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"La autonomía es lo que nos hace libres"

Por Javier Esturillo - Junio 03, 2018

Es cumplidora, puntual y muestra gratitud por nuestro interés. Sabe que cualquier entrevista o aparición en un medio de comunicación, por pequeño que sea, ayuda sobremanera a poner los puntos sobre las íes a la realidad de un mundo repleto de obstáculos. Ella es Pilar Martínez López (Linares, 1974), presidenta de la Federación de Asociaciones de Personas con Discapacidad Física y Orgánica de la provincia de Jaén (Fejidif). Su gesta y la de su colectivo pasan relativamente inadvertidas en un panorama mediático obsesionado con asuntos en su mayoría banales, pero eso no es óbice para que queramos saber qué hay dentro de ella y cuál es la razón de su lucha. La citamos en la terraza de una céntrica cafetería de la jiennense calle Navas de Tolosa. Un espacio accesible, aunque, por desgracia, todos lo no son. Con Pilar Martínez intentamos radiografiar el mercado laboral, la sociedad, el urbanismo, el turismo, la sanidad... Mañana, en Sevilla, recoge el Premio Cermi Andalucía 2018 en la modalidad de igualdad de oportunidades para mujeres y hombres con discapacidad por su extensa labor al frente de Fejidif.

—¿La accesibilidad es el pan nuestro de cada día para su organización?

—Es que sin accesibilidad no hay igualdad de oportunidades. Así de sencillo. Por eso, es el principal caballo de batalla de Fejidif. Lo llevamos en la espina dorsal. A pesar de que desde el 4 de diciembre de 2017 imperiosamente es obligatorio que toda edificación pública debe ser accesible, la realidad es otra, al igual que con el sector privado, al que le queda mucho por hacer y de corazón, no por imposición de la norma. Es una pena que, después de una década y con una demora de por medio para adaptarlo todo, todavía estemos así.

—¿Por qué nos cuesta tanto normalizar la accesibilidad?

—Ese es el mayor de los secretos. Nadie lo sabe. Si supiéramos por qué ocurre, centraríamos nuestros esfuerzos en ese punto. Lo que hacemos nosotros es trabajar desde distintos enfoques, ya sea desde la colaboración, la reivindicación, la organización de todo tipo de iniciativas o la solicitud de subvenciones para apoyar a administraciones o a entidades privadas. Es decir, trabajamos desde muchos campos para mejorar la accesibilidad, sobre todo en lo relativo a equipamientos físicos. Pero no todo son problemas arquitectónicos. También es necesario trabajar con personas con discapacidad sensorial o intelectual para desarrollar programas o metodologías, como pasa en Europa. El problema es que las normas van siempre por detrás y no siempre se cumplen.

—¿Tan lejos estamos de Europa?

—Por desgracia, España y Andalucía siempre están en el examen de repesca. Europa dicta directivas u órdenes en materia de accesibilidad y discapacidad y siempre las aplicamos en el último momento, cuando falta muy poco para que expiren los plazos. Por ejemplo, la adaptación de la ley de discapacidad conforme a la Convención de los Derechos Humanos se aprobó en Andalucía en 2017, cuando debería de haber estado hace mucho tiempo, ya que nuestra norma autonómica era de 1999.

—¿Se sienten invisibles?

—Algunas veces sí, porque todavía tenemos que estar insistiendo en el tema la accesibilidad. Por ejemplo, hay determinadas grandes empresas que son todo puertas abiertas, mientras que en algunas administraciones no es así.

—Lo curioso es que cualquier persona, en un momento dado de su vida, puede sufrir algún tipo de discapacidad, aunque sea temporal, por un accidente o lesión.

—Quien no lo ha vivido no se pone en la piel de un discapacitado y, por lo tanto, no suele exigir hasta que lo conoce de cerca y tiene la vivencia. Por eso, seguimos en el plano de la sensibilización, aunque no deberíamos de convencer a nadie porque hablamos de un derecho recogido en una norma que, por desgracia, no se cumple. Conviene recordar otra vez que, desde el pasado 4 de diciembre, todo debe ser accesible y que existe un proceso sancionador.

—El hecho de sancionar al que incumple la norma es un paso muy importante. No hay nada que más moleste que tocar el bolsillo.

—Lo hemos probado todo y nos hemos dado cuenta de que sin sanciones poco avanzamos. Aquí de motu propio nadie es capaz de hacer nada. Al final, alguien tiene que poner algo de orden, aunque sea a través de castigos. Este no es el camino que le gusta a Fejidif, que apuesta más por la negociación, el diálogo y la colaboración para que se hagan las cosas por convencimiento. Pero, si no es posible, pues llegamos a los extremos.

—Todavía no me creo lo del Teatro Darymelia.

—Pues créaselo. No sé cómo puede pasar esto de verdad. Y era la tercera vez a lo largo del curso que nos iba a pasar. Por eso, les pedimos a las compañeras que se informaran antes de la situación, y cuando llamaron les dijeron que le faltaba una pieza al ascensor. Yo, por mi parte, estuve haciendo gestiones con Cultura, y lo que hicieron fue ofrecerme alternativas tan surrealistas como coger a la gente en brazos o pasarlos por la puerta donde equipan el escenario, a pesar de que exista una ley autonómica, otra nacional y la Convención de los Derechos Humanos. Yo alucinaba porque siguen sin entender que la persona debe tener autonomía propia mediante la accesibilidad. Y en este caso hablamos de un espacio público como es el teatro.

—¿Con las personas con discapacidad sigue habiendo mucha hipocresía?

—En cierta forma sí, porque no se tiene el concepto de que todos somos iguales, cada uno con sus circunstancias. Creo que el enfoque y el tratamiento a las personas con discapacidad está distorsionado. Nos ven como personas débiles, por las que otras tienen que tomar decisiones y, evidentemente, esto condiciona.

—¿Alguna vez ha pensado en arrojar la toalla?

—Mentiría si dijera que no. Más de una vez lo he pensado porque sigo sin entender cómo los que está en el otro lado no se dan cuenta de la importancia de la accesibilidad. No nos entienden y máxime cuando tienen responsabilidades públicas. Su deber es hacer posible que todos los ciudadanos seamos iguales. Hay días mejores y días peores, en los que la fuerza de la gente que me rodea y del equipo de Fedijif hacen que siga para adelante con más ganas si cabe. Llevamos mucho tiempo peleando y salvando adversidades con el objetivo de conseguir la inclusión social y real, y seguiremos de la misma manera con el apoyo de las asociaciones de Fejidif que hacen un trabajo extraordinario.

—¿Qué papel juega el entorno familiar de una persona con discapacidad?

—A veces es complicado explicar que puede limitar. Sin embargo, trato con mucho respeto a la familia porque puede ser el gran aliado de las posibilidades que pueda tener una persona. Si hablamos de personas con un alto grado de dependencia tienen que contar con su entorno familiar y sus amigos para poder desarrollar un proyecto de vida que siempre estará mermado porque dependes de otros. En la provincia, tenemos grandes ejemplos de familias posibilitadoras que realizan una sensacional labor y en medio rural.

—Tampoco creo que sea buena la sobreprotección.

—No es buena y procuramos evitarla. Abordamos mucho este aspecto con la familia para guiarlos y evitar que el amor vaya mucho más allá y limite a la persona. Por suerte, colaboran con nosotros para que la persona tenga mayores niveles de autonomía porque es la finalidad última de nuestro trabajo para hacerla medianamente libre. Hacer posible que la persona con discapacidad decida por ella misma sería el triunfo de la sociedad.

—¿La lástima duele?

—Es lo peor de todo, por encima, incluso, de la sobreprotección. Sin embargo, contra la lástima es muy complicado luchar.

—Minusválido, discapacitado, persona con movilidad reducida. ¿Qué es lo apropiado?

—Personas con discapacidad, que es el término legal y acuñado. Minusválido es peyorativo y hace que la persona se sienta todavía más inferior. Hay tendencias ahora que hablan de personas con disfuncionalidad. Lo hacen con la mejor voluntad, pero creo que, al final, confundimos a la gente. Tenemos una definición que está recogida en las leyes y es que la que se debe utilizar.

—Siempre ha sido muy reivindicativa con el papel de la mujer discapacitada y la igualdad.

—No son buenos tiempos para la lírica. Se habían conseguido avances importantes en esta materia, pero la crisis nos ha hecho mucho daño. En algunos aspectos, hemos retrocedido bastante. Ha habido desarrollos que han desaparecido prácticamente. Si lo miramos desde el punto de vista del empleo, no solo la mujer ha perdido, sino las personas con discapacidad en general. Soportamos una tasa de desempleo que llega al 65%, según algunas estadísticas. Y son las mujeres las que menos trabajo consiguen. En el medio rural todo es más complicado porque hay menos oportunidad. Quizá está cambiando algo en la Universidad, donde cada vez hay más mujeres con discapacidad, pero debemos seguir modificando los estereotipos para que la mujer con discapacidad no acabe sumida en el núcleo familiar para poder desarrollarse como ella misma decida.

—Es curioso que una de las mentes más privilegiadas que ha dado la Historia era una persona con discapacidad y dependencia, Stephen Hawking. ¿Por qué el empresario sigue sin ponderar la capacidad intelectual de una persona más allá de su discapacidad?

—Hay que trabajar mucho en este aspecto, empezando por el perfil de la empresa de Jaén. Además, nos lo dicen que necesitan personas muy polifacéticas y conforme nos acercamos a mayores grados de discapacidad, pues todo es más complicado porque necesitamos accesibilidad y esto hace que la empresa tenga que invertir. Ni tampoco ahora son buenos tiempos, hay mucha gente que se incorporó a mediados de los 90 que han perdido sus puestos de trabajo, debido a la crisis, y, por desgracia, no lo van a recuperar. Lo que sí he notado es que ahora se busca el talento que el no que no puedes hacer. Esto nos abre algunas puertas. Bien es cierto que, hoy por hoy, solo son las empresas grandes. Y en eso estamos, trabajando con los equipos de Recursos Humanos para que nos den metodología para poder trabajar y la verdad es que estamos consiguiendo algunas colocaciones.

Por otro lado, estamos librando una batalla muy importante en lo que se refiere al empleo público que en esta provincia tiene una deuda grande con el mundo de la discapacidad. No logramos que se apliquen los porcentajes establecidos por ley, que solo cumplen el Estado y la Junta de Andalucía. El problema es que los que mayoritariamente contratan son los ayuntamientos y la Diputación. Es una realidad. Algunas entidades de discapacitados, entre las que se encontraba Fejidif, constituimos en el Consejo Provincial una comisión especial en la que estuvimos dos años trabajando un manual de buenas prácticas para el acceso de las personas de discapacidad al sector público. En una primera consulta pedimos que nos dijeran el cupo que tienen con sus ofertas o en las bolsas de trabajo, que, por otro lado, no son muy rigurosas, porque no se sienten obligadas al cupo de reserva, y solo nos contestaron seis administraciones y ninguna de ellas alcanzaba el 1% de población con discapacidad entre sus recursos humanos.

—Es muy duro ese dato.

—Por eso le digo que hay una deuda muy grande. Ahora el decreto andaluz favorece la empleabilidad desde diferentes vías, como procesos específicos para personas con discapacidad, ya sea física o intelectual. Creo que hay muchas herramientas para hacer un trabajo extraordinario en este sentido.

—Querer es poder.

—Es que volvemos a lo de antes, las empresas piensan que la persona con discapacidad resta en vez de considerar que aporta valor. Por eso, al final, tienes que convencer probando. Quizá no entiendan que nosotros cuidamos mucho y mimamos más el trabajo que realizamos por encima del resto de la población. Y a los hechos me remito, porque cuando nos valoran de manera increíble es cuando nos ven trabajar.

—Regresemos a la accesibilidad. ¿Cómo ve nuestra provincia?

—Pues solo decirle que hicimos 87 planes de accesibilidad que están metidos en los cajones de Urbanismo de los ayuntamientos. Planes que no se consultan para ejecutar una obra. Pero tampoco se mira el decreto ni la accesibilidad en una intervención de urgencia. Un trabajo que lleva haciendo Fejidif desde hace 31 años y que sigue sin ver buenos resultados.

—¿Ningún municipio se salva?

—Podemos salvar a Linares. La capital lo estaba haciendo medio bien y ha vuelto a la anarquía más absoluta. Basta con ver los arreglos de la calles. No se enteran los técnicos de que ya nada puede ser inaccesible. Y lo peor de todo es que he visto ejecutar intervenciones con más obstáculos de los que tenía antes. No entiendo cómo no hay una metodología establecida, cuando es obligatoria. Los municipios deben celebrar debates de accesibilidad porque aquí lo importante es crecer, no ir para atrás. Además, la accesibilidad debe ser transversal, en la que tienen que estar implicadas distintas áreas. Al sector privado le cuesta aún más. Por ejemplo, en el sector turístico, en el que hemos intentado ir de la mano con las empresas y seguimos con muy pocas camas.

—¿Y por qué al sector turístico no se le mete en la cabeza?

—Porque consideran que la accesibilidad es cara y es todo lo contrario, porque viajan más personas. Y las personas con discapacidad suelen quedarse en el mismo sitio, por lo que generan más riqueza. Está en los oídos de todos los que proyectan políticas de turismo. No tenemos paquetes de fin de semana ni en Linares, que es una de las ciudades más accesibles. En grupo no se puede viajar porque no hay plazas suficientes en los hoteles.

—¿Cuál es el paraíso de la accesibilidad en Europa?

—Alemania, sin duda. Es más, en sus autovías te indican cuáles son las áreas de servicio con accesibilidad. También me ha sorprendido Portugal, lo tienen interiorizado. Y, además, con un rigor extraordinario porque no caben las interpretaciones.

—Ustedes votan y llegan elecciones. Vamos a ver qué les prometen.

—No nos gustan mucho las fotos en periodo electoral y menos aún las promesas que luego no se cumplen, aunque son tiempos complicados para compromisos. A veces ni siquiera aparecemos en los programas de los partidos.

—Hablemos del transporte.

—Pocas posibilidades tenemos de empleo si encima el transporte interurbano no es accesible. Por eso, llevamos desde 2013 peleando. Cuando Felipe López llega a la Consejería de Fomento y Vivienda, se compromete de manera muy fuerte con este asunto. Estamos a medio camino y todavía nos queda mucho por mejorar, pero Jaén y Fejidif lideran este proyecto en Andalucía. Hemos conseguido tres líneas y hay compromiso de más. En todo esta tarea nos acompañan el fiscal Cristóbal Fábrega y el propio Defensor del Pueblo Andaluz. Hay un antes y un después de 2013. Queda mucho por arreglar, pero Jaén puso el banderín de salida a toda Andalucía en el transporte interurbano.

—¿Y del transporte urbano en la capital?

—Mejor no me pregunte por Castillo.

—Bueno mañana recibe un premio en Sevilla. Estará muy feliz.

—Así es. Reconoce toda la trayectoria que llevamos en la lucha por la igualdad de oportunidades en la provincia y en el ámbito andaluz. No me lo esperaba, pero es genial porque es lo máximo en nuestro sector.

Fotos y vídeo: Carmen Copado

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