"No concibo otra vida que el sacerdocio y la entrega a la Iglesia"
Provicario general de la diócesis y canónigo de la Catedral, el alcaudetense José Antonio Sánchez Ortiz celebró el pasado domingo sus 25 años como sacerdote
Cuando nació José Antonio Sánchez Ortiz (Alcaudete, 1974), gobernaba la Iglesia Pablo VI; al recibir la ordenación sacerdotal, Juan Pablo II y en el momento de asumir la provicaría general de la Diócesis de Jaén, Francisco. Hay quien dice que quizá sea el Santo Padre argentino el que lo consagre como obispo, aunque el protagonista de este reportaje ni se lo plantea:
"Creo en la providencia divina, siempre he estado convencido de que mi vida está marcada por lo que la voluntad de Dios ha querido en cada momento; no sospechaba lo que el Señor tenía preparado para mí, Él sabrá por dónde me tenga que llevar en los próximos años".
Por lo pronto, además de provicario general, desde el mes de mayo es canónigo de la Catedral jiennense. Una trayectoria más que destacable si se tiene en cuenta que el DNI del alcaudetense solo desvela medio siglo de aventura vital.
Doctor en Teología, director además del Instituto Teológico San Eufrasio, rector del santuario de El Abuelo y capellán de su cofradía, el pasado domingo conmemoró, en el templo mayor, sus bodas de plata sacerdotales. Veinticinco años desde que el obispo Santiago García Aracil (Valencia, 1940-2018) le confiriese el sexto sacramento:
"Acerté en mi decisión; precisamente el domingo, celebrando la eucaristía, di gracias al Señor por elegirme sin yo esperarlo y por acompañarme estos años. Mi vida la entiendo desde el sacerdocio y la entrega a la Iglesia, no la concibo de otra manera", comenta a Lacontradejaén.
HIJO DE COMERCIANTES
El mayor de dos hermanos, José Antonio Sánchez (así, despojado de los tratamientos que sus dignidades diocesanas le otorgan) no desciende de un clan acostumbrado a ver sotanas en sus armarios:
"No había curas en la familia; mi madre sí es una mujer religiosa, mi padre no lo era tanto. De hecho, en su cabeza no entraban mis planes, no terminaba de encajarle que yo fuera sacerdote. Después fue una cosa hermosa, a partir de mi entrada en el Seminario él fue cambiando su visión sobre los sacerdotes y la Iglesia poco a poco, y en mi ordenación fue una de las personas que más la disfrutaron", recuerda con la amable memoria de su progenitor, ya fallecido, a ras de labios.
Con estos mimbres queda claro que lo suyo no respondía a un plan previo familiar, que su vocación no estaba programada como la duración de una colada o la potencia de un horno. Y hablando de aparatos de cocina...
"Mis padres tenían una tienda de muebles y electrodomésticos, yo me he criado en el negocio, echaba una mano a mis padres, si necesitaban algo", apostilla.
Estudios iniciales, Bachillerato y COU (para los más jóvenes, lo que antiguamente se llamó PREU) en la Ciudad de los Manantiales, donde hizo la comunión, fue monaguillo y empezó a interesarse por "las cosas de la Iglesia": "Tuve trato con los sacerdotes de mi pueblo, en mi época de niño eran dos, que me transmitireron mucho, don Cristóbal Alcalá (mucha paz) y don Francisco Pérez Pinel (mucha alegría)".
Parecía que todo estaba claro, que su camino era el que se señala en Juan 14:6, pero no, vaya que no: "Tuve mi momento de duda en la adolescencia, ese vínculo con la Iglesia bajó. Pero llegó un sacerdote joven, creó un grupo joven en la parroquia y resucitó algo que estaba ahí latente; terminé el COU, hice la Selectividad (para los más jóvenes, la actual EBAU) y me planteé el entrar al Seminario, sobre todo para aclarar las dudas de si Dios me estaba llamando para esto o no", evoca.
Y allí, en el tardodecimonónico edificio de la calle Juan Montilla de Jaén en cuyo frontón se han dejado las rodillas (después de las rodilleras) más de una generación de jaeneros, encontró la respuesta a sus preguntas: "Entras, vas viendo que las cosas se van aclarando y llega un día en que dices '¡esto es lo mío!".
De aquellos años guarda el mejor de los sabores: "Lo pasábamos genial, entré a un Seminario muy numeroso, jugábamos al fútbol casi a diario, también mucho estudio y pasarlo bien, fomentar la amistad... Recuerdo el Seminario con gratitud y alegría". Prácticamente lo mismo que afirma de sus lustros al frente de sus destinos pastorales una vez concluida su etapa formativa, ya con el clériman al cuello y después de cumplir con la patria:
"Fuimos seis los últimos curas de España que hicimos el servicio militar, pero muy bien, tengo un buenísimo recuerdo, fue mi primera experiencia como capellán de hospital, viajé con el Ejército...". Todo un padre Mulcahy al modo MASH (para los más jóvenes, serie ochentera castrense cuyo cura dicen que hizo convertirse a más de uno al catolicismo).
Santa Ana y las aldeas de Alcalá la Real primero, Mengíbar posteriormente, Jamilena (donde vivió una pandemia que ni le rozó) o Torredonjimeno, con la Delegación Episcopal de Juventud por si se aburría... Y así hasta recalar en Jaén capital por sorpresa: "El obispo don Sebastián habló conmigo y me comunicó que me iba a nombrar provicario general y vicario parroquial de Belén y San Roque". Corría 2022 y la decisión del prelado murciano le removió los esquemas:
"Cambia mucho con lo de ser párroco, es otro mundo. El contacto de una parroquia no lo tiene uno en la vicaría general, que es muy exigente, con mucho papeleo y reuniones; tienes que aplicar mucho sentido común y acumular experiencia día a día. Es un puesto que tiene sus rosas y sus espinas, como cualquier puesto de responsabilidad; hay que tomar decisiones, que muchas veces son bien acogidas y otras, no", explica.
Algo así como lo que experimenta quien se pone al frente de una cofradía. Un universo este, el de la Pasión y la Gloria, que le es de todo menos desconocido a José Antonio Sánchez Ortiz: "He sido costalero cuando era joven, he sacado imágenes, he vestido de nazareno y he tocado el tambor en mi pueblo. Estaba en la Cofradía de la Humildad, y cada vez me tocaba hacer una cosa distinta".
Dirigir la vida espiritual de la hermandad del Abuelo y su sede canónica seguro que lo ayudan a no olvidar aquellos días de incienso y pétalos: "Para mí está siendo una gran experiencia, un descubrimiento de muchas cosas, de la devoción a Nuestro Padre Jesús, que me parece que es algo realmente singular y hermosísimo". La devoción de las devociones, que lo llaman. Y concluye:
"No me es ajeno el mundo cofrade, pero capillitas no me considero. Eso sí, valoro muy positivamente la religiosidad popular, es un valor que hay que cuidar y ayudarlo a crecer". El ilustrísimo y muy ilustre señor don José Antonio Sánchez Ortiz. José Antonio para tantos.
Únete a nuestro boletín