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Manuel Jiménez, un jamilenudo 'con mucha solera' en Ceuta

Por Javier Cano - Octubre 27, 2024
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Manuel Jiménez, un jamilenudo 'con mucha solera' en Ceuta
El jamilenudo, en las viñas que dan origen a sus vinos. Foto cedida por Manuel Jiménez.

Hace 35 años dejó su pueblo natal para ocupar su destino laboral como funcionario, pero jamás se fue del todo de la tierra donde, ahora, crea su propio vino

Manuel Jiménez Armenteros (Jamilena, 1964) iba para ingeniero, y algo de aquella primera vocación frustrada aplica a una de las actividades profesionales que más lo llenan en la actualidad: la fabricación de vino cien por cien jamilenudo. 

Dejó su patria chica hace tres décadas y media, cuando nada más venir del servicio militar decidió aparcar la ingeniería, hincó los codos y sacó plaza de funcionario: "Aprobé y me destinaron a la base naval de Rota; después hice un concurso de traslados y me dieron Ceuta". Primero en el hospital militar de la ciudad ceutí, a día de hoy desarrolla su trabajo en una residencia castrense.

Allí, en la ciudad autónoma, reside junto a su mujer, de nombre tan sonoro que bien podría bautizar la etiqueta de un caldo: Lucrecia de África, una ceutí "de pura cepa, de las que ya quedan pocas", presume Jiménez. 

Tan a gusto se encuentra en la cuna de Manuel Molina (el 50% de Lole y Manuel) que tiene dividido el corazón, pero Jamilena puede más, vaya que sí: "He podido acercarme a Jaén, pero me adapté bien y me gusta mucho vivir en Ceuta; y además no he perdido el contacto con mi pueblo, cada mes y medio o dos meses voy, allí vive mi madre, mi familia, tengo casa e intereses comerciales", comenta a este periódico.

Y apostilla: "La vida en Ceuta es muy cómoda, es una ciudad pequeñita, como una pequeña isla, somos fronterizos con Marruecos y tenemos el mar. Es muy bonita, con un clima muy bueno y siempre viendo el mar. Todo está muy concentrado, no necesitas coche, todo está muy cerca. ¡Y no se pasan los calores de Jaén!".

Pese a tantas bondades, Jiménez lo tiene claro: ¡Donde se ponga Jamilena...! "Nos conocemos todos, es entrañable, las raíces no hay que perderlas nunca, ves un olivo o ves ajos y te daas cuenta de que es tu vida", explica, y sentencia: "Me gusta el terruño". Será por eso, porque lo tiene tan claro, que en cuanto hay ocasión tira de sus amistades para acá y les da un baño de querencia jamilenuda. Lo que se dice un auténtico embajador. 

CONSUMADO ENÓLOGO

Como él mismo asegura, su trabajo le ha permitido dedicarse a "otras cosas",  y ahí se lleva la palma la producción de vino, aunque sin olvidar el aceite, tradición familiar heredada de su padre. Sin embargo, el fruto de las viñas es a Manuel Jiménez Armenteros lo que la escultura a Miguel Ángel, pura pasión: 

"Con mi hermano y mis sobrinos decidimos montar unas bodegas con mis hermanos (a las que impusieron el nombre fluvial y entrañable de Cefrián); hacemos un vino que es nuestro emblema, Mala ostia (porque a los del pueblo se les llama así, no por otra cosa). También tenemos un tinto, un blanco (Blasa) y un rosado (Marchante).

Se está haciendo cuesta arriba este reportaje, con tanta variedad de caldos entre palabra y palabra poniendo los dientes largos; pero toca seguir. 

"La parte técnica la llevo yo, y mis sobrinos y mi hermano el resto. Yo voy mucho a Jaén a ofrecer catas, son catas poetizadas y musicalizadas, muy especiales". O sea, que cuando Dante pensó aquello de que el vino siembra poesía en los corazones, igual profetizó lo que más de siete siglos después se cuajan Manuel y su hermano Domingo. 

"Tenemos ciento una viñas en Jamilena y una finca en Frailes, una finca preciosa. Ya hemos recogido la uva y estamos embotellando lo que cosechamos en septiembre", aclara el enólogo, que no lo dudó a la hora de formarse y se pasó una buena temporada en La Rioja empapándose (nunca mejor dicho). 

Así es Manuel Jiménez Armenteros, un enamorado de su tierra que ni siquiera tiene tiempo para sentir nostalgia: primero porque su agenda está de todo menos vacía y segundo, porque es más de Jamilena que la música mágica de Miguel Ángel Colmenero, y cada dos por tres retorna.   

"Nunca se olvida uno de su tierra, me siento muy jamilenúo, no he perdido el acento ni las expresiones de mi tierra, y como voy mucho... Me gusta oler la jamila, todo eso".

 Foto cedida por Manuel Jiménez.
Foto cedida por Manuel Jiménez.

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