Intolerancia mucha
Deberíamos ir dando por sentado de una puñetera vez que todos, absolutamente todos los políticos, son gentuza. “No hay que generalizar, no hay que generalizar”, habrá pensado ya más de un papafrita de esos que sonríen y saludan a todo el mundo como si estuvieran mal de la cabeza. Sí, sí hay que generalizar, y cállate ya, déjame seguir, que eres más previsible que un chiste de Vica (mi hijo estudia Derecho, pues el mío no, el mío estudia torcío, jajaja). Porque, si no generalizamos, se nos sigue colando la gentuza por los resquicios de la tolerancia. Y no. Ya está bien. ¿O no está bien ya? Intolerancia, mucha. Así que, fijado esto, cegado el nicho, seguimos. Todos los políticos, absolutamente todos, se meten en política y se afanan en prosperar para hacerse los chulos delante de sus cuñados, primos y vecinos. Son unos acomplejados, unos inseguros y unos mandilones, y cuando están cerca del dinero público no lo pueden remediar, lo cogen, con la baba colgando. Todos los políticos, sin excepción, llegan a sus puestos y a sus cargos y a sus responsabilidades ya jiñados encima de la vocación de servicio público. Y, por supuesto, encima de la ideología. Todos aprenden pronto qué es lo más importante para prosperar en política: el votante, no el ciudadano. Al ciudadano que le den muchísimo por culo y que se joda. El votante es un mal necesario, un engorro imprescindible, un apestoso trago que hay que engullir con una sonrisa, no queda otra; el ciudadano no, el ciudadano es una basura que no tienes ninguna necesidad de tocar, ajjj, caca, suelta eso, lávate las manos, voy a pedir otra copa, hazte una raya. El ciudadano es un quejica y de ahí no sale. A todos los políticos, no se salva nadie, la democracia les dificulta muchísimo la existencia, la libertad de prensa les amarga la vida, la libertad de expresión les revuelve las tripas y el estado de derecho les ensombrece las ambiciones personales. No le gusta a ninguno, detestan todo eso, serían más felices si todo eso no existiera. Pero aguantan. Y los que aguantan terminan como Celia Villalobos, por ejemplo, diciendo gilipolleces en el tono y con el aspecto de las titas severas a las que si no les das la razón dejan de hablarte para los restos. La totalidad de la clase política es corrupta. No tiene ni idea de cómo se gobierna un país, de cómo se asfalta una calle, de cómo se adecuan las leyes, de cómo se sanean las cuentas, de cómo se reorganiza el tráfico, de cómo se soluciona una rebelión independentista. Pero de trincar sin que se note mucho, de eso saben lo que no está escrito. Peritos en entramados, lección segunda. Y todos roban. Todos. Al menos roban una vez al mes, cuando cobran el sueldo. El problema de la política son los políticos. Y además son todos unos asquerosos. Eso es lo que pasa.
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