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El increíble y enigmático arte secreto de Jaén

Por José Bautista - Enero 24, 2017
El increíble y enigmático arte secreto de Jaén
Dos menores conducen, por increíble que parezca, un Land Rover, fabricado en Linares, en el Sáhara.

Sucedió en la barra de un bar hasta los topes, un escenario muy de Jaén, solo que en esta ocasión las cervezas las ponía un surcoreano. Normal, pues aquello era Seúl, capital de Corea del Sur. Eran las tantas y en la tele daban un partido del Barça al que no le perdía la vista un rubio, el único del lugar. No sé cómo entablamos conversación, pero resulta que allí, en un país lejano del tamaño de Andalucía pero con más población que toda España, me encuentro con que el tío era de Úbeda.

El cariño entre jiennenses es directamente proporcional al número de kilómetros que los separan del mar de olivos. Los que han vivido más allá de Despeñaperros y Mágina alguna vez han alzado la voz para decir “ese es de Jaén” mientras sonaba Juanito Valderrama, Raphael o Andrés Segovia —también linarense—. Pero eso es algo así como la segunda división del arte de toparse a un paisano lejos de la provincia.

En la primera división están los encuentros legendarios, cargados de mística jiennense. Por ejemplo, encontrarte a una de Peal de Becerro en Estados Unidos, o toparte con un turco con acento de Jaén capital, o irte a Filipinas y que medio pueblo se apellide Quesada, Arjona, Arquillos y Cazorla. O abrir el periódico en Brasil y que aparezca la cara de Garzón, el célebre juez de Torres; o que una señora alemana se siente a tu lado y se ponga a escuchar a Supersubmarina, el grupo de Baeza —Sabina es demasiado conocido para la “primera división” de este arte tan peculiar—.

Por mucho que reneguemos —lo de desbarrar y reír el defecto propio también es un arte, pero ese es otro cuento—, Jaén es un buque multinacional y no nos damos cuenta. Hace poco me fijé en uno de esos Land Rover inmortales de los ochenta que se fabricaban en Linares. Fue en un campo de refugiados saharauis, en mitad de la nada al sur de Argelia. Ese sigue siendo el coche estrella del desierto, capaz de resistir su inclemencia, a pesar de que dejó de fabricarse hace treinta años. La época en que Jaén producía coches así es un recuerdo que empieza a nublarse, y mientras venga plantar olivas.

 La antaño increíble producción automovilística de Linares llegó a países de todo el mundo.
La antaño increíble producción automovilística de Linares llegó a países de todo el mundo.

Con permiso de Fran Cano y como jiennense que ha vivido mucho tiempo fuera, he de dar las gracias a todos mis paisanos por mimar tanto a los extranjeros y empacharlos de ochíos, virolos, andrajos y galianos hasta marcar una especie de trauma positivo en sus subconscientes. Ustedes sembraron un cariño en esos forasteros que yo he ido recogiendo poco a poco, y una vez eso hasta me salvó la vida. Hace unos años me dejaron con lo puesto en Paraguay, tirado varios días en la calle, la embajada cerrada y la policía compinchada con los malos. Un desconocido que amaba nuestra provincia me regaló el viaje en bus —48 horitas— que me llevó de vuelta a casa. Mística jiennense en estado puro.

Ahora paro por Madrid, cuya verdadera capital es Jaén. Aquí parten el bacalao el cambileño Montoro y el orcereño David Broncano. Nada más mudarme a la metrópoli me topé con otro paisano en el barrio: Joaquín Sabina, cuyo balcón hacia la plaza de Tirso de Molina ya no luce una bandera republicana. Al que todavía no he visto es a Gaspar Zarrías. Supongo que tendrá 1.217 millones de asuntos para no dejarse ver.

Jaén tiene poco más de medio millón de habitantes. En este instante, en algún lugar del mundo, un jiennense está pagando a 17 euros el litro de un aceite digno de arcada. No sufran, pues no tardará mucho en encontrase a un paisano al que todavía le quede olivar embotellado.

"Olivo solitario,
lejos del olivar, junto a la fuente,
olivo hospitalario, que das tu sombra a un hombre pensativo
y a un agua transparente”, que diría Machado.

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