Un médico jubilado cuya 'consulta' sigue siempre abierta
Tras 40 años de ejercicio, el ibreño de cuna y begijeño adoptivo Juan José Cabrero es aún destino predilecto de las dudas o el desahogo de muchos vecinos
"Estando al pie de la autovia que une Éibar con Ermua presencié un accidente de tráfico una mañana de domingo. Vi una serie de gente tirada en el suelo, fue terrible. Llegué el primero, y luego me enteré por el periódico de que los cinco habían fallecido. Fue una situación muy incómoda, sentí que si hubiera sabido hacer algo a lo mejor podía haber evitado las muertes. Me pareció, entonces, más importante la medicina que la biología".
Así relata Juan José Cabrero Sánchez (Ibros, 1955) su particular 'conversión' de convencido y futuro biólogo (la que creía su profesión predestinada) en inminente médico, su verdadera vocación.
Un trágico episodio de sus tiempos de estudiante en tierras vascas que le hizo reconsiderar sus predilecciones académicas y entregarse de lleno al oficio de Hipócrates: "A partir de entonces me interesé por la medicina, hablaba con amigos que estaban en la carrera, con médicos... Oyendo hablar a un médico vocacional es muy fácil contagiarse".
Dicho y hecho, se matriculó en la Universidad de Valladolid y de allí salió convertido en todo un galeno con destino en su pueblo natal, en Úbeda y Baños de la Encina hasta recalar definitivamente en Begíjar, con solo 24 años de edad, donde ha pasado la friolera de cuatro décadas al frente de la consulta de Atención Primaria.
Y eso que no venía precisamente de familia de sanitarios, ni por asomo; mayor de tres hermanos, su casa olía a campo, uno de los perfumes que más ama, el de la naturaleza, que ha conseguido armonizar con el de las gasas, el alcohol, los medicamentos...
"Tengo claro que esa era mi vocacion, nunca he tenido la más mínima duda. La medicina tiene unas connotaciones muy importantes, un componente humaíistico como no tiene ninguna otra profesión, ninguna otra da un conocimiento de la naturaleza humana como la medicina, y no solo las patologías sino también psíquicamente. Es una carrera en la que ganándote la vida, tienes la capacidad de ayudar a muchísima gente", celebra.
¿No sentenció el mismísimo Platón, hace alrededor de veinticinco siglos, que donde quiera que se ama el arte de la medicina se ama también a la humanidad? Pues eso.
Ibreño, sí, pero ciudadano del mundo y (oficialmente, "con papeles", remarca Cabrero) hijo adoptivo de Begíjar, un título que el municipio le concedió en 2006, donde formó su familia (está casado con una vitoriana también 'adoptada' por el pueblo y de él es natural su único hijo) y en cuyo centro de salud se jubiló hace cuatro años.
Eso sí, vive en Úbeda y no falta, diariamente, a su tertulia de la churrería de Ibros alrededor de cuya mesa se sientan y se levantan, entran y salen tertulianos de lo más variopinto: "Es gente de muy diversa condición, estamos una hora u hora y pico y tratamos muchos temas mientras nos comemos unos churros riquísimos", aplaude.
Vamos, que tiene su corazón repartido, que la geografía de su sangre abarca territorio ibreño, begijeño y ubetense y en todos ellos cuenta con el aprecio y el respeto del personal:
"Fuimos amigos de la infancia y he seguido sus pasos para sentir orgullo de su trayectoria como un gran médico de familia. Me consta la devoción de sus pacientes de Begíjar, y desde luego doy fe de su pasión por nuestro pueblo, por la historia y por la naturaleza. Es profeta en su tierra, muy querido, y siempre con las puertas de su casa y el corazón abiertos a los paisanos", dice de él Antonio Garrido Gámez, cronista oficial de su patria chica.
Algo tendrá el agua cuando la bendicen, y Juan José Cabrero no lo duda a la hora de deshacerse en elogios hacia los paisajes de su vida. Si será así que (cuenta), un amigo le preguntó hace poco qué sería si volviese a ser joven y pudiera decidir de nuevo: "Médico de Begíjar", le respondió con rotundidad.
"No hubiera sido más feliz ni hubiera estado más realizado profesionalmente en otro sitio. Cuando me jubilé me dieron un homenaje y cuando me hicieron hijo adoptivo me llamó mucho la atención que todo el mundo me besaba, hombres y mujeres. Eso fue muy emocionante". Un gesto familiar, reservado únicamente para aquellos a quienes se quiere de veras o, como explica la copla: "La española [o el español, da igual] cuando besa / es que besa de verdad / y a ningun@ le interesa / besar por frivolidad".
Y más cosas, vaya que sí... "Una señora mayor cogió el micrófono (yo no pensé que ella sería capaz de hablar en público), y en su lenguaje, muy entendible, dijo cosas muy bonitas y una frase que me llenó el alma: '¡Usted no siempre ha podido curarnos, pero siempre ha estado ahí para ayudarnos!'. Eso me llenó de orgullo profesional y humano, yo no tenía potestad para curarlo todo, pero sí para ayudarles".
UN HOMBRE POLIFACÉTICO
En ello sigue. Tiene aficiones para dar y repartir, como la caza (mayor y menor), una de sus pasiones: "Tengo un concepto muy evolucionado de la caza, al cabo de tantísimos años. No puedo cazar sin ética y sin estética, esto es fundamental. Yo enmarco la caza en un nivel de gestión de recursos renovables, no considero que se puede cazar cualquier cosa a cualquier precio y de cualquier manera. La caza tiene unos valores y yo soy cazador, no me arrepiento, todo lo contrarioo, me enorgullezco", proclama.
Un hobby que vincula hondamente con otra de sus principales querencias, la escritura: "Me encanta el rito del folio en blanco, escribo relatos cortos fundamentalmente, me voy inspirando, pero ese reto del folio en blanco me lleva tiempo y me encanta. Lo único que ocurre es que solamente escribo cuando me llegan las musas. Hay temas revoloteando, que me parecen atractivos, y cuando me dan ganas los escribo".
Verbigracia, La perdiz con reclamo, un auténtico manual cinegético donde se traslucen las dotes literarias de este también enamorado de la fotografía de naturaleza que, los días malos, tiene en el patio de su casa (que es particular) un precioso resumen vegetal escrito a fuerza de tesón y su poquito de sentimiento:
"Mi madre tenía un patio de macetas precioso, cuando murió, muy cuidado, me pareció que sería un despropósito abandonarlo; ¡pero yo no tenía ni idea de jardinería! ahora me gusta, me encanta, tengo un patio muy bonito y sé distinguir muy bien una azalea de un geranio o una gitanilla". Olé, dirá más de uno.
O su Hilván de mil refranes, que recopila muchos de los escuchados a la hora de atender a sus pacientes y que supone, además, una reivindicación de esta forma popular de filosofía:
"Empecé a escuchar refranes en mi consulta, fundamentalmente, y me daba pena que se perdieran; ¡algunos me parecían tan bonitos, tan elocuentes! Fui recopilándolos y cuando quise darme cuenta tenía mil, así que con mi amigo el filólogo y escritor Francisco Martínez Calle escribimos el libro, en el que hilvanamos esos refranes con una serie de textos clásicos a los que les venían al pelo", explica.
MÉDICO JUBILADO, ACTIVO 'CONSEJERO'
¿Se le podría llamar a Juan José Cabrero Sánchez médico emérito? "Dicho de una persona (...), que se ha jubilado y mantiene sus honores y alguna de sus funciones", define la RAE el título que corona hoy día al Rey Juan Carlos. Una acepción que no deja lugar a dudas, porque los honores del ibreño siguen intactos y en lo que se refiere a sus funciones...
"Mis puertas siempre estan abiertas", indica. De ahí que, de algún modo, su 'consulta' vaya con él, le habite la sombra:
"En Ibros, la gente me pregunta básicamente por temas relacionados con mi profesión, pero temas serios, porque aquí tienen muy buenos médicos. No van a mí por unas anginas o un resfriado, sino para pedirme consejo u orientación en casos complicados, que los tienen agobiados, sin salida muy clara, o porque quieren una salida más rápida que la que puede darles el sistema".
Un consejero, un consiliario... "Consideran que soy una persona que tiene que guardar el secreto profesional, y yo lo ejerzo; hay quien se desahoga, me piden consejos sobre cosas de la vida, y como soy un hombre con experiencia, con cierta madurez... Tender una mano amiga siempre se puede hacer", concluye. Lo de madurez es humildad pura, sencillez solo. Y donde hay humildad (otro rey lo dijo), hay sabiduría.
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