Hemos ganado los de siempre
Escribo estas líneas mordiéndome, literalmente, las uñas de la mano izquierda sin saber aún quién ha ganado. Si ha ganado España o la Antiespaña. Si ha triunfado el trabajo bien hecho, la tradición, la Historia; o bien la trapacería, el chanchulleo, el resentimiento. Si hemos ganado, como diría el alcalde de Amanece que no es poco, “los de siempre”.
Desde el mes de septiembre, los dos bandos se han batido en una lucha sin cuartel, acaparando todo el interés en detrimento de un tercer rival, “la tercera vía” que, aunque suele caer simpático a todo el mundo, carece del hervor necesario para estar a la altura de los dos grandes contendientes.
Pero este domingo se habrá hecho justicia, de eso no cabe duda alguna. Y nos habremos quedado un poco vacíos, sin tema de conversación en las pausas laborales, en las reuniones de amigos. Miraremos el periódico buscando nuestra ración diaria de culebrón, pero todo lo que encontraremos serán cábalas, rumores, nombres futuribles y la brumosa esperanza de que, pasado el verano, todo volverá a la normalidad. La rutina es el mejor sedante, sin duda.
Volveremos, sí, a ondear nuestra banderita; el perdedor renovará sus ánimos de revancha, el vencedor tratará de mantener su hegemonía. Y así, marcharemos en fila con la vista puesta en la próxima gran cita entonando himnos huecos, apoyando a los nuestros hasta la muerte y pese a todo.
Pese a todo, algunos románticos incorregibles seguirán lamentando la muerte de algo hermoso a manos del mero mercantilismo, recordando tiempos que fueron mejores tan solo en su imaginación porque siempre se ha tratado de lo mismo, de imponerse al contrario para poder decir que uno puede. Que de verdad puede.
A mí, esto, cada vez me interesa menos. Es como asistir a un espectáculo de magia conociendo de antemano los trucos. Como volver a ver Romeo y Julieta confiando en que esta vez todo saldrá bien, que Fray Lorenzo llegará a tiempo. Es como beber leche de almendras y llamarlo “leche”. Pero yo soy un bicho raro, no me hagan caso. Lo importante es la felicidad de las gentes que hoy tienen algo que celebrar, una victoria vicaria que al menos les haga dormir con una sonrisa de oreja a oreja en espera de emprender mañana otra jornada laboral o desempleada y poder decirle orgullosos al mundo entero: “Hemos ganado” o “Somos los mejores” o algo así en plural.
En espera del desenlace, mientras escribo, solo puedo desearos suerte. Da igual como te llames, Pedro, Cristiano, Susana, Leonel… Gracias por hacernos, al menos hoy, un poquito más felices y mejores. Al fin y al cabo, son estos fugaces instantes los únicos que cuentan.
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