Mari y Joaquín, solidaridad como para llenar la mismísima Charca
Además de su vida y su familia, el matrimonio pegalajareño Quesada Gómez comparte su cotidianidad, codo con codo, allí donde más se necesita
"Mucho más que dos", como el título de uno de los discos más recordados de Ana Belén y Víctor Manuel, paradigma de la pareja artística que tiene su réplica, en el ámbito solidario, en el mar de olivos, en el municipio de la Charca concretamente, que el entrañable poeta Francisco Almagro universalizó poniéndole en bandeja sus canciones a grandes como Machín o Alfredo Kraus, por citar solo dos de sus intérpretes.
Sí, Pegalajar tiene en Mari Gómez Cobo (1953) y Joaquín Quesada Guzmán (1947), hijos del pueblo, a dos almas grandes cuyas historias personales dan para sendas apasionantes biografías pero que tienen en su espíritu solidario, en sus compartidos valores filantrópicos, un desenlace común:
"Si te quiero es porque sos / mi amor mi cómplice y todo / y en la calle codo a codo / somos mucho más que dos (...) Tus manos son mi caricia, / mis acordes cotidianos, / te quiero porque tus manos trabajan por la justicia", escribió Benedetti en uno de sus más difundidos poemas, como si acabase de conocer a los Quesada Gómez y no hubiese tenido más remedio que plasmar sobre un trozo de papel improvisado lo que los ojos compañeros de esta pareja se dicen cotidianamente, así, con una mirada solo, sin necesidad de otro idioma.
Maestro jubilado él, ama de casa (profesión eterna) ella, llevan la tira de tiempo, padres de dos hijos y abuelos de dos nietos, si los hicieran marqueses, o condes o duques... no les costaría el más mínimo de los trabajos encontrar un lema con el que sustentar su escudo: 'Extensis manibus', o lo que es lo mismo, 'con la mano tendida'.
"Donde quiera que haya necesidades básicas, el cristiano tiene que tener su mano tendida hacia el que necesite su ayuda, trabajando sin desfallecer para que la vida del hombre sea más igualitaria y más fraterna", expresan ambos a este periódico. Toda una declaración de intenciones que así, de sopetón, informa de la pasta de la que están hechos Mari y Joaquín.
UNIDOS POR EL AMOR AL PRÓJIMO
No tienen complejos a la hora de proclamar su fe; antes bien, la llevan por delante, como el obispo Stúñiga dicen que portaba aquel pendón mariano con el que se hinchaba de guerrear en los lejanos años del siglo XV, a espadazo limpio. Ellos no, su arma es la caridad, la compasión, la fraternidad: "Hoy día no está de moda ser cristiano, pero nosotros nos sentimos orgullosos de serlo", sentencian.
No en vano, Joaquín pasó toda una década de su vida en un seminario, "desde los doce hasta los veintidós"; una experiencia que, lejos de empacharle para los restos, le dejó el mejor de los sabores de boca:
"Mi bendito seminario, digo yo siempre, porque estoy muy agradecido a los valores que adquirí allí, a pesar de todas las desventajas que puede tener llevar una sotana en plena adolescencia, pasar toda la infancia y la juventud haciendo cosas que no les son propias, como el voto de castidad, por ejemplo", aclara. Lo cortés no quita lo valiente, reza un refrán.
Vamos, que no se hizo cura de milagro, y ese milagro se llama precisamente Mari, de la que confiesa que se enamoró "hasta las cejas". Ni el recordado Miguel Peinado, a la sazón prelado de la diócesis, con todas las facilidades que le dio para alcanzar el sacerdocio, pudo con el amor que, por partida doble, le brindaron la enseñanza (su vocación) y Mari, su pasión, su mujer.
Lo que siguió intacto para ambos fue su afán de arrimar el hombro donde más se necesite, y ahí están, dos auténticos colosos en eso de estirar las horas, que lo mismo escriben libros de historia o cuentos sobre Pegalajar o se baten el cobre para la recuperación de su acuífero que anteponen los problemas de los demás a los que, de por sí, procura alguna enfermedad rara.
Ah, y les queda tiempo para no cantar en el coro de la iglesia local y hasta para no descuidar eso que llaman la conciliación familiar, el contacto con los suyos: "Nos vemos casi todos los fines de semana", explican con relación a sus hijos, que por cierto han seguido la estela profesional de papá.
ENTREGADOS A LA CAUSA SOLIDARIA
Pero, ¿dónde? ¿Cuáles son esas causas a las que Mari y Joaquín dedican el tiempo que no les queda libre? Bien lo saben en Cáritas Parroquial de Pegalajar, filas en las que el matrimonio es ya todo un clásico, o en el colectivo Jaén Solidario, del que forman parte desde su creación, en 2013.
No es cuestión de cansar a los lectores de este reportaje, porque si hubiese que detallar todas las historias en las que sus protagonistas se han implicado, se involucran y se meterán de lleno no habría páginas (ni de papel ni digitales) para informar de su compromiso.
Quienes se benefician de la labor de esta asociación lo saben bien, les ponen cara, nombres y apellidos a estos dos activísimos voluntarios que, entre otras tareas, procuran bienestar a cuantos reciben las tradicionales tarjetas con las que Jaén Solidario echa un cable a las familias que precisan apoyo:
"Consideramos que es más digno que puedan realizar sus propias compras y hacer la comida en su propia casa, sin necesidad de acudir al cáterin o al comedor social", manifiestan, convencidos. Alimentos no perecederos, infantiles, productos de higiene y hasta una tarjeta con cincuenta euros (que, asegura, reciben de una entidad bancaria, una cofradía o donaciones anónimas) para comprar lo necesario y llevar a la mesa un plato ungido con el aroma de la fraternidad.
Solidaridad 'para llenar' la mismísima Charca de Pegalajar: la que Mari Gómez y Joaquín Quesada destilan para eso de lo que tanto saben ellos: sembrar futuro (otra vez Benedetti).
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