"Los discursos de odio al migrante son amplificados por las redes sociales"
Álvaro Liétor Ortega (Jaén, 1984) es técnico de proyectos y responsable de Comunicación de 'Jaén Acoge', una asociación que ha crecido exponencialmente en el último lustro. Ortega se incorporó en el año 2022, más o menos cuando el colectivo dio un paso hacia adelante de la mano de un equipo con más profesionales y rejuvenecido. "Hemos incrementado la capacidad y asumimos proyectos de mayor envergadura en favor de los migrantes", expresa el jiennense.
La entrevista con este periódico es en el número 6 de la calle Magdalena del Prado, en Jaén, cerca de la sede principal. El nuevo espacio está más vinculado a la protección internacional. Liétor, psicólogo acostumbrado a escuchar y dar apoyo a las personas que llegan a España en busca de una oportunidad, analiza y enfrenta los bulos contra los extranjeros.
—¿Estamos en el peor momento democrático de incitación de mensajes de odio a la población migrante?
—Probablemente a nivel histórico sí que estamos en uno de los peores momentos, pero porque también confluyen varios factores, como la existencia de las redes sociales, que hacen que los discursos de odio se amplifiquen con una magnitud desmesurada. A través de la psicología y del marketing de la comunicación, los grandes partidos conocen las vulnerabilidades de la población a la hora de esparcir estos discursos y lo aprovechan potenciándolos, generando campañas de discurso de odio muy sofisticadas. Utilizan medios de ingeniería de la comunicación ante los que los que la gente no está preparada para defenderse. Y realmente es complicado estar protegido para el ciudadano de a pie.
—Le pregunto por la crisis migratoria en Canarias. Las decisiones las toma el Gobierno, pero ¿cómo puede el ciudadano entender una situación tan compleja que no admite una mentalidad binaria?
—Efectivamente. Ha dado en la clave de unos de los problemas que hay con los discursos de odio. Hay partidos que aprovechan la situación al intentar ofrecer respuestas sencillas a problemas complejos. Y si un problema es complejo es imposible que tenga una respuesta sencilla. No se puede valorar ni juzgar de manera reduccionista un problema que sabemos que, por su naturaleza, es demasiado complejo, porque implica a países, partidos políticos y administraciones. No se puede reducir todo a 'buenos y malos', a soluciones rápidas y efectivas, que son las que venden en sus programas políticos algunos partidos.
—Tengo un amigo migrante, nacionalizado español, que dice: "La inmigración gusta si es blanca y con dinero".
—Sí, claro. Yo tengo otro que comenta: 'A ver si os aclaráis. Unos me dicen que vengo a quitaros el trabajo y otros que vengo a cobrar la paguita. ¡No puedo hacer las dos cosas a la vez!'. Son incoherencias que no tienen ningún sentido.
—Y aterrizando el tema en la provincia, ¿qué trabajo hacen a nivel de comunicación en 'Jaén Acoge' para combatir los bulos sobre migrantes?
—Precisamente, yo gestiono dos problemas muy ligados a este tema. Uno se llama 'Stop rumores'. Está pensado para abordar de forma preventiva los discursos de odio trabajando conceptos como los discursos de odio, estereotipos, desinformación y por qué nos creemos la información que es falsa. ¿Por qué nos creemos lo que sabemos que es falso? Ahí entra la inteligencia de partidos y algunos medios para crear confusión.
Otro de los programas que llevo es 'Red Owo', pensado para sensibilizar de la parte más jurídicamente punible de los delitos de odio, recogidos en el código penal. Este año el proyecto se ha reformulado para hacer grupos de entidades que, con trabajo en red, hacemos actividades que generan diálogo intercutural y previenen los discursos de odio y discriminación. Son grandes apuestas de la Federación Andalucía Acoge, que implementamos también en Jaén.
"LA GENTE VALORA A QUIEN VIENE A TRABAJAR CON BUENAS CONDICIONES"
—El caso del reciente proyecto de inserción laboral en la planta fotovoltaica de Quesada, con una docena de empleos nuevos, es paradigmático. ¿Es difícil de articular una iniciativa así?
—Si se refiere a cómo generar la inserción laboral, pues claro. En realidad, todo es un trabajo en cadena. Hay que coordinarse con los ministerios, que financian los programas con ayuda de la Unión Europea, y a nosotros nos llega a través de 'Andalucía Acoge'. La Junta también tiene los programas integrales de inserción laboral, como T-Acompañamos. Tenemos compañeras profesionalizadas que gestionan los fondos de cada programa, organizan actividades y calendarios, cumplen con los requisitos de los financiadores y finalmente lo ponen en marcha. Es un trabajo complejo, porque requiere coordinación. Todo está muy medido por las administraciones autonómica y central, y hay que justificarlo.
—¿Suele haber un periodo de tiempo significativo entre dos acciones de inserción laboral?
—Depende del itinerario del programa. Los que yo coordino se renuevan cada año. Otros tienen un periodo más amplio, de año y medio. Depende de la línea de actuación y de la financiación.
—En la valoración que mandaron a los medios sobre la formación en Quesada recalcan que el empleo dignifica y reduce desigualdades. ¿Cree que la idea está suficientemente asentada en la sociedad?
—Creo que sí está arraigado el concepto del trabajo como dignificación del ser humano. En general, en España somos una sociedad muy trabajadora. Otra cosa es que nos falten oportunidades para poner en práctica los conocimientos que aprendemos. Pero la actitud y la predisposición trabajadora sí la tenemos. Entonces, ver cómo migrantes vienen con ganas de trabajar es valorado positivamente por la sociedad. Siempre están los bulos y prejuicios, pero la gente entiende que cuando una persona viene con derechos, regularización y condiciones laborales buenas es acogida de forma amigable.
—¿Más trabajo implica también menos prejuicios?
—Lo entiende mejor la gente así, claro. Creo que hay miedo, por parte de la población en general, a la incertidumbre, a las personas que no saben ubicar muy bien cuál es su rol. 'No odies aquello que no entiendes', reza un eslogan. Y funciona incluso con gente que no es migrante. Alguien autóctono puede quedarse sin empleo y siempre sobrevuela el estigma social. La gente percibe esa incertidumbre con ansiedad. Y al final hay quien piensa: '¿Qué harán estas personas si vienen? Si no encuentran nada, igual se plantean hacer algo malo'. Se juega mucho con el factor miedo inherente al ser humano.
—No sé si ha trabajado con Menores Extranjeros No Acompañados. He tenido la oportunidad de conocer y contar historias de integración. Sin embargo, tengo la sensación de que en el imaginario colectivo el término MENA está vinculado a la violencia.
—Claro, porque el bombardeo mediático es continuo. Se asocian conceptos. Le pongo un ejemplo. La percepción general es que los migrantes vienen a España en patera. En cambio, revisas la estadística global y no es así: la mayoría viene en avión, en coche o incluso andando. Quienes vienen en patera suponen un porcentaje residual, un 10% o un 12%. Pero el bombardeo es tal que al final asocias 'MENA' con 'delincuencia' o 'migrante' con 'desempleo' y 'amenaza' o 'patera' con 'invasión'. Gracias al miedo y a la ansiedad te acabas creyendo cosas que no son ciertas.
—Habla de bombardeo y pienso más en las redes sociales que en los medios. En X (antes Twitter) abundan los vídeos cortos de peleas.
—Si ves una imagen o un vídeo de una pelea en una red social, ¿eres capaz de saber a ciencia cierta si ese vídeo pertenece a lo que se está describiendo? En muchas ocasiones se ha descontextualizado y se le ha dado actualidad a una pelea en un pub en 2013 que no tiene nada que ver con la realidad de las personas migrantes. Lo sacas de contexto, lo reformulas y dices que es una pelea de MENAs a las puertas de un centro. ¿Cómo lo compruebas?
—Claro.
—Volvemos a lo mismo: generas en la gente incertidumbre y miedo. Y al final el usuario de la red no tiene forma de comprobarlo. Por eso necesitamos verificadores y buenas agencias de noticias contratadas que encuentran esos materiales y desmonten las mentiras.
—El buen trabajo periodístico.
—Efectivamente.
"LA IDEA DE COMUNIDAD EN JAÉN ES INTERESANTÍSIMA"
—¿Qué le llevó a estudiar Psicología?
—Lo tuve bastante claro, más allá de que tuviera la pequeña fantasía de ser músico de rock o compositor. Aterrizando, cuando se acercó la época universitaria, sentía que tenía una gran sensibilidad para la percepción de emociones, para interactuar con las personas sobre estas cuestiones. Además, quedé impactado con La gata sobre el tejado de zinc, que es mi película favorita. La trama es muy psicológica y los personajes afrontan tramas con muchos matices, y me identificaba mucho con la capacidad para percibir las sutilezas del comportamiento humano. Quería entender mejor cómo funcionan las emociones.
—¿Y la carrera le gustó o tuvo desencantos?
—Hubo momentos para todo. Uno tiene ciertas expectativas y no siempre se dan. Psicología está muy ligada a la ciencia y no tanto a la filosofía o al buenismo, como se suele pensar. Cuando la gente ve que hay tanta estadística y tanto método científico, se suele decepcionar. A mí no me vino largo, porque ya venía del Bachillerato de Ciencias de la Salud y tenía mucho interés en todo lo relacionado con el cerebro. Sí que es cierto que había formaciones con profesores que dejaban que desear. Recuerdo que algunos te decían que no tenían vocación y que estaban ahí porque era la única manera de vincularlo con la investigación.
—Conoce las administraciones públicas gracias a los trabajos que ha desempeñado en ayuntamientos e incluso en la Diputación de Jaén. ¿Diría que es el sitio adecuado para reducir desigualdades y para ayudar a los más vulnerables o a veces es más útil hacerlo desde el ámbito privado?
—Es una buena pregunta y también compleja. Cada cosa tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Cuando trabajas con colectivos vulnerables de forma libre lo que ganas es precisamente libertad. Te permite volcarte sin explicaciones. Pero normalmente para ayudar hacen falta recursos. Y trabajar en una entidad, pública o privada, con respaldo económico es lo que te da combustible para seguir el camino y que haya garantías de profesionalización. Eso supone garantía de calidad y de eficiencia en asuntos tan difíciles como el duelo migratorio.
—También ha trabajado de representante comercial de Correos. ¿Qué tal la experiencia?
—Siempre he dicho que desde fuera parece una experiencia muy ajena a mi ámbito, pero en realidad no me lo pareció tanto. Porque, al fin y al cabo, la herramienta cotidiana de uso era la comunicación, la interacción social, la negociación y convencer a la gente. Todo eso es inherente a mi formación de psicólogo y resultó una vía más de implementarlo en un contexto diferente. Sí que es cierto que es un trabajo particular, más duro que otros. Me pilló en una época en la que justo me había mudado a Málaga y conocí la ciudad a la perfección, porque contacté con comunidades de vecinos, centros educativos y demás.
—Como ciudadano de Jaén capital que ha visto y pisado mundo, ¿qué cambiaría de forma más urgente?
—Aparte del problema de los recursos y de la financiación, una de las cosas que más ligadas están a la mentalidad de los jiennenses es la falta de autoestima. Nos hace falta valorarnos más y tener una percepción un poco más objetiva de nosotros mismos. Tenemos que quitarnos complejos y valorar lo bueno que tenemos en nuestra ciudad, que no lo apreciamos sencillamente porque creemos que lo de fuera siempre es mejor. Cuando te vas fuera te das cuenta de que aquí hay una serie de oportunidades y comodidades que no hay en otras ciudades más grandes. En Jaén hay una noción de comunidad y un respaldo que me parece interesantísimo.
Fotos y vídeo: Fran Cano.
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