La vega de la Reina, esa histórica casería de tejas verdes
![La vega de la Reina, esa histórica casería de tejas verdes](img/blank.gif)
Ubicada en la salida de Jaén hacia Madrid, la hermosa hacienda de Manuel Ruiz Córdoba resume el universo particular de este fascinante y legendario jaenero
Si Avonlea (el imaginario pueblo ficticio canadiense creado por Lucy Maud Montgomery) tiene sus tejas verdes de la mano de Ana (la pecosa pelirroja protagonista de la célebre historia), Jaén puede presumir de ellas, todavía, gracias al buen gusto de uno de sus personajes más fascinantes: Manuel Ruiz Córdoba, el popular Manolito Ruiz.
Un acomodado rentista que entre 1877 y 1947 (lo que duró su aventura vital) pobló Jaén con su ingenio, buen humor y, también, decenas de iniciativas que lo convirtieron en lo que es: un mito, una leyenda.
No es la primera vez que este alcalde de la capital, diputado, presidente de la Diputación, rico propietario, emprendedor empresario, jaenerísimo mecenas y, a la vez, camarada de unos y de otros se asoma a estas páginas digitales, aunque hoy lo hace en segundo plano, a la vera de su hermosa hacienda Vega de la Reina. Ese llamativo caserón visible nada más tomar la carretera hacia Madrid o desde las entrañas del Puente Tablas y que, hoy, por derecho propio, protagoniza esta sección de Lacontradejaén.
Una elegante y armónica construcción situada en el antiguo Batán del obispo al que la visita de Isabel II en 1862 rebautizó como Vega de la Reina, por haber sido aquel punto el del recibimiento oficial a su majestad.
Vinculada desde mediados del XIX (fecha de su edificación) a la familia Córdoba, las sucesivas herencias dieron en parar en Manolito Ruiz, dueño también del cerro y Castillo de Santa Catalina a más de otras rentables fincas en los alrededores de la ciudad. Él fue, precisamente, quien acometió las reformas que dotaron a la señorial casería de su definitivo aspecto.
Entre sus aportaciones más características (con réplica en el cerro de Santa Catalina), los hitos o mojones que indican de quién era aquel predio.
Obviando la amplitud de los terrenos agrícolas que la rodeaban y que, según quienes ya peinan muchas canas, se perdían a la vista, cabe resaltar que en aquel palacete rural (reflejo inevitable de los avanzados gustos de su dueño) perdura aún el rastro de exquisitez de Ruiz Córdoba, en sus habitaciones vivieron y hasta murieron gentes que hoy forman parte de la mitología jiennense y por sus lonjas pasearon o tomaron el sol grandes de aquí.
Por mantener el vínculo temático con la casa real, se sabe que el mismísimo Alfonso XIII (gran amigo de Manolito Ruiz y colega en cuestiones cinegéticas) pegó tiros y abatió aves y liebres en la finca.
En otro orden de cosas, fuentes familiares consultadas por este periódico evocan, por poner un solo ejemplo, las últimas horas de Pablo Muñoz de Solano y Llorente en este mundo, cuyos ojos no vieron otra cosa, a la hora de decir adiós, que el techo de un dormitorio de la Vega de la Reina. Don Pablo, muy conocido en el Jaén de los años 20, casó con la hija adoptiva del matrimonio formado por Manolito Ruiz y la marteña Josefa Codes Masoliver, circunstancia que convertiría a su descendencia en heredera universal de los pingües bienes de Ruiz.
Así se vinculó con el Santo Reino una de las hidalgas familias manchegas, a la que se puede poner rostro en la persona de Pablo Muñoz de Solano solo con pasear la mirada por el cuadro de Nogué La adoración del Santo Rostro, de cuyo hallazgo tras medio siglo en paradero desconocido dio cuenta este periódico.
Allí, en la Vega de la Reina, vivió igualmente la yega más querida por su propietario, Lucera, tan legendaria como su jinete, de la que siempre se contó que fue protagonista de una carrera contra el tren que la propia familia certifica. Sobre ella se le ve, precisamente, a las puertas de la finca, en la foto inferior.
Un verdadero refugio de animales si se tiene en cuenta que don Manuel se adelantó también en esto y no dudó en acoger a perros, patos y hasta monos desahuciados. ¡Simios, sí!
"Había un mono viejo de feria, Perico, que ya no servía, lo iban a matar y el lo rescató y se lo regaló a su hija; el mono tenía un poco de mala uva, pero a ella la adoraba. Cuando ya se puso muy malito, se abrazaba a nuestra abuela, se tapaba los ojitos y echaba su cabeza, como si le doliese. Ella nos lo contaba, porque lo adoraba también", en palabras de Jose Manuel Muñoz de Solano, que vivió en la casería durante su infancia.
O la perra Benita, "la Beni": "Era el amor de la abuela, de Josefa Codes y creo también que de Manuel Ruiz Córdoba", señala. Aún hoy es visible la curiosa fuente con peldaños y refugio incluidos, donde unos patos vivían a cuerpo de rey en la hacienda.
Superviviente y ya en otras manos, la Vega de la Reina de don Manuel Ruiz Córdoba mantiene vivo su recuerdo en la ciudad a la que tanto quiso.
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