Madrileño de cuna, catalán de vivencia y, sobre todo, un beatense más

Fernando García Garreta acoge con emoción y alegría su nombramiento como hijo adoptivo de Beas de Segura, donde tiene un museo con su nombre
"Muy contento". Así está el polifacético Fernando García Garreta (Arganda del Rey, Madrid, 1939) desde que recibió la noticia de que el municipio de Beas de Segura le ha concedido una de sus más altas distinciones: el nombramiento de hijo adoptivo.
Un honor que recibe honradísimo y que no hace otra cosa que refrendar ese vínculo ya casi indisoluble entre este médico, licenciado en Geografía e Historia y en Historia del Arte y enamorado del humor, cuya afición lo llevó a reunir una inmensa y valiosísima colección de publicaciones clásicas del género que, desde hace varios lustros, conforman el acervo de un museo de visita más que recomendable, al que cedió sus tesoros y que, además, lleva su nombre.
"Me vinculé a Beas de forma casual, teníamos una casita en Acebo (Cáceres), de cuarenta metros; en aquellos tiempos yo ya coleccionaba revistas, tenía el domicilio en Reus (Tarragona) y no me cabían las cosas, tenia en mente ya comprar algo si me salía una cosa buena", explica a Lacontradejaén, y apostilla:
"Un día llegó a la consulta un señor de Beas, Gabriel Villar Nieto, y me dijo que iba a vender una casa; al cabo de quince días volvió y me enseñó unas fotografías; como por entonces acababa de nacer mi primer nieto, en Córdoba, aprovechamos el viaje para pasar por el pueblo y ver la casa".
En aquella primera visita ignoraban la historia del inmueble, su uso como palacio o la estancia de la mismísima Santa Teresa de Jesús entre sus muros... "Pero vimos que había un mirador excelente y unas puertas soberbias del siglo XVI. La casa estaba en muy malas condiciones, había peligro de derrumbe incluso; una cuñada se ofreció a ayudarme también, nos animamos y la compramos". Corría el año 1992.
Una inversión que, seguramente, Fernando y su esposa ignoraban que habría de convertirse en la más entrañable de sus vidas, hasta el punto de que, a estas alturas, llevan quince años empadronados en el municipio serrano, como dos beatenses más.
"Empezamos a arreglarla y como me gusta mucho el arte, fuimos un día a Lisboa, al Museo del Azulejo, y vi unos hispanoárabes, los fotografié y un amigo, ingeniero, de Reus (una bellísima persona) me hizo un molde, primero en yeso; luego lo hice en bronce y fue fenomenal, un éxito soberbio". O lo que es lo mismo: cinco o seis mil azulejos elaborados por el propio García Garreta que son uno de los más singulares atractivos de esta casona.
No extraña, pues, que sus paisanos adoptivos estén encantados con él: "El alcalde me ha dicho que la gente lo ha apoyado mucho, y los humoristas se han volcado", celebra. Y comoquiera que acaban de deshacerse de sus dos viviendas tarraconenses, todo parece indicar que Beas es y seguirá siendo su paisaje definitivo. "Tenemos una casita en El Bierzo, ¡pero como nieve no podemos salir!", comenta entre risas. Lo dicho, que se quedan.
"La gente de Beas me quiere mucho, y yo a ellos también". Un aprecio recíproco que el nombramiento de hijo adoptivo eterniza.
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