Una 'Cueva' de carne y hueso donde buscar cobijo en Pegalajar
La solidaridad y la entrega a los demás son los rasgos principales que definen a María Antonia Cueva Valero en su trayectoria vital
Lo normal sería que este reportaje estuviese encabezado por una fotografía de su protagonista, una imagen clara que le pusiera rostro.
Sí, eso sería lo normal, pero de María Antonia Cueva Valero (Pegalajar, 1949) es difícil, complicadísimo, casi imposible obtener una foto en la destaque por encima de los demás.
Y eso es lo que ocurre en este caso, que para localizarla hay que irse al fondo, allí, al umbral de una puerta que se abre, donde en ultimísimo plano es posible identificarla con mascarilla incluida. ¿No dijo Joyce que la humildad es la virtud más hermosa que el ser humano puede desarrollar? Pues eso.
"María Antonia es una persona de profunda fe, enamorada del mensaje de fraternidad de Jesús de Nazareth, que intenta reflejar en su vida desde que se levanta hasta que se acuesta. Y no cabe duda de que lo consigue, siendo un ejemplo para todos nosotros", la describe el matrimonio formado por Mari Gómez y Joaquín Quesada, compañeros en las tareas .
Lo suyo es la solidaridad, el servicio a los demás, hacer honor a su primer apellido y ejercer de cobijo y refugio a quienes lo buscan. Ahí están sus primeras palabras a Lacontradejaén, nada más interesarse por ella, por su labor: "Yo soy una más dentro de un equipo, somos unos dieciséis en el grupo". Lo dicho.
Habla de un colectivo que no es otro que Cáritas, ese donde encontró la horma de su zapato hace casi una década y que le permite desarrollar su vocación filantrópica día tras día:
"Cáritas es la iglesia, y yo siempre he estado muy comprometida con la parroquia, trabajando en todo lo que se puede; el sacerdote me propuso entrar, y entré", explica. Vio que "podía hacer algo más", dar su tiempo a los demás y, creyente confesa, hacer de su fe una forma de vida:
"Dentro de Cáritas, me ocupo de preparar la comida para los días de acogida, que son los miércoles. La hacemos en una casa cedida por el Ayuntamiento, donde tenemos el almacén de comida y ropa, despachos... Allí van las personas que necesitan alimentos u otro tipo de ayuda, y las atendemos; a veces, solamente precisan que se les escuche", manifiesta.
Tarea que, a más de satisfacción, asegura que la enriquece a través de las vivencias que le procura el trato tanto con sus compañeros como con quienes acuden para aliviar el vacío de sus neveras: "Estoy muy contenta, me siento útil ayudando a las personas que lo necesitan; soy cristiana, y lo que más me llena es ayudar a todo el que pueda, ojalá pudiera ser a todo el mundo".
Una relación que, en muchos casos, roza la fraternidad: "Ya somos casi familia", celebra. Una familia que tiene más que repartida, porque lo de María Antonia Cueva no se reduce a su trabajo en la parroquia: forma parte, también, de la Hermandad de Donantes de Sangre (de la que es responsable local), pertenece a Intermon, actúa con el grupo de teatro y de Carnaval del centro de adultos... "Haciendo sonreír siempre a carcajadas a todos sus paisanos", la retratan.
"En nuestra retina, María Antonia comprando alimentos para la distribución de los miércoles, preparando la monición de entrada, las lecturas y la oración de los fieles para las eucaristías del fin de semana, pendiente diempre de que se vivan en la parroquia los distintos momentos litúrgicos del año (Adviento, Navidad, Cuaresma, Semana Santa...)", celebran Gómez y Quesada.
Una "buena persona", una pegalajareña de toda la vida (por más acento madrileño que se gaste) y una mujer sencilla y cercana que parece haber inspirado aquellos versos del recordado poeta Almagro: "El que tiene el alma llena / de ilusiones y grandeza / nunca se podrá morir / de aburrimiento o tristeza". Lo dicho, como si se hubiese inspirado en ella.
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