto, como canta Sabina, dos no son igual que uno más uno.
Así empezó todo, y así continuó hasta que, años más tarde y a través de unos amigos participantes en el proyecto de acogimiento familiar para niños españoles, se involucraron ellos también. Hicieron los "papeleos" pertinentes, superaron encuestas y valoraciones impulsados por la asociación Apraf y, sin ser "ricos" pero sí con una vida estable, se convirtieron en potenciales "guardadores":
"Acogemos a niños con problemas, a los que sus familias, por desgracia, no pueden cuidarlos; se los retiran y van a un centro, pero se intenta que alguna familia los acojan durante un tiempo, el proceso que dure la reconstrucción de sus hogares o hasta que pasen a adopción", explica Díaz, y apostilla: "Hay casos de maltrato, de violencia, de problemas económicos... de todo".
Tan claro tienen lo que hacen que, aun en estado de buena esperanza de su primera criatura, no renuncian a su labor, que cuando llegue al mundo seguro que no le falta chupete, pañales, juguetes... y hermanos si no de sangre, sí de alma.
Porque ni viajar ni aprovechar el tiempo para ellos solos, para disfrutar del fruto de su trabajo no más allá de los límites blandos de las páginas de su libro de familia: "Cuando nazca, queremos seguir acogiendo niños", sentencian.
CINCO EN CASA
Por lo pronto, ahora mismo son cinco en casa: "Son tres hermanos, de seis a diez años; primero nos trajimos a dos, los pequeños, y el mayor fue a un centro, pero cuando los veíamos en las visitas, a ellos y a nosotros se nos partía el corazón", recuerda Rocío.
Tres 'locos bajitos', diría Serrat, que solo les aportan "cosas buenas": "Nos dan mucha fuerza, mucha unión, los ves juntos y dices '¡madre mía, cómo estos niños han pasado tanto y están así, felices y unidos; nos aportan mucho". En ese 'mucho', hay que decirlo, de todo menos tranquilidad: "No, eso no", certifica la marteña.
Son como una verdadera familia. Incluso abuelos, titos, primos... están totalmente entregados, volcados en construir el mejor de los recuerdos de infancia en la memoria de estos tres pequeños: "Si a mi marido y a mí nos coinciden los trabajos, por ejemplo, los dejamos con mi madre o con mi suegra... ¡Lo normal, como en cualquier casa!", exclama.
AFRONTAR LA DESPEDIDA
Pero todo termina, hasta lo bueno, y después de año y pico de tranquilidad saben que se acerca la despedida, camino de un hogar definitivo:
"Lo hemos trabajado desde el principio, no queríamos que llegaran los niños y darselo todo bonito, sabíamos perfectamente que era algo temporal. Somos un puente, estamos a un lado, los cogemos, porque la familia no puede, y en el otro lado hay otra familia ya para siempre", expresa Rocío Díaz, satisfecha y feliz pese a la certeza del adiós:
"Pienso que han estado juntos y no en un centro, con nosotros, que han aprendido mucho, que venían sin saber nada y se van sabiéndolo todo, venían sin normas y se van con normas y rutinas. Es un reto conseguido", celebra.
Un reto conseguido y mucho más: la muestra evidente de que en la satisfacción de ayudar como ellos lo hace va, también, su correspondiente cuota de mal rato. Doble valor, en tanto esta forma de compromiso implica renuncia, eso que, según Pessoa, es una de las formas más grandes del amor.
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