"Las empresas necesitan trabajadores con formación profesional"
Polígono El Chaparral de Santa Ana (Alcalá). Son algo más de las 19:30 horas del miércoles 13 de diciembre de 2017. En la empresa Agritex hay un ruido notable que sale de las máquinas y que no ha cesado en casi veinte años. Es el ruido del dinero y del esfuerzo. Se escucha como un secador del pelo en el despacho insonorizado de Rafael Cordón Aguilera (Castillo de Locubín, 1962), presidente de una cooperativa que ha crecido a un ritmo estupendo a partir de la malla agrícola, el producto estrella. El ímpetu emprendedor de Cordón le llevó por los caminos del cooperativismo incluso cuando era operario de fábrica. Cuenta que el sector está potente en la provincia y en especial en la Sierra Sur. En su discurso de empresario hay espacio para una inclinación política muy marcada: echa en falta la formación profesional. Que los centros educativos y la clase política sepan leer los movimientos económicos de las comarcas jiennenses. Lo desgrana en su despacho, mientras entran y salen trabajadores —de cuatro han pasado a catorce— y clientes.
—Agritex lo fundan cuatro socios. ¿Cómo se conocen y cuándo deciden darle vuelo al proyecto?
—La semilla de nuestro proyecto viene de Condepols (Alcalá), donde trabajábamos los cuatro. Nosotros manejábamos los procesos intermedios. De hecho, fundamos una cooperativa en su seno y contábamos con socios que hacían los trabajos para Condepols. Llegó un momento en el que dominábamos casi todas las tareas. Aprendimos porque le poníamos voluntad. Nos dimos cuenta de que para ganar lo mismo había que echar más horas, y cada vez era menos agradecido el trabajo en todos los sentidos. Nuestra proyección de futuro era mínima.
—Y apareció la idea de las mallas agrícolas.
—Sí, empezó un sector en Alcalá y el resto de la comarca al que le iban bien las cosas. Por ejemplo, Cotexa (Santa Ana) y Rábita Agrotextil (La Rábita). Eran pequeñas, pero funcionaban muy bien. Ellos tenían telares muy antiguos y empezaron a comprar modelos usados de Condepols. Eran asequibles con un inversión pequeña. El proceso que tenían era el que ya conocíamos: mantenimiento, trabajo interno y la producción. Y me vino la idea: “Nos salimos de Condepols, conseguimos telares y hacemos la inversión”.
Estudiamos el plan. Arrancamos en 1999 tras fundar Agritex un año antes. La Escuela de Empresas de Alcalá nos ayudó mucho. Mostré el proyecto y parecía viable. La idea era hacer mallas para la producción de cultivos. Iba destinado para la agricultura, que siempre ha estado ahí. La agricultura hace viente años tenía proyección de futuro, no solo con los invernaderos. Hoy hemos aumentado el consumo de este tipo de materiales porque es imprescindible proteger los cultivos. Un agricultor que invierte necesita esa seguridad. Hacemos mallas para antivirus que transmiten mosquitos y también para la protección de árboles frutales. También fabricamos otras mallas que dan sombra en los invernaderos para acondicionar la temperatura. En definitiva, constatamos que los productos estaban en auge. Empezamos con el proyecto en una nave de 300 metros cuadrados. Trabajábamos los cuatro mañana, tarde y noche.
—Los comienzos tienen fama de difíciles. ¿Fue así en su caso?
—Había mucha incertidumbre. Lo que dependía de nosotros no había problema, porque era cuestión de echar horas. La pregunta era cómo iba el mercado a reaccionar. No conocíamos el mercado. Sabíamos que nuestra producción sería pequeña y que apenas haría mella en el mercado, pero tampoco conocíamos muchos clientes. Teníamos la referencia de Almería, donde había mucha competencia. Por otro lado, de dinero andábamos muy mal. Creo que pusimos cada uno en aquella época un millón de pesetas. En el banco pagamos intereses muy altos para financiar esa inversión. Y solicitamos subvenciones, aunque el proyecto fuese viables sin ellas, pero lo cierto es que ayudaban en el comienzo. El programa Proder nos vino de maravilla.
—¿Por qué apostaron por la fórmula de la cooperativa?
—Al principio era lo que nos daba más posibilidades. La desventaja de la sociedad limitada es que hay que hacer una aportación de capital. Las cooperativas en Andalucía están bastantes respaldadas por la administración. Nuestro perfil encajaba con la idea de hacer una empresa cooperativa. ¿Inconvenientes? La cooperativa te limita, porque no puedes contratar mucho personal, dado que deben ser socios. Pensamos en el concepto de empresa familiar y de darle opciones a nuestros hijos. Hoy todos trabajan aquí.
—¿Cuáles han sido las decisiones más acertadas en estos casi veinte años?
—Una decisión importante que nos ha hecho avanzar es salir de la Escuela de Empresas. El espacio era muy reducido. Nuestro negocio lo necesita. Estuvimos a punto de irnos de Alcalá, dado que no había terrenos para instalarse. Necesitábamos crecer porque el mercado demandaba más producción. Entonces el polígono de Llano Mazuelos estaba en proyecto, pero no podíamos esperar. El Ayuntamiento nos vendió estos terrenos —en el polígono El Chaparral de Santa Ana— y aquí compramos 6.000 metros cuadrados a un precio razonable. Fue nuestra primera nave. Esta zona requirió inversiones, como el saneamiento y la corriente eléctrica, porque es un espacio rural, todavía en reconversión. El mercado ha ido creciendo, como nosotros.
Otra decisión importante: la cabeza no ha corrido más que los pies. Hemos ido poco a poco, en función de nuestras posibilidades. Y una tercera decisión positiva fue asociarnos con una serie de fabricantes y un distribuidor comercializador para fabricar nuestra materia prima: el monofilamento, que sale del polietileno. Así creamos Filalca, y evitamos la dependencia de otros proveedores a los que no les primaba la relación calidad/precio. Filalca también está creciendo.
“EL SECTOR ESTÁ MUY POTENTE EN JAÉN Y AÚN MEJOR EN ALCALÁ”
—¿Cómo está el sector en la provincia?
—Nuestro sector es textil, pero destinado para la agricultura, no para ropa. Se llama textil por ser tejido, pero es de uso agrario. ¿Cómo lo veo? Con las perspectivas de consumo que hay, lo veo bastante bien. Nosotros hemos hecho una ampliación y también hemos creado un grupo con otras empresas, GP5. Este se va a instalar en el polígono Llano Mazuelos. El año que viene haremos unas instalaciones acordes. Y si lo hacemos es porque el mercado lo demanda. El sector está muy bien en Jaén y aún mejor en Alcalá y la comarca de la Sierra Sur. Aquí hay bastante personal y movimiento económico. Además, las perspectivas son buenas, porque hemos conseguido salir fuera de España. La agricultura, como decía antes, es un pilar básico.
—¿Con qué países mantienen buenas relaciones económicas?
—Latinoamérica es muy importante en este sector. Marruecos y Argelia, también. Europa se está moviendo, pero sobre todo en Latinoamérica sí hay más consumo de este tipo de productos.
—¿Más en Centroamérica que en el Cono sur?
—Chile está destacando, y en Centroamérica reina México, donde hay potencial y competencia. En Honduras también se hace, y no puedo ignorar Cuba.
“HACE FALTA ESTUDIAR LOS MOVIMIENTOS ECONÓMICOS DE LAS COMARCAS”
—Usted nunca ha escondido cierta pulsión política. De hecho fue concejal socialista en Frailes. Si ahora fuese alcalde o edil en algún pueblo de Jaén, ¿qué recomendaría para que la economía no nos señalase siempre en los peores registros de empleo?
—Fomentaría la formación profesional. Entiendo que la gente esté preparada académicamente al máximo, pero falta algo. Aquí llegan currículos de licenciados que no tienen experiencia profesional, y es muy importante. Hay que incentivar que la gente se forme en las empresas. En mi sector, el demandante de empleo necesita un periodo de formación. Lo que falta, creo, es fomentar esa formación profesional. Habría que estudiar los movimientos económicos de las comarcas. ¿Qué sector hay que potenciar en Alcalá? No entiendo que siendo tan evidente el auge de las mallas de protección y del plástico no haya ya una rama en los institutos para formación. Así saldría personal preparado. Digo aquí el plástico como en otra comarca puede ser la madera. Yo estudié la rama del metal. Hay empresas escasas de personal cualificado, exentas de trabajadores que, por ejemplo, sepan soldar. Pienso lo mismo con el ámbito del campo: la formación es vital.
—La entrega en una empresa propia es muy intensa. ¿Es difícil desconectar?
—(Suspira) ¿Qué le digo? No es que me cueste trabajo desconectar; es que no me importa estar al pie del cañón. Que los objetivos se cumplan es un aliciente. A veces agobia el trabajo, claro. Ahora no quiero desconectar (ríe). Me encuentro realizado con este empleo. Lo vivo, porque entiendo que es nuestro. No trabajo para nadie que se lleva el beneficio, sino para mis socios y nuestros respectivos hijos. No me planteo desconectar. Ya tengo una edad, y me harto a veces, pero yo no puedo funcionar sin esto. ¿Para qué jubilarme? No me lo he planteado.
—¿Qué hubiera hecho usted si Agritex no hubiese funcionado?
—No me lo imagino. Lo cierto es que en ocasiones lo he pensado. Creo que si no hubiese hecho Agritex, hubiese hecho otra empresa. Siempre he tenido la inquietud de construir y no dedicarme a que me manden. Es muy fácil que te manden. Así no tienes problemas ni te equivocas (ríe). Me ha gustado no ser dependiente de un tercero. Prefiero hacer algo por mí mismo.
Vídeo y fotografías: Antonio Anguita.
Únete a nuestro boletín