Juanca se suelta
El delantero jiennense firma una jugada memorable en un clásico que decide y en el que demuestra un descaro fuera de lo común
Su descaro forma parte de entender el fútbol. Tiene la osadía natural que concede el talento. No teme. Encandila su valentía para jugar la pelota y pelear por ella. Juan Carlos González Sánchez (Jaén, 1995) puso en pie a La Victoria con un gol de bandera, de pañuelos blancos en cualquier coso que se precie. Lo hizo en un clásico, con la grada alborotada y las pulsaciones al doble de lo habitual. Agarró la pelota en tres cuartos hasta situarse en la frontal a pecho descubierto, sorteando cuantos rivales salían a su paso. Armó la pierna y soltó un zapatazo que se coló como un misil por toda la escuadra de Lopito.
Juanca apareció en el momento oportuno para desnivelar un clásico que hasta ese momento resultó equilibrado entre un Linares más elaborado y un Real Jaén jugando a trompicones, pero generando más peligro que su rival. El fútbol es mágico y en especial cuando un futbolista resume el arte y la filigrana en un terreno de juego.
Lo del apagón de La Victoria es pura anécdota. El clásico del fútbol jiennense respondió a todas las expectativas generadas. Dos colectivos con la misma manera de entender el juego y hechuras de profesionalidad, a los que la Tercera División se les queda demasiado pequeña. Juanca puso la guinda un encuentro que fue una verdadera fiesta, con emoción, intensidad y pelea en cada acción, pero sin perder los nervios.
Juanca fue el verdugo del que pudo ser su equipo. El pasado invierno el Linares coqueteó con el delantero jiennense, incluso se habló de que estaba apalabrado. Pero él prefirió quedarse en casa, en el club en el que se formó hasta que probó suerte en Los Villares, adonde llegó de la mano de Manuel Chumilla, quien lo conocía de las categorías inferiores. Tras la renuncia del club villariego, se marchó a Torredonjimeno. En el Matías Prats terminó de explotar. Doce dianas en su primer año y veinticinco en el segundo. Números más que sobresalientes, que solo superaron su actual compañero en la vanguardia blanca, Antonio López, el pasado año en las filas del Loja, y Joan Grasa, del Motril.
Germán Crespo tiene un diamante en bruto. Un chaval de apenas 23 años, capaz de levantar de sus asientos al público en un clásico, en el partido que está marcado en rojo por cualquier jugador con aspiraciones. Y afrontó el derbi sin miedo a la presión ni al que dirán. Con el coraje de un futbolista que reclama un puesto entre las figuras.
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