Andrés del Arco: 'pura sangre' de Villacarrillo en tierras murcianas
El protagonista de este reportaje encontró los dos amores de su vida en Caravaca de la Cruz: su pareja, María José, y Zagal 74, su caballo
"Mi reino por un caballo", escribió Shakespeare que dijo el rey inglés Ricardo III en plena batalla. Algo así como lo que, hace unos años (bastantes), decidió Andrés Jesús del Arco Cancio (Jaén, 1972), cambiar el Santo Reino por las equinas tierras murcianas de Caravaca de la Cruz.
Aunque en honor de la verdad hay que decir que sí, que los jacos son una de las grandes pasiones de este jaenés por cuyas venas corre sangre villacarrillense, pero que lo que realmente tiró de él hacia la ciudad del lignum crucis no fueron (o no solo al menos) las crines ni los andares, sino otro amor: el de María José, su pareja. Lo que escribió Gautier, que "la felicidad en este mundo se forma con estas tres cosas: un sol hermoso, una mujer y un caballo". Todo lo tiene.
"Ella es de Caravaca, pero sus padres vivían en Orihuela, donde yo tengo familia (una tía paterna también de Villacarrillo). Fui a la boda de mi primo y allí nos conocimos, yo tendría entonces unos veinte años. Tuvimos una relación, pero me volví a Jaén. Luego, cada uno de nosotros nos casamos por nuestra parte, nos divorciamos y, al final, ella me redescubrió en las redes sociales y retomamos la relación", aclara el hijo del recordado periodista y crítico taurino Ángel del Arco Navarrete y de Alberta Cancio-Uribe Francés, de linajuda dinastía provincial.
¡Eso es caer de pie, porque dejar su tierra natal e instalarse en la de su pareja sin saber que en ella encontraría no solo su hogar, sino también un auténtico paraíso para el amante del mundo del caballo...!
"Los caballos me han gustado desde siempre, lo que pasa es que son muy caros y nunca pude tener uno en Jaén", explica. Administrativo de profesión, la vida le ha permitido crecer económicamente y, en cuanto pudo, no lo dudó e inauguró su particular 'cuadra' con Zagal 74, su precioso ejemplar.
"Cuando llegué y vi el ambiente, decidí que quería montar; fui a un domador de Caravaca, a su picadero; allí vi a mi caballo, que entonces era un potro, y creé un feeling con él, me gustó. Ya tenía que ser ese, no otro. Y lo compré".
Un animal que no hace más que darle satisfacciones, premios en concursos de doma clásica y a partir de ya mismo, vaquera también. Lo mismo, un día, 'tira del carro' que lo devolverá a su patria chica:
"A María José le gusta mucho Jaén, y Andalucía en general. Una vez que su hija sea más mayor o se case, volveremos. Yo deseo volver, siempre ha sido mi idea, pero hoy por hoy es imposible".
Por lo pronto se conforma con alguna visita esporádica y una que no perdona: el Miércoles Santo jiennense, donde sus hombros sirven de esforzada 'cabalgadura' al más majestuoso de los 'jinetes': el Señor de Higueras, el Cristo de la Buena Muerte.
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