Manoli Martínez o esas pequeñas grandes donaciones
La Cofradía de Nuestra Señora de la Esperanza y Jesús Preso reconoce el gesto de la marmolejeña, que realizó los faldones del trono de Cristo de forma desinteresada
Una rica cruz, una joya de túnica, un trono de relumbrón... Nada de eso ha donado a la Cofradía de Nuestra Señora de la Esperanza y Jesús Preso Manoli Martínez Anguita (Marmolejo, 1970), pero tampoco tiene que envidiarle nada su gesto, y así se lo ha sabido reconocer la hermandad.
Y es que esta marmolejeña que aprendió costura de niña en aquellos antiguos talleres que tanto se estilaban en la época, ha tenido el detalle de recoger el encargo de confeccionar los faldones del trono de la imagen de Cristo y, una vez realizados, donarlos al colectivo, que precisamente en 2024 cumple los setenta años de fundación:
"Al ser un pueblo pequeño, nos conocemos todos. Yo pensé en ella, y ella se ofreció a hacerlo desde el primer momento. ¡Y eso que no había hecho nada relacionado con los pasos de Semana Santa! Se aventuró, se lio la manta a la cabeza y lo hizo", explica Rubén Godoy, vicepresidente del colectivo cofrade del Jueves Santo marmolejeño.
¿El resultado? "¡Ha quedado genial, estamos muy contentos", sentencia Godoy, y apostilla: "Además nos hemos ahorrado un buen dinero". Lo suficiente como para pagar una banda de procesión o sacar de un apuro a más de un vecino, a través de la actividad caritativa que desarrolla La Esperanza.
De ahí que Manoli haya recibido, recientemente, un sencillo pero sentido tributo, de esos que calan hasta la hondura, como el agua de la lluvia lenta: "Estoy muy orgullosa", confiesa la homenajeada a Lacontradejaén.
Una modista amateur que toda la vida ha cosido para su casa pero que jamás pensó que vería el fruto de sus primorosas manos vertiendo brisa sagrada por las calles de su pueblo, el día grande de la procesión de la cofradía de la que su propia hija es hermana.
Lo tiene claro: si se trata de "santos", el dinero sobra: "Me dijeron que les tenía que cobrar mi trabajo, pero yo no me sentía bien, no me gusta sacar provecho de estas cosas". Y por si quedara alguna duda, exclama, tajante: "Lo hice gustosa".
Así es Manoli Martínez Anguita, en cuya casa cuelga ya, en lugar privilegiado, la medalla enmarcada y acompañada de una placa de gratitud que cada día le recuerda el gesto, humilde pero imprescindible, que tuvo con la hermandad blanquiverde. Una de esas pequeñas grandes donaciones que, como dice el Libro de los Proverbios, abren todas las puertas.
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