Fortunato Escobar: con Baeza metida en el corazón

Lleva casi sesenta años en Málaga, pero ni un solo día de su larga vida ha olvidado su tierra natal, de la que dice que le da vida cuando vuelve a pisarla
"Allí el cielo eras tú, ciudad que en él morabas...", escribió el Nobel Aleixandre de la ciudad del paraíso, la Málaga de su infancia, pero bien podría haberlos redactado pensando en Baeza, "ciudad graciosa, ciudad honda", la tierra natal de Fortunato Escobar Parrilla.
Un enamorado de su patria chica que, a sus ochenta y ocho veranos, no deja de añorar ni un solo día el municipio de La Loma donde vio la luz primera, por más gozoso que sea eso de residir a orillas del Mediterráneo y poblar, in situ, los paisajes de Ocón y Rivas.
"Llevo en Málaga desde el año 1964; me vine por trabajo, me metí en el tema de la venta de libros en la Editorial Aguilar, después pasé a otra y por último estuve como delegado de Planeta en Andalucía".
Una aventura profesional que, como al Alberti de Marinero en tierra, lo desenterró del mar de olivos para construir una nueva vida en la capital de la Costa del Sol; pero de ahí a desarraigarle el alma de su Baeza natal, va un trecho muy pero que muy largo: "Llevo toda una vida en Málaga, pero soy mucho más baezano que malagueño", asegura a Lacontradejaén.
Allí contrajo matrimonio con María Fernanda, una melillense criada en Manzanares con la que ha cumplido ya cincuenta y siete años juntos "y cada día más enamorados", afirma; tuvo a sus tres hijos y disfruta de sus seis nietos con la certeza (eso sí) de que en el Santo Reino está su Ítaca, el cofre donde encontrar la kryptonita necesaria para tomar aire y seguir:
"Cuando voy a Baeza, a Jaén, a la provincia, tomo vida para otros seis o siete meses. Luego me voy de crucero otros seis o siete meses. Por eso he llegado a viejo", severa, irónico y con un sentido del humor tan fresco como las sardinas condenadas al espeto.
A más de uno le sonará (cuando lea este reportaje) ese apellido, Escobar, campeando con luces de neón en la baezana Plaza del reloj, junto a la torre de los Aliatares, donde el abuelo de Fortunato tuvo el primer establecimiento de su conocida sastrería, que antes se ubicaba en Las Barreras: "Yo también trabajé algo en la sastrería, pero muy de vez en cuando, muy poco", evoca.
De aquella ciudad queda muy poco, por no decir casi nada, tras la afortunada transformación que, a los ojos de Escobar, ha experimentado su pueblo:
"Cuando yo me vine de Baeza en el año 64 había un cartel que decía 'Se vende este pueblo'; hoy, gracias a Dios, no se vende, lo cogería uno y lo guardaría en su corazón. Ha cambiado para mucho mejor, sobre todo desde que llegó José Luis Puche como alcalde, que en paz descanse", sentencia.
'EMBAJADOR' DE LA MORENITA EN MÁLAGA
De sus tiempos de vecino del municipio machadiano conserva, entre otras muchas cosas, su adscripción a la Cofradía de la Veracruz; hermano ahora de la Caridad malagueña, su nombre está escrito con letras de oro en la historia de la devoción a la Virgen de la Cabeza en tierras malacitanas, donde cofundó la hermandad de la Morenita y sigue difundiendo y extendiendo la veneración a la 'aceituna bendita' de Sierra Morena.
Presidente (ocho años) y vicepresidente (alrededor de dos décadas) de la Casa de Jaén en Málaga, Fortunato Escobar Parrilla destaca, destaca mucho como jiennense, como baezano, entre los nada más y nada menos que 35.000 hijos del Santo Reino afincados en la cuna de Picasso.
Allí se desenvuelve como pez en el agua pero (lo dice él mismo), "añorando muchísimo a Baeza" pero con esa nostalgia de la que hablaba el genial pintor, la que no duele.
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