El UMA Antequera se doctora con cum laude
Los universitarios se convierten en el primer equipo de Segunda División que consigue un título en el que participan equipos de Primera ante el Viña Albali Valdepeñas, que era el claro favorito
El ambiente era festivo, sobre todo por la mayoría de aficionados azulones que se movían por las inmediaciones del Olivo Arena. El Viña Albali había desplazado a tanta gente a Jaén que creía jugar de local. Sentían la obligación de vencer y, como tales, incluso aplaudieron la llegada del autobús del UMA Antequera a modo de reconocimiento por su trayectoria y casi como mensaje: enhorabuena por vuestro camino que acaba hoy. Quizá esa condescendencia era suficiente para motivar todavía más a los universitarios en su primera final a nivel absoluto.
Lo primero que sorprendió al saltar a la pista es que el Valdepeñas abandonó su azul tradicional para vestirse de amarillo, como si quisiera aunar los adeptos del Jaén FS que se personaron en el Olivo Arena. O por retar a la mala suerte. Lo cierto es que los oriundos de la provincia andaluza lo tenían claro: el único equipo que quería triunfar era el que vestía de verde, sus paisanos malagueños. También así lo creía Burrito, el único jugador de la plantilla que sabía lo que era levantar un título, que evidenció su experiencia con un inicio espectacular en la selva de la tensión, tanto en defensa como en ataque, por el desparpajo que mostró.
Era difícil contrarrestar el talento con la ilusión, pero el UMA Antequera gozó de ciertas ocasiones cuando el Valdepeñas mostró músculo. Avasallaron hasta el momento en el que Lazarevic quiso, concretamente a los seis minutos. Una falta lanzada por el serbio siguió el camino de la semifinal: cambió el rumbo con sus acciones. Es diferencial, aun estando tocado. Lo que nadie anticipaba es que la respuesta iba a llegar apenas un minuto después, cuando Miguel calcó los dos primeros goles contra Industrias desde el costado izquierdo. Medio pabellón, el que no era azul, vibró. El encuentro era un correcalles y el único que no tenía presión, por no estar en el lugar donde correspondía, eran los universitarios. La presión no iba con ellos. Por eso Davilillo metió la pierna en el segundo palo y reinó en el caos, porque lo peor que les iba a pasar era llevarse una medalla de plata. Estaban ganando una final (2-1) tras cargarse a cuatro equipos de superior categoría. Iban a por el quinto.
Era el escenario que David Ramos no quería ver ni en pesadillas: verse condicionado emocionalmente con la evidente etiqueta de favorito. En el otro escenario, casualmente, era Burrito quien se sentía en la más absoluta gloria, jugueteando con los hilos de la final como si fueran los nervios contrarios. Tenían el tiempo a favor. Tanto, que incluso Cobarro disfrutó de una ocasión clara cuando Edu saltó a campo contrario y erró. Taponó Rafael y, en la siguiente jugada, Lemine no acertó a controlar un balón fácil, algo que ocurre en una ocasión de cada millar. El UMA era un puma, oliendo todo lo que fueran dudas. Otra jugada personal del Burrito, con caño incluido, permitió un disparo al palo y el posterior rechace no tuvo dudas para que Óscar la embocara. La confianza en el deporte (3-1). La nota al descanso no podía ser inferior al cum laude.
La segunda parte siguió ahondando en la llaga manchega: imprecisión en los disparos y extrañas tomas de decisiones. La anarquía en la que se estaba convirtiendo la batalla sólo beneficiaba al cuadro antequerano. Además lo hacía con la nobleza típica del juego limpio, trofeo honorífico con el que tantas veces ha sido galardonado. Incluso el pívot Pablo se veía con la capacidad de bajar un meteorito en presencia de Rafael, darse la vuelta, colarse cual renacuajo entre dos contrarios y provocar un córner. Se trataba de algo mágico, divino, impensable.
La imagen de la desesperación vinícola era Matheus Preá, que con tarjeta amarilla se iba apropiando de más boletos para conseguir la segunda. Mientras tanto, el UMA iba sumando ocasiones al contraataque que alimentaban su ego. Con el paso de los minutos el Valdepeñas se vio obligado a dar un paso adelante, aunque fuera de forma desordenada, como si las oportunidades llegaran caídas del árbol por plena madurez. Ahí Cone se hizo gigante, ocupando el mayor espacio posible en los disparos a bocajarro que le llegaban. Sólo le faltaba la capa.
En el peor momento, Humberto recortó distancias y avivó toda esperanza manchega. La inercia del gol le servía de combustible y, a pesar de ella, seguía habiendo espacio en defensa. No estaba todo hecho. Sobre todo porque era difícil que al UMA se le fuera el complejo de equipo inferior. No lo hizo cuando su capitán, Miguel, se fue en camilla y ensangrentado. Todo compromiso era poco y se traducía en motivación.
El portero-jugador era el último recurso valdepeñero para salvar la final y provocar la prórroga. Nano o Rafael como quinto hombre a falta de 150 segundos. Nada de ello pudo frenar la Historia, que acabó rompiéndose con el pitido final y la constatación de un hecho inédito: el UMA Antequera se convertía en el primer club de Segunda División que conseguía un título en el que participaban equipos de Primera. El fútbol sala es mágico y ellos encontraron la varita.
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