
SER FAMILIA COLABORADORA, DAR AMOR PARA CRECER
La linarense Ana Armenteros relata el proceso para dar un recurso educativo y emocional a un menor adolescente; Crecer con Futuro busca más familias colaboradoras en la provincia
Ana Armenteros y Francisco Navarro, un matrimonio de Linares con dos hijos de nueve y seis años, ha abierto las puertas de su hogar a Pablo —nombre ficticio para proteger su identidad—, un menor de 15 años que ya es uno más los fines de semana y las vacaciones. La pareja optó por ser familia colaboradora, un recurso que brinda oportunidades a niños y adolescentes que están en centros de protección de la provincia. Hasta 166 menores de Jaén esperan gozar de la alternativa que ya disfruta Pablo. "Al final, transformas la palabra miedo en un reto que te pide el corazón", resume Armenteros en declaraciones a este periódico.
Todos crecen cuando una persona da el paso y abre la puerta de ser familia colaboradora. El niño o la niña que tiene un nuevo hogar en fines de semana y en los períodos vacacionales; la familia de destino, desde el padre o la madre hasta los hermanos, si los hay, y la sociedad, pues hay reciben empatía y amor quienes llegan desde contextos vulnerables.
Pablo tiene el abrigo de su familia colaboradora, en los espacios y tiempos señalados desde el pasado mes de febrero. "Yo soy maestra de Primaria, lo conocía y surgió la posibilidad de acompañarlo porque en Salesianos es habitual", recuerda la docente. A partir de entonces acudió al Centro de Menores donde estaba Pablo y, tras el control pertinente y el impulso de Aldeas Infantiles, comenzaron los primeros encuentros, que comprendían desde pasar una merienda juntos hasta paseos por Linares.
"Él no sabía nada de la familia, llegó a un lugar nuevo", señala Ana Armenteros acerca de la convivencia con Carla y Hugo, sus hijos biológicos. Pablo también conoció a Francisco Navarro, mecánico de profesión. Entraba un adolescente a casa y todos celebraron la actitud abierta del joven. "Se adaptó desde el principio y en todo momento. Estaba muy receptivo con los niños, siempre atento a ellos. Por su historia y por donde viene, es una persona acostumbrada a tratar con menores", recuerda la maestra.
Pablo disfrutó del verano con la familia colaboradora, integrado al cien por cien. Una vez, en medio de tanta felicidad nueva, le preguntó a Ana Armenteros:
—¿Por qué yo? ¿Por qué me habéis querido a mí, si hay niños pequeños y yo tengo 15 años?
La preguntaba se repitió más de una vez más, las ocasiones suficientes para que la familia colaboradora articulara una respuesta en tres bloques:
—Lo hacemos ahora porque ha tenido que ser ahora; no hay explicación a nivel de palabras, y te queremos como eres.
EL PROCESO: NO HAY PERFIL Y CADA VEZ SE ANIMAN MÁS HOMBRES
Gema Carrasco (Huelva, 1979) es la coordinadora andaluza del programa Crecer con Futuro, también el nombre de la ONG que empezó a operar en 2004, dependiente de la Consejería de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad. Consultada por este diario acerca del perfil de familia colaboradora, la también docente aclara que no hay ninguno marcado y que es posible asumir el rol en diferentes circunstancias: solteros con hijos, solteros sin hijos, matrimonio con hijos en casa o parejas ya con con prole independizada. "Todo tipo de perfil es necesario, porque cada niño necesita algo distinto", subraya.
El proceso de los interesados pasa por contactar con Crecer con Futuro, desde la web oficial, las redes o también en el correo familias@crecerconfuturo.org. La primera acción es el café informativo, que realiza vía Zoom. El próximo día 22 de octubre habrá dos turnos, a las 11:00 y a las 17:00 horas.
Después, llega la entrevista con la familia colaboradora y los profesionales escrutan la motivación, las expectativas y la situación de cada interesado. No hay fijos unos ingresos tipo, de manera que el recurso está pensado para cualquier trabajador y escapa a lo elitista —sólo se cubre económicamente al menor en fines de semana y en vacaciones. El siguiente paso es la formación, obligatoria por ley, donde también se certifica que en las futuras familias colaboradoras no haya delitos penales ni sexuales.
"El servicio de protección de menores analiza si hay coincidencia de perfiles entre las familias que esperan y los niños que están en los centros", describe Gema Carrasco. A partir de ahí llegan las visitas a la casa y las entrevista a las familias. Y si el informe es favorable, comienzan los contactos progresivos —la merienda conjunta en el entorno del centro, por ejemplo— hasta el primer fin de semana en el nuevo hogar.
Carrasco aclara que la última palabra siempre es de los menores y que el recurso continúa hasta que el niño alcanza la mayoría de edad. "Necesitamos familias en Jaén, el acompañamiento que aportan las familias colaboradoras es muy importante", remarca. La ONG ha lanzado la campaña A Contratiempo, que destaca que más de 2.400 niños y niñas de Andalucía viven en centros de protección de menores.
"ME DA PAZ INTERIOR, CARIÑO Y NOTO SU EVOLUCIÓN"
¿Qué frena a quienes quieren dar el paso y no lo hacen? Si es el miedo a la familia de origen del menor, desde Crecer con Futuro aclaran que la familia colaboradora no tiene nada que gestionar con la biológica. Bienvenida es la relación entre ambas cuando se da de forma natural.
"El otro miedo recurrente es hacerlo mal y provocar daño", señala Gema Carrasco. Ante una preocupación humana, una argumentación razonable: "Tú das lo mejor que puedes, y si llegan los errores, se subsanan y te abres al asesoramiento".
La propia convivencia con los hijos biológicos, los conflictos que puedan darse como parte de la vida, asoman como otra traba para ser familia colaboradora. "La rutina puede ser más complicada, pero le estás dando una oportunidad a un niño o una niña que sin ti no la tendría nunca", argumenta Carrasco.
Porque el miedo, repite Ana Armenteros, en realidad es un reto. "A quienes quieran intentarlo les digo que si sienten que pueden aportar algo, que se lancen. El único requisito es compartir un tiempo determinado, el compromiso no es más que dar a otra persona lo que tú ya vives", sintetiza.
También el menor que llega regala y aporta. "A mí me ha dado paz interior, cariño con muchos abrazos. Y felicidad, porque al final notas su evolución: él gana confianza y ahora está tranquilo", valora.
Pablo estudia el Bachillerato de Ciencias de la Salud. Armenteros sabe que hay un ingeniero en ciernes en un niño "noble y humilde". Esta historia, la de la familia colaboradora que abre la puerta a un nuevo miembro durante un tiempo, ha avanzado a un nuevo capítulo más comprometido: el matrimonio de Linares está en el proceso para acoger a Pablo como un hijo más, las veinticuatro horas del día. Pasarán a ser familia acogedora.
Antes de la decisión, los padres consultaron con sus hijos biológicos.
—¿Seguimos?
Los menores asintieron sin dudas. Pablo es ya su hermano, y el relato, redondo y bellísimo, recuerda al adolescente, que llegó a la casa con la pregunta de por qué él y no otro, que las circunstancias siempre condicionan, pero no determinan. Todo es posible, más aún si hay ganas de ayudar al otro.
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