"He conocido un mundo nuevo con mi enfermedad"
El paso del tiempo ha querido que Fátima Jerez Rojas (Jaén, 1974) haya pasado de contar la realidad a presidir la Asociación de la Prensa y a vivir en lo personal una realidad nueva e inesperada. Curtida en medios locales (Nuevo Semanario, Diario Jaén, Canal Sur) y en gabinetes de partidos políticos y de organizaciones, mantiene el vínculo con Cáritas, donde ella luchó por la figura de un comunicador.
Alejada de las redacciones por motivos de salud, Jerez sabe lo que son horas y horas de ajetreo. Ahora el panorama de los medios ha cambiado, con el boom digital y las ventajas y los contras de las redes sociales. La presidenta de la Asociación de la Prensa analiza la actualidad, siempre reportera, en el café La Mona de Jaén. Ella también ha descubierto, por motivos que nada tienen que ver con el periodismo, otra mirada. De la provincia y del mundo.
—¿Qué tal ha ido con el directorio de periodistas de la provincia?
—Estamos terminando el trabajo de campo. A comienzos de esta semana, había 188 personas inscritas. Aun así, sabemos que aún queda gente que no se ha inscrito. Superaremos, seguro, los 200 profesionales de la información. Una vez que concluyamos el trabajo de campo volcaremos los datos en el programa informático que nos desarrolla Software del Sol, que colabora con nosotros en este proyecto. Con esta información tendremos una idea más clara de cómo está el oficio en la provincia, aparte de otras cuestiones como el porcentaje de mujeres, autónomos… Son datos nuevos que aún no teníamos.
—¿Han hecho sugerencias o aportaciones los compañeros de la prensa?
—No, ninguna en particular. Curiosamente los de la casa son los que más tardan en inscribirse. Me refiero a los colegiados. Hemos tenido más respuesta de compañeros que estan trabajando en medios que de los asociados y colegiados.
—Hablando de periodismo, a usted qué tipo de prensa le gusta leer. ¿Le gusta más la actualidad o las historias?
—Me gustan los géneros que profundizan más en la información, como el reportaje y el artículo de opinión. Para la información puntual me resultan más cómodos y accesibles otros medios como la radio y la televisión, que sirven para enterarte en el momento de lo que ocurre. Para entrar en detalle de lo que me cuentan sí prefiero la prensa escrita. A lector le permite profundizar y al periodista, lucirse más, porque hace un ejercicio mayor de redacción y de conocimiento de la historia que cuenta.
“HOY ES TAN IMPORTANTE INFORMAR COMO INTERACTUAR”
—Vivimos en una era donde el periodista casi dedica más tiempo a desmentir bulos que a informar. Y el lector se ha convertido, si quiere, en un comentarista de cada noticia. ¿Qué ha pasado?
—La irrupción de los medios digitales, las redes y las nuevas tecnologías han afectado al periodismo y han obligado a que se vaya reinventando. El periodismo, tal y como lo concebíamos, va decayendo y ahora aparece uno nuevo en el que el periodista tiene que asumir nuevas competencias y el lector o el público cobra especial protagonismo, porque tiene participación. Los periodistas tenemos que dar pasos agigantados para dar respuesta a los nuevos modelos de comunicación que se están desarrollando. Antes yo, periodista, te hablaba y acababa el proceso; ahora hay gente que interactúa. Igual de importante es hoy la información que das como la respuesta y la interacción que tengas con la persona que está al otro lado.
—Cuando hablo con compañeros de la prensa más veteranos suelen apelar a una imagen del periodismo de provincias más romántica, cinematográfica, con humo y alcohol. ¿Era así o la memoria exagera?
—Esa imagen del periodista crápula que vive de noche está muy mitificada. Tengo esa sensación. El periodismo ha generado muchos clichés y por eso causa tanta fascinación entre la gente joven. Todos quiere ser periodistas porque tienen una imagen que no se ajusta a la realidad del día a día de quienes ejercemos en provincias. Sí es cierto que los horarios en prensa escrita siempre han sido más bien nocturnos, con cierres a partir de la medianoche y de madrugada, y favorecían que se saliera más. En esos ambientes puedes captar información interesante, pero tampoco es cuestión de generalizar: habrá quien haya salido más y quien no.
—¿Y usted de qué lado estaba en ese aspecto?
—(Risas). Digamos que hemos tenido etapas más afines a ese perfil mitificado.
—De regreso al presente, ¿estamos unidos los medios en la provincia?
—Es muy complicado. Yo ya estuve en la anterior junta de la Asociación de la Prensa. No sé quién se dedica a fomentar que no somos compañeros, sino enemigos. Que tú trabajes en un periódico y yo en otro no implica ser rivales ni mucho menos. Cada cual defiende su producto. Por otro lado, somos poco corporativistas y no hacemos aprecio a nada de la profesión. Pasa cualquier cosa y todos estamos en los bares, pero no somos capaces de reivindicar nada. Se propone una actividad y nadie se apunta. La participación cuesta mucho.
“NO SOMOS CORPORATIVISTAS”
—El Día Internacional de la Mujer sí se vio una imagen de unidad entre las periodistas. Aquí está mi compañera Esperanza Calzado. Dice que nunca habían estado tan unidas.
—Sí, me alegró mucho porque lo propusieron las propias periodistas. No lo alentó la asociación ni el colegio ni un medio en concreto. Fue una cosa nuestra. Me asombró mucho la respuesta que tuvimos en poco tiempo. Quisiera que ese movimiento no cayera en saco rato. Creo que somos la mayoría en la profesión y, aparte de estar peor que el hombre, no se nos escucha, y nunca hemos reivindicado nuestro papel.
—¿Hay discriminación en el mundo periodístico?
—No lo sé, pero cuando di un paso al frente para presidir la Asociación de la Prensa llamé a mujeres para que formasen parte de la junta. Salvo tres, ninguna quiso. Y todas tenían el mismo argumento: “No puedo, cuando los niños sean más grandes no lo descarto. Ahora no”. ¿Eso es discriminación? ¿No es partir de la base de que la realidad de la mujer es diferente? No me dieron otros motivos. La excusa era la familia, la crianza y cuestiones aparte del trabajo.
—¿Qué aportación cree que tenemos los medios digitales?
—Sois más cómodos y accesibles que la prensa de papel, aparte de más baratos, claro está. Una cosa que me está gustando de los digitales, y no solo en Jaén, es que se apuesta más por reportear los temas y trabajarlos con más profundidad. Han surgido nuevas voces y enfoques diferentes. Han aportado más riqueza.
“LA POBREZA SE HA CRONIFICADO”
—¿Cómo se dio el contacto con Cáritas?
—A raíz de mi trabajo en Canal Sur. Empecé como voluntaria para ordenar la biblioteca y catalogar los libros de la Diocesana. Lo hacía una vez por semana y después entré a formar parte de Interparroquial con temas de comunicación. El contacto se afianzó, me fui al paro y al final les convencí de que la comunicación era muy importante y hacía falta un periodista.
—¿Qué le ha aportado el paso por el gabinete de comunicación?
—El gabinete de una organización como Cáritas difiere un poco de otros más institucionales o de partidos políticos. Para empezar, el tema es muy amable. La acción se cuenta sola, no hace falta venderla mucho. El prestigio de Cáritas te abre muchas puertas. Es una organización que cuando se pronuncia sobre un tema su opinión es valorada. Solo se trataba de crear una estructura de comunicación.
En mi caso, siempre me había gustado mucho el tema del periodismo social y trabajar en una oenegé. Ha sido una etapa bonita profesional y personalmente. Me ha abierto los ojos a muchas otras realidades y he conocido a gente muy interesante. En lo profesional se trata de contar la historia desde otra perspectiva. Quizá también valoro la aportación personal gracias a ver otras realidades.
—El paro siempre señala a esta provincia; el reparto alimentario continúa con toneladas de comida, y el casco antiguo de la capital acumula episodios de derrumbes. ¿Hay más pobreza en Jaén de la que contamos los medios?
—No sabría responder si contamos poco o mucho. Sí se da una imagen de lo que hay. En el caso de Jaén, como constatan los estudios de Cáritas, no es que haya más o menos, sino que se está cronificando: la gente que no tiene recursos son los mismos que hace veinte años, que aún siguen y que dentro de otras décadas posiblemente estén igual y sus hijos también.
Una de las cosas que aprecio en San Ildefonso, donde estoy de voluntaria haciendo acogida, es que van chavales muy jóvenes con críos. Los miras, los escuchas y piensas: “Seguirán así toda su vida”. Tienen muy pocas expectativas. Hay poco futuro para ellos: no tienen formación, no entran en el mercado laboral y vienen de familias con historias tremendas. Posiblemente tengan que seguir viniendo a la acogida. Esa es la cronificación. Parece que se hereda la pobreza. Cuesta mucho que una persona salga; en el camino se quedan muchas. Y no tenemos una varita para sacar a la gente de esa situación.
—Usted sigue en Cáritas, pero ya solo como voluntaria.
—Me marcho de Cáritas, desde el punto de vista laboral, por motivos de salud. Tengo una enfermedad degenerativa que no se ha parado y en previsión de mi realidad creí que lo más correcto era ser práctico. Me hubiese encantado seguir trabajando. Echo de menos trabajar en una redacción, pero tenía que ser responsable e inteligente.
“AHORA SOY MEJOR QUE ANTES”
—La vida cambia cuando aparece la enfermedad. ¿Cómo lo ha afrontado?
—Todas las personas a las que se les diagnostican la enfermedad pasan por distintas fases: no lo aceptas, luego lo lamentas y viene el duelo. Es más intenso en una enfermedad de este tipo, que acelera el proceso. He tenido más etapas hasta llegar a hoy, cuando ya no lo llevo mal. Desde luego que he vivido mis momentos de ansiedad, miedo e incertidumbre. Tras tantos años ya tengo otras herramientas para hacer frente a la enfermedad. Sigue siendo muy importante, pero no tiene tanto protagonismo como antes. Es complicado.
—¿La sociedad ayuda en casos así o falta sensibilidad en temas como el acceso y la discapacidad?
—He conocido un nuevo mundo a través de la enfermedad. Hasta que no te ves en esta situación no entiendes muchas cosas. No culpo a la gente ni a la sociedad: cuando estaba bien y andaba por la calle, no me daba cuenta de las barreras que hay. La mayoría de las veces es por dejadez y falta de sensibilidad, dado que no son medidas costosas colocar una rampa, por ejemplo. Facilitan mucho la vida. Yo ahora no puedo entrar al 80 por ciento de los establecimientos de todo tipo que hay en Jaén. No somos iguales, porque se reducen mucho las posibilidades de hacer cosas. Quiero pensar que es más por dejadez que por ser consciente y no querer hacerlo.
—¿Qué se puede aprender cuando se complica la capacidad de ser independiente?
—La enfermedad es complicada, pero en cierto modo también estoy muy agradecida. Ahora soy mejor que antes. Hay muchas cosas que ya no puedo hacer, pero como persona sí tengo más recursos, y me ha servido para mejorar y aprender a valorar las cosas de otras maneras. Soy consciente de la cantidad de veces que nos comemos la cabeza por tonterías. Es un tópico, pero es verdad. A veces te enredas en historias que no van a ninguna parte y te olvidas de lo más importante de la vida, que es estar aquí y disfrutar lo máximo posible. No estoy ni mucho menos encantada con la enfermedad, pero la situación se ha impuesto y tengo que adaptarme. Te cambia mucho la vida. Nunca pensé cuando trabajaba en el periódico que iba a estar así. Pero ya digo, no estaba en mi mano y me he adaptado.
—¿Le inquieta el futuro?
—Ni me lo planteo. Ni siquiera hago planes a meses vista. Vives con tanta incertidumbre que un día puedes hacer una cosa y al siguiente no; en cuestión de meses hacía algo y de repente te cuesta trabajo. Como no sabes qué va a pasar, no me gusta hacer tantos planes. A saber dónde estaremos dentro de equis meses o años. A lo mejor estamos igual o peor. O no estamos. Cuando llegue el momento lo veremos.
Fotos y vídeo: Esperanza Calzado.
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