Antonio Vallés Perdrix: una calle con ecos de pasodoble en Peñamefécit
Desde 2009, una de las vías urbanas que unen las avenidas de Andalucía y Barcelona lleva el nombre del músico y compositor maño, afincado en Jaén por amor
Si el Jaén de arriba tiene su propia 'calle de Correos' (Doctor Eduardo Arroyo), el de abajo no iba a ser menos; ahí está una de las vías urbanas que une el Gran Eje y la Avenida de Barcelona, de sonoro nombre: Antonio Vallés Perdrix.
Una larga arteria dedicada al doctor Martínez-Bordiú desde hacía décadas, a la que en 2009 (según consta en las actas municipales del 29 de septiembre de ese año consultadas por este periódico) se la rebautizó con el nombre de este personaje de apellidos catalán y francés, aparentemente menos jaenero que un fiordo pero..., ya verán cómo no, cómo sí lo fue.
Nacido en el pequeño municipio zaragozano de Mequinenza en 1923, el futuro músico y compositor vio la luz primera en un ambiente acomodado (según evoca Alliet Vallés López, que con Adolfo conforma el dúo de descendientes del artista): "Propietarios de un molino harinero, de una fábrica de productos derivados del regaliz y de una mina de carbón, en cuya oficina trabajaba".
Nieto e hijo de músicos, "en 1945 creó en Mequinenza la orquesta Vallés, integrada básicamente por músicos formados por él mismo. Compaginaba la participación y dirección de esta orquesta con la de componente, juntamente con el fragatino Ramón Villas y los mequinenzanos Esteve Fuster, José Oliver y Fernando Riau, del Quinteto Villas", añade la pintora, afincada en la capital jiennense.
Pero, ¿qué une con Jaén a este creador? Y sobre todo, ¿por qué tiene una calle con su nombre en la ciudad? Por partes, y a la primera pregunta nadie mejor que su hija para poner luz en la oscuridad:
"Con la finalidad de intercambiar conocimientos de armonía musical, dentro de su faceta de compositor, mantuvo correspondencia durante cinco años con una joven pianista de Jaén, Rosalía López Quero. Un día, Antonio se presentó en Jaén para conocer a Rosalía. Se encontraron en el parque de la Alameda y allí, tan pronto la vio, se enamoró de ella. Antonio y Rosalía se casaron en 1951 y, después de vivir unos años en Mequinenza, en 1955 el matrimonio se instaló definitivamente en Jaén", donde además de dar rienda suelta a su creatividad, ejercía como apoderado para Andalucía y Extremadura de una firma comercial de suministros.
Aclarado el vínculo, queda saber qué lo hizo merecedor de uno de los honores más grandes que una persona puede disfrutar, más aún en su tierra adoptiva. ¿Qué méritos acumuló el maño para tan alta distinción, que lo hace aparecer en el callejero de una zona copada de calles dedicadas a grandes conquistadores? Pues precisamente eso, sentar plaza en esta tierra con su talento, con su arte, con el fruto de su sensibilidad.
"Entre Mequinenza y Jaén, Antonio Vallés compuso muchas melodías, entre ellas boleros como Y ahora qué, Tu cabello rubio, Juntos soy feliz, Ciudades de Andalucía, el vals serenata Bajo el Cielo, el fox No hay solución o el pasodoble Llora una pena, partituras que formaron parte de libretos que utilizaban orquestas de la época.
Alliet apostilla: "Pero su gran éxito fue el Pasodoble a Jaén, compuesto en el año 1958 como regalo a su esposa Rosalía. Esta obra muy popular en su tiempo podía ser escuchada frecuentemente en diversas emisoras de radio, y formaciones como la Banda Municipal de Jaén, la Banda Municipal de Música de Baeza o el Grupo Folklórico Panaceite la incorporaron en su repertorio, incluso estos últimos la incluyeron en uno de sus discos".
"Plaza de Santa María, / barrio de la Magdalena, / con tus calles tan morunas / llenas de viejas leyendas...", canta la pieza en uno de sus fragmentos, que concluyen con un emotivo "Jaén señorial, / tu sol, tu luz no se olvida, / tú eres la capital / más bella de Andalucía, / te quiero de corazón / y te recuerdo siempre, / tus verdes olivares..., / ¡ay Jaén del alma mía!".
En febrero de 2006, Antonio Vallés Perdrix cerró sus ojos para siempre y se hizo al silencio, no sin antes dejar un reguero de aplaudidas partituras y, en Jaén, la mejor de las memorias posibles.
Lejos de la mudez funeraria de los cementerios, las cenizas del artista encontraron melodiosa sepultura entre el río Segre de 'su' Mequinenza natal (de cuyo museo de ilustres forma parte) y la jaenerísima (y para él y su esposa tan romántica) Alameda de Jaén, donde se vieron por vez primera y donde ambos continúan unidos para los restos.
Cuando se dirijan ustedes hacia la oficina postal a enviar o recoger un paquete, o camino del mercado de Peñamefécit, tarareen esa letra, que aparte de una calle con su nombre será el más auténtico de los homenajes al maestro Vallés.
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