
"El fútbol sala me ha dado amigos para toda la vida"
José Manuel López García (Jaén, 1981) ha dicho adiós a las pistas de fútbol sala tras un cuarto de siglo compitiendo. El adiós con el deporte, se intuye, tiene visos de punto y aparte, porque el amor hacia el juego es innegociable en la conversación con el también educador desde 2007. López atiende a Lacontradejaén en una cafetería del centro de la capital, justo en la semana donde se celebran los homenajes de los clubes en los que jugó, desde CD Avanza Jaén, su último equipo, hasta Bujalance.
Cierre aguerrido, enérgico y con dotes de liderazgo, López tocó la gloria en el año 2015 como capitán y mejor jugador de la primera Copa de España amarilla. Ciudad Real y 2015 son coordenadas que el de Cambil tiene presentes. Aún le brillan los ojos cuando se cumple una década del hito del Jaén Paraíso Interior.
El 22 —número que portó desde la temporada 2010-2011 hasta la última para recordar cuántos eran entonces en la familia— está para jugar. Pero ha decidido, y cuando uno decide lo hace con la cabeza, que toca echarse a un lado por más que las piernes estén para seguir corriendo.
—¿Cómo lleva los homenajes? ¿Qué supone que tanta gente quiera sumarse a su despedida?
—Es la pregunta que ahora todo el mundo me hace. La verdad es que lo llevo con mucha emoción y con orgullo por ver que los clubes por los que he pasado se acuerdan de uno. Estoy muy feliz por los detalles que han tenido Avanza y Bujalance, donde también pasé dos años maravillosos. La emoción está ahí, y al mismo tiempo me pone triste, porque la retirada está muy reciente aún. Uno aún tiene esa vena de jugador de fútbol sala y sientes ese miedo de ir a La Sabreloja o cualquier pabellón y...
—Ya no será lo mismo.
—Ya no será lo mismo. Se acabó el hábito de cambiarte en un vestuario y compartir con los compañeros, como hice los últimos 25 años. Preparar el partido, las charlas, el calentamiento, el gusanillo de competir. Eso ya lo echo de menos. Tengo que adaptarme, porque es una decisión que tomé el pasado mes de julio.
—¿Necesitó su tiempo para tomar la decisión?
—La última temporada fue difícil para mí. Tuve una lesión bastante grave en diciembre del año pasado. Estuve cinco meses sin participar. Tanto tiempo fuera de las pistas y de los entrenamientos hizo que me sintiera un poco así. Ahí es cuando empecé a dar vueltas a la cabeza. Piensas cosas que igual no le das importancia si estas en la rutina diaria. Entonces, la lesión ha sido un factor importante para ver el fútbol sala desde otro prisma. Me he dado cuenta de que estaba llegando el momento de dejarlo. Pensé que ya por mi edad había sacrificios que igual no merecían tanto la pena. Es una decisión muy meditada.
—No fue un calentón de decir "hasta aquí hemos llegado".
—No, no. Porque yo estaba siendo un jugador importante en la plantilla. En Avanza nadie me ha mirado nunca la edad, y eso es de agradecer. Yo me sentía bien. El equipo estaba arriba, llegó el playoff y al final ascendimos a Segunda [por la vía administrativa]. Mucha gente me preguntaba eso: "¿Cómo te vas ahora que hemos ascendido a Segunda?".
—Y además con el Olivo Arena como pista en casa.
—Claro. Avanza se merece todo lo que está teniendo ahora, con su llegada al fútbol sala profesional y el Olivo Arena como pabellón. Era el escenario ideal para seguir jugando. Pero, nada, sentí que era el momento adecuado: dejar el fútbol sala con un ascenso a Segunda División, sintiéndome importante y recuperándome de la lesión. Mi objetivo fue llegar al playoff. Cuando me lesioné, las primeras pruebas apuntaban a que la temporada había acabado para mí. Hablé con Fran y Quico, fisios del club, y pensamos que podíamos acortar los plazos que fijaron los traumatólogos. Había que hacer un esfuerzo grande, pero era posible ayudar al equipo en las eliminatorias. De eso estoy y me voy orgulloso. Superé la lesión y acabé jugando.
Otro factor importante en mi decisión es la familia. Son muchísimos años jugando a fútbol sala. Le he quitado mucho tiempo a las personas más queridas, como mis hijos, que van siendo más grandes. Me necesitan ahora más que antes. Se juntó todo y, como digo, la decisión está tomada y no fue ningún tipo de calentón. Hubo cosas de la vida fuera del fútbol sala y de mi propio trabajo que también influyeron.
—Es ley de vida, ¿no?
—Sí, cuando estás en el fútbol sala profesional te focalicas en el deporte, pero llega un momento en que hay que poner el foco en otros ámbitos. Si no podía estar al cien por cien entendí que había que dar el paso. Al final es una carrera larguísima, de 25 años seguidos jugando, y lo dejo con 43. Creo que puedo estar muy orgulloso de haber llegado y de haberlo hecho bien. Al superar la lesión me retiro, porque creo que tengo que hacerlo.
—Pero sentía que podía seguir.
—Podía haber seguido jugando, exactamente. Esa tranquilidad me permite tener la conciencia tranquila de haberlo dado todo.
—Ahora en septiembre regresan las competiciones. ¿Qué es lo que más va a echar de menos?
—Sobre todo compartir cosas en el vestuario. Cuando me preguntan por lo mejor que me ha dado el fútbol sala suele referenciarse la Copa de España de 2015, donde además gané el MVP. Sí, son recuerdos increíbles que nunca hubiese soñado lograr, pero lo que más me llevo ahora, y lo estoy viendo desde la retirada, es las personas. Al final son los compañeros, con los que tanto he convivido. Muchísimos ahora son amigos para toda la vida. Eso es lo que echo de menos, los códigos de un vestuario y el día a día. El momento de escuchar a la afición antes del partido, los nervios que siempre están ahí cuando uno ama tanto el fútbol sala y competir. Todo eso ya lo echo de menos. En Avanza somos una familia.
"EL JUEGO VA MÁS ALLÁ DE SER BUENO CON EL BALÓN"
—¿Cómo llegó a la demarcación de cierre?
—Las posiciones son muy volátiles en nuestro deporte. Con la edad nos pasa a los jugadores un poco parecido. De niño quieres meter goles. Mis comienzos fueron de ala pívot, cuando era cadete. Las primeras temporadas en Segunda B en Linares y en Águilas era un ala pívot. La primera época del Jaén Paraíso Interior también seguí igual, y era un jugador polivalente en ataque, donde destacaba más que en defensa. Metía goles. Era un jugador goleador.
Mi salto al fútbol sala profesional supuso dejar Jaén, que estaba entonces en Segunda B, e irme a Castro-Urdiales, a Santander, un equipo de Segunda División. Ahí el entrenador César Núñez me reconvierte en cierre. Él vería algo por mis condiciones físicas o técnicas-tácticas, y apostó por mí de ala cierre. Así empezó todo.
—¿Qué hace falta para ser bueno en su posición? ¿Qué le diría a un canterano que está empezando a jugar ahí?
—Creo que cuando eres joven y estás empezando no es buena idea encerrarte en una posición. Es el momento de pasar por todas las posiciones del juego. Luego el entrenador, una vez lo ha medido en varias demarcaciones, debe elegir en función de sus características. ¿Qué le diría a un cierre? Consejos tácticos. Hay jugadores muy buenos individualmente, pero el juego del fútbol sala va más allá de ser bueno con el balón en los pies. Hay que ser inteligente en la pista. Haría hincapié en mejorar la táctica y en intentar que comprendan por qué pasan las cosas en el juego. Es un deporte con una pista chica y hay que buscar el espacio libre.
—Y cerrarlo cuando se defiende.
—Claro. Parece una cosa sencilla, pero es lo más difícil, jugar fácil. Parece ambigüedad, pero hay que encontrar el espacio libre en una cancha pequeña lo más rápido posible con el mínimo de toques. Y cuando te toca defender hay que cubrir los espacios donde el rival te puede hacer daño. La inteligencia táctica es fundamental para un cierre.
—La Copa de España de 2015, en Ciudad Real, fue un hito para el Jaén Paraíso Interior. Han pasado diez años. ¿Qué recuerda?
—Se ha cumplido el décimo aniversario de esa primera Copa de España y la recuerdo con una ilusión increíble. Todos teníamos un brillo en los ojos por vivir una experiencia nueva. Era la primera vez que el Jaén Paraíso Interior FS se clasificó para una fase final de una Copa de España y era también la primera vez que un equipo andaluz jugaba el torneo. Además, en Ciudad Real, que era una distancia cercana para que nos animara la Marea Amarilla. Éramos niños con zapatos nuevos. Teníamos muchísima ilusión por hacer un buen papel. Viajamos sin presión.
—Los nuevos.
—Éramos los nuevos. Jugamos la Copa de España cuando dos años atrás estábamos en Segunda División. En las casas de apuestas nos hubiesen dado un cero por ciento de posibilidades de ganar. Estaban Pozo, Movistar y Barcelona. Eran equipos a los que no les escapaba ningún título. Tenían presupuestos y plantillas increíbles. Algo se creó en el Quijote Arena con nuestra afición. Todo fluyó y fueron los mejores partidos que puedes soñar como entrenador o jugador. Salió todo a la perfección. Fue increíble. Un sueño. Primer partido contra Pozo de Murcia. Pensábamos que ahí se acababa todo. Y esa victoria nos dio una confianza tremenda en lo que estábamos trabajando. Íbamos muy bien, cuartos en Liga. Esa Copa de España reafirmó la temporada del club.
"HICE MEJORAS TEMPORASAS QUE LA DEL MPV"
—Y usted fue elegido el mejor jugador del torneo. ¿Diría que aquel año fue su 'prime', como ahora dicen los jóvenes, o ha tenido temporadas más destacadas?
—Es una buena pregunta. A nivel mediático, evidentemente levantar una Copa de España como capitán del Jaén Paraíso Interior, con el impacto de la televisión, en Teledeporte, y además llevarme el MVP... Le mentiría si no le digo que fue mi mayor logro como deportista. Ahora bien, no creo que a lo largo de mis 25 temporadas aquella fuese la mejor. En 2015 estuve a un gran nivel como también lo tuve en otras posteriores. Al final, cada año no ganas una Copa de España ni siempre he estado en Primera División.
—El escenario.
—Eso es. Seguramente he tenido años muy buenas, pero estaba en Segunda B jugando. Juegas en un escenario que no es visible para el aficionado. En 2015 me sentí increíble y también hay un factor de equipo, porque estaba rodeado de grandísimos jugadores. Fue mi 'prime' deportivo, pero también he tenido otras temporadas buenísimas y en Primera. Sin duda, aquel año es la foto, el momento más icónico de mi carrera.
—Linares, Águilas, Jaén Paraíso Interior, Mengíbar y finalmente Avanza. ¿Con qué se queda de cada club de la provincia en el que ha participado?
—Linares, definido con una palabra: comienzo. Águilas Jaén, aprendizaje. Jaén Paraíso Interior, todo. Mengíbar, volver a ilusionarme. Mucha ilusión en Mengíbar. Y Avanza ha sido para mí en las últimas temporadas sentirme vivo.
—Los entrenadores siempre vieron en usted un hombre diferencial, una prolongación del técnico en la pista. ¿Quién le marcó más? Ha comentado antes el punto de inflexión con César Núñez.
—He tenido grandísimos entrenadores. Es complicado elegir uno. Siempre digo que la función que tenemos todos los jugadores que nos dedicamos profesionalmente al fútbol sala es quedarnos con lo mejor de cada entrenador. Es de jugador inteligente. Creo que he sido ese jugador inteligente, esponja, de quedarme con lo mejor de cada uno.
Le hablo de entrenadores enormes. Ángel Aguilera es un mítico entrenador de Jaén Fútbol Sala, cuando Oliva Secavi ganó dos Copas de Europa. Fueron mis comienzos. Gustavo López. Me voy a Javi Cachón también, a Pedro Ortega, de nuevo Ángel Aguilera. César Núñez. Antonio García. Macario. Son técnicos de Bujalance. La época en que Dani Rodriguez pasó de ser compañero mío a entrenador durante siete temporadas en el Jaén Paraíso Interior. Luego Quique García y Javi Garrido. Son entrenadores impresionantes, de nivel top.
Si tengo que elegir, y creo que he nombrado a todos los entrenadores de mi carrera, por temporadas y por logros que conseguimos juntos, por llevar a lo más alto a nuestro Jaén, me quedo con Dani Rodríguez. Es un entrenador fundamental en mi carrera. Sentía en la pista que todo estaba controlado gracias a la confianza que me dio. Luego él ha ganado dos Copas de España más, ha llevado al Jaén a ser un club ganador, y es uno de los mejores entrenadores del mundo. Javi Garrido en Mengíbar también fue impresionante. Nos quedamos a las puertas de ver al equipo en Primera.
—¿Aquella final por el ascenso contra Córdoba es la gran espina de su carrera?
—Sí, sí, totalmente. Porque en cada club he logrado el objetivo personal y el colectivo. Es mi mayor espina tanto el ascenso frustrado como el descenso del año de Mikel Diestro, que fue muy malo tanto a nivel individual como colectivo. Mi experiencia con Mengíbar siempre han sido muy intensa en lo bueno y en lo malo. El año del ascenso no consumado faltó el premio, pero fue un 'temporadón'.
—La ciudad se apasionó con el equipo.
—Lo que vivimos en Mengíbar fue una locura. Y luego me tocó vivir el descenso. Tengo un sentimiento enorme hacia el club y me involucré al máximo con el Infierno Rojillo. Me identifiqué mucho con la entidad y aquel descenso me hizo daño.
"LOS MARATONES DAN VIDA AL DEPORTE SIN EL CORSÉ DE LA TÁCTICA"
—Está acabando el verano. Le pregunto por los torneos veraniegos en los pueblos y en las ciudades de Jaén, como las 12 ó 24 horas. ¿Qué importancia han tenido en el desarrollo del fútbol sala y de los jugadores que luego llegan a la élite?
—Bueno, sobre los maratones hago una reflexión. Cuando llegas a niveles profesionales, en mi opinión el jugador no debe promover su presencia en estos torneos, que se suelen celebrar en junio y en julio, a las puertas de la pretemporada en agosto. El jugador profesional debe desconectar y no tiene que participar pensando en su propio bien. Hay casos de futbolistas que por jugar un maratón con los amigos sufren lesiones.
Por otro lado, si analizo los maratones como aficionado y como amante del fútbol sala de calle, descubro una realidad bonita, que es la del regate y de los pabellones con afición. En este sentido, que vivan los maratones. Que no terminen nunca. Es el reflejo de que el fútbol sala está en crecimiento y muy arraigado dentro de España. Los torneos demuestran que el fútbol sala, con todo lo que aún debe corregir, está vivo. Lo bonito del maratón es que no se encorseta en la táctica.
—Le comparto un recuerdo. Las primeras 24 horas en Frailes, mi pueblo, fue a mediados de los 90. El bar de mis padres, ubicado junto al pabellón, no cerró ni un minuto durante el torneo. Estuvo abierto un día entero. Había una expectación enorme y no paraban de entrar y salir jugadores y familiares. ¿Cree que esa pasión sigue igual en la provincia?
—Quizá en pueblos más grandes sí se mantiene la ebullición de gente en torno a un maratón de fútbol sala. También es cierto que en otras localidades más pequeñas como Frailes o Cambil, que es mi pueblo, se ha perdido un poco la pasión. Por ejemplo, en Cambil ha habido maratones de fútbol sala en los que colaboré para organizarlos y finalmente se dejaron de hacer. Igual por un tema de presupuestos municipales, que acaban dedicados a otros asuntos.
—También el ocio ha cambiado. Los móviles, las redes.
—Exactamente. Como digo, en pueblos pequeños quizá ha menguado un poco la pasión, pero en ciudades sí se mantiene y deberían mantenerse. Es la llama para los jóvenes que quieren ser profesionales.
—El trampolín.
—Sí, jugar un maratón con 14 ó 15 años con tus compañeros sin el corsé táctico es una maravilla y te permite calibrar si quizá en el futuro pases a formar parte de un club.
"EL JUEGO DE CUATRO LO CAMBIÓ TODO"
—Hablando del tema táctico. También me acuerdo de la impresión que me produjo cuando vi por primera vez a un equipo rotar en pista.
—Claro, claro (risas). Son épocas. Yo tengo la suerte de haber vivido la evolución del fútbol sala. He jugado en la época en la que no se podía marcar gol dentro del área. Era así. Fíjese cómo ha cambiado. Te regateabas al cierre en el medio del campo y ya se daba el uno contra uno contra el portero, que no podía salir de su área. Todo ha evolucionado hacia un juego más atractivo y más dinámico.
¿Rotar? Yo he jugado cuando no se rotaba. En los años 90 vino a Jaén el gran entrenador brasileño Zego y trajo el juego de cuatro, de rotación. Aquí en Jaén fue como: "¡Hostia! Esto es fútbol sala!". Entonces para jugar así había que prepararse técnica y físicamente, porque era un juego de total movimiento. Nos abrió los ojos al fútbol sala moderno que ya estaba llegando. Claro, hay que imaginar el choque que supuso aquello: tocas y te mueves. Ya no eres cierre ni ala ni pívot. Todos sois todos. Es lo que tenemos ahora en la actualidad. El jugador debe adaptarse a todas las posiciones. Y mire los porteros. ¿Ha cambiado el juego de los porteros?
—Desde luego.
—Ha cambiado el juego en sí. El portero en fútbol sala no es que haya cambiado individualmente, sino que ha cambiado el juego por completo. Es bonito el cambio porque así los entrenadores y los jugadores tienen que estar en continua adaptación. También se han consolidado las variantes del portero-jugador, que hay que saber utilizarlas y defenderlas. Aún hay cosas que se pueden hacer mejor, pero el fútbol sala vive unos momentos bonitos, emergentes y competitivos, sobre todo competitivos. Ahí tenemos los dos títulos consecutivos de Jimbee Cartagena como campeón de Liga. Y Palma Futsal levantando las tres últimas Copas de Europa.
Se demuestra la competitividad, la igualdad y lo bonito que está el fútbol sala. De pronto equipos que no pensabas que podían ganar han hecho las cosas bien y están logrando títulos. Es también una motivación para el Jaén Paraíso Interior. Si Jimbee y Palma lo consiguen, ¿por qué no Jaén? Es un aliciente. Jaén, con el Olivo Arena, 6.000 socios, la plantilla que tiene y el apoyo institucional y privado, tiene una motivación para pensar que nosotros también podemos. Vamos a salir a ganar un título. Y eso hace que crezca la Primera División y que el fútbol sala crezca enamorando a más gente.
Fotos de entrevista y vídeo: Fran Cano.
Fotos de carrera deportiva: Avanza Jaén, Atlético Mengíbar y cedidas por José López.
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