Cerrar Buscador

Inca Quesada Bayona: una vida consagrada a la pintura

Por Javier Cano - Noviembre 09, 2025
Compartir en X @JavierC91311858
Inca Quesada Bayona: una vida consagrada a la pintura
La artista Inca Quesada Bayona, en su estudio de la Carrera de Jesús. Foto: Javier Cano.

La artista, nacida en Huelma pero afincada en la capital desde su infancia, es uno de los nombres propios de las artes plásticas jiennenses

Como Mariana Pineda en los versos de Lorca, Inca Quesada Bayona (Huelma, 1955) bordó en la bandera de la libertad el amor más grande de su vida: la pintura. Ese arte que la ha convertido en un nombre propio y en el que se ha movido precisamente así, libremente, a impulsos de hondura: 

"En pintura siempre me he dejado llevar por mis sentimientos, he pintado lo que me ha apetecido. Ser libre, en todos los sentidos, es importantísimo en mi vida. Si no lo soy pintando, ¿cuándo lo voy a ser?", en palabras de la propia artista, que alcanza siete décadas de existencia en 2025.

Afincada en Jaén desde su infancia, lo tiene claro no, lo siguiente: "Nací en Huelma, pero me considero una jaenera total". Tanto es así que su obra y su propia persona forman parte, ya, del paisaje y la historia (la cotidiana y la otra, la eterna) de la ciudad que ama. 

En su currículo, estudios en la por entonces Escuela de Artes y Oficios (hoy José Nogué), licenciatura en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona y una trayectoria docente con la que ha cumplimentado cabalmente a su vocación.

 Inca Quesada pinta el icónico autorretrato de Carmelo Palomino en la zona de las tascas de Jaén, en el año 2000. Foto cedida por Inca Quesada.
Inca Quesada pinta el icónico autorretrato de Carmelo Palomino en la zona de las tascas de Jaén, en el año 2000. Foto cedida por Inca Quesada.

Junto con ello, una nómina de exposiciones individuales y colectivas y un catálogo de obras entre las que figuran auténticos iconos del arte de aquí (su retrato de Carmelo Palomino Kayser en la calle Arco del Consuelo es un clásico en las fotos de los turistas que callejean en busca del mejor tapeo).

De ella se ha hablado y escrito, se habla y escribe: "Autora colorista y decidida, creadora de una inquietante y personal serie de figuras de muy peculiars rastros, a los que denomina Andróginos, es autora de una amplia galería de sueltos y jugosos retratos" (Manuel Urbano, en su Fondo Artístico de la Diputación Provincial de Jaén.

Reputada acuarelista, jaenerísima mirada para los rincones del casco antiguo (durante años se inspiró en el castizo barrio de San Andrés, donde residió), dota igualmente sus retratos de unos personalísimos trazos que los convierten en inconfundibles. 

No faltan en su catálogo vital obras de aliento religioso, que tanto en cartelería cofrade como en piezas tan aplaudidas como su Santo Rostro informan, además, de un compromiso con la fe que va mucho más allá de la excusa temática: "Soy una pintora con fe, gracias a Dios y nunca mejor dicho", confiesa. Y apostilla: "Mi fe es lo más importante de mi vida, todo giro en torno a ella".

Llegó a las puertas mismas de la profesión, le faltó nada y menos para tomar los hábitos, para consagrarse. "No sería lo mío", asegura. Había otra consagración de por medio: como pintora. 

 Con el pintor Francisco Cerezo, en 2003. Foto cedida por Inca Quesada.
Con el pintor Francisco Cerezo, en 2003. Foto cedida por Inca Quesada.

He visto un error

Únete a nuestro boletín

COMENTARIOS


COMENTA CON FACEBOOK