José Luis Fernández, toda una vida entre varetas de mimbre
Canastero desde la cuna, este artesano de Los Villares asegura que, pese a las incertidumbres de su oficio, volvería a hacer lo mismo si naciera otra vez
Dice José Luis Fernández Ruiz (Los Villares, 1968) que de pequeño "estaba más bailando que estudiando". Cualquiera sabe si lo que le hacía mover el esqueleto eran unos tangos canasteros de esos que Lole y Manuel bordaban como ellos solos, pero lo que sí es cierto es que en casa de canasteros nació, entre varetas se crio y canastero es, y a mucho orgullo:
"Si volviera a nacer, volvería a hacer lo mismo. Al principio, como te obligan, no te gusta, pero si no soy eso, no sabría hacer otra cosa", confiesa.
Nieto e hijo de artesanos del mimbre, lleva a gala el apodo de sus mayores, los Farafú. Un mote de ascendencia cinematográfica (asegura que así los bautizaron tiempo atrás en recuerdo del personaje de una película del oeste que respondía a esa gracia y que, como el abuelo de José Luis, "siempre llevaba el harapillo por fuera").
Sin embargo, si alguien quiere hacer un encargo al protagonista de este reportaje, mejor que pregunte por el Salchi; otro curioso apelativo cuyo escolar origen queda más que claro de boca del propio canastero:
"En quinto curso me dijo la profesora que planteara un problema, y dije que había un camión que tenía tantas cajas de salchichas, y cada caja tantos paquetes y así sucesivamente. Alguien me dijo 'salchichas', y se me quedó".
Diez u once años de edad tenía cuando comenzó a bregar entre cestas y todo lo que esta antiquísima artesanía alumbra desde el municipio villariego. Décadas de duro trabajo que lo han convertido en un maestro en lo suyo pero que le han permitido asistir, también, a los peores tiempos de una manufactura que si antaño cimentaba la economía local, hoy día les permite tirar para adelante, pero sin tirar cohetes, eso sí:
"Vivimos, solo eso, pero esto pasa en nuestro trabajo y en cualquier otro; tenemos que luchar contra la importación y es complicado", lamenta.
Un sistema generador de una competencia atroz, que tira de materiales baratos para abaratar costes y aumentar la rentabilidad (según Fernández), aunque él afirma mantenerse fiel a la tradición:
"Yo, como materia prima siempre utilizo mimbre auténtico; subo a Cuenca y me lo bajo de allí". Con estos mimbres (pocas veces puede estar tan bien traída esta frase hecha como en estas líneas), desde Los Villares salen continuamente productos de su fábrica al resto de España, y aunque lo que está por venir, inminente, es el tiempo del incienso y los tambores, Artesanía Fernández anda estos días entre villancicos y panderetas:
"En una semana estaremos liados con las cestas para Navidad; de aquí, del pueblo, sale el 70 o el 80 por ciento de las que se usan para los lotes", sentencia. Cestos, sillones o mesas complementan un repertorio de artículos que destilan, además de horas de trabajo, un ensolerado sabor a tradición.
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