Aquellos veranos alcalaínos de María José Morató

Afincada actualmente en Córdoba, dejó su pueblo natal cuando solo tenía seis años, aunque jamás ha dejado de presumir de ser de Alcalá la Real
Seis años tenía María José Morató Moreno (Alcalá la Real, 1967) cuando, a la vera de su familia, dejó su pueblo natal y se encaminó hacia Marmolejo para, doce meses más tarde, recalar en Tarrassa, luego en Córdoba, posteriormente en Villanueva del Arzobispo y Úbeda, Valencia y, finalmente (quién sabe...), otra vez en la Ciudad de la Mezquita.
Un periplo intenso que, sin embargo, no la ha hecho olvidar de dónde es y, pese a lo pequeña que era cuando se marchó, tampoco le ha borrado los recuerdos de una infancia feliz en el municipio de La Mota.
Hija de maestro, donde iba el padre iba toda la familia pero (como Luis Aguilé en su preciosa Cuando salí de Cuba) su corazón se quedó enterrado, hondamente enterrado, en la patria chica: "Me acuerdo de las monjas de Cristo Rey, de los veranos, de las fiestas de las Mercedes, de la salida de la Virgen (que nos asomábamos al balcón con mis primos en casa de la abuela), o cuando nos íbamos a tomarnos algo con ellos", explica a Lacontradejaén.
Aquellos veranos alcalaínos que dejó de vivir cuando alcanzó los diecisiete años y las visitas al terruño se fueron espaciando hasta reducirse a alguna boda, bautizo o acontecimiento de esos que tiran del alma hasta sus orígenes.
"Córdoba me gusta, es muy bonita, pero no pierdo el recuerdo de mi pueblo", asegura mientras relata alguno de esos momentos que lleva grabados en su memoria para los restos:
"A mi hermana, que fue la primera nieta, mi abuelo le regaló un radiocassete y la cinta de los Bee Ges; a mi prima de catorce años se le ocurrió que hiciéramos un baile para una de esas canciones, y en el patio de la casa de mi abuela, entre macetas, nos pusimos a bailar; hace pocos días lo recordé con mi hermana y nos dio alegría, pero también un poquito de pena, porque mi prima y su amiga, que también participaba en el baile, murieron hace poco tiempo".
Y añade: "Mi tío tenía un chalet en las afueras de Alcalá la Real, y nos gustaba ir a comprar pan, fruta y patatillas a Santa Ana; a un primo mío de mi edad le dio por sacar por la ventana del coche las zapatillas, para saludar. Había por allí un chalet de un matrimonio con dos niños, y siempre que pasábamos los domingos sacábamos las zapatillas, como había hecho mi primo, saludábamos y aquella familia se nos quedaba mirando".
Ya mismo volverá, le toca "recoger cosas, recuerdos" de una de sus tías, recientemente fallecida. Será triste, pero a la vez supondrá para ella reencontrarse con sus memorias más lejanas, con sus primos, con la única tita que le queda ya en el pueblo. Allí, donde (lo escribió Neruda) "están las raíces de su sueño".
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