Cuando la calle Jorge Morales de Jaén sonaba a gloria
De 1829 a su cierre, la casa número 21 acogió el conocido popularmente como colegio de seises, donde se formaron varias generaciones de niños cantores
La puerta, las ventanas, los balcones y la fachada del número 21 de la calle Jorge Morales solo derraman ya flores de buganvilla, aire acondicionado y un silencio doméstico, pero hubo un tiempo en que pasar por delante de aquel caserón de jaenera traza dieciochesca sonaba a gloria, literalmente.
Más de un oído jiennense, mientras lee estas páginas digitales, evocará aquellos últimos años en activo del que fuera Colegio de San Eufrasio o, más popularmente, el colegio de los seises de la Catedral.
Toda una institución en la capital, por la que pasaron varias generaciones de niños cantores que allí tuvieron academia de canto, escuela y vivienda mientras funcionó en régimen interno, o educaron sus blancas voces ya como alumnos externos, cuando el centro cambió de régimen.
Fundada allá por 1785 (según consta en los legajos del Archivo Histórico Provincial), la entidad pasó por diferentes sedes hasta recalar en esta zona divisoria entre los barrios de la Alcantarilla y San Ildefonso, tan fronteriza que mientras la mitad de sus vecinos pertenece actualmente a la parroquia de San Eufrasio, el otro 50% tiene en San Ildefonso su paisaje espiritual.
No fue hasta 1829 cuando profesores y estudiantes se instalaron en este inmueble de aires palaciegos del que no queda más que una memoria cada vez más desvaída, desde que en 1979 se construyó el amplio bloque de pisos que ocupó su sitio.
Sensible, al menos, con su aspecto anterior, el diseño promovido por (así se expresa en una de las escrituras de compraventa) "D. Manuel Anguita Ayala y D. Carlos Pérez Gutiérrez" ("los muy conocidos entonces Construcciones Mayca", (aporta el conocido arquitecto técnico Leonardo Cruz Linde), recreó en su fachada la señorial portada y la ventana que la coronó durante siglos.
Dado el valor histórico-artístico y ornamental de rejas, jambas, dintel y pináculos, muy mal debían de estar para no empotrarlas en el nuevo proyecto, como sí ha ocurrido en otros predios de la misma vía urbana. Cualquiera sabe si esa portada no era la que el arquitecto catedralicio Juan de Aranda Salazar diseñó, en 1648, para la casa del escribano Andrés Salido de Olmedo, según recoge Rafael Galiano Puy en Datos para una biografía del arquitecto De Aranda Salazar, publicado en Elucidario en 2007.
Calle, por cierto y curiosamente, donde la música ha sido siempre santo y seña, si se tiene en cuenta que en ella vivió también (número 8) el autor de las célebres Jaeneras, Alfredo Ruiz Guerrero; que Jacinto Verdejo puso su academia particular; que Manuel Romero abrió su local de venta y arriendo de pianos...
O que hasta en el domicilio del que fuera vocal del Tribunal de lo Contencioso-Administrativo de Jaén Antonio José Uceda Vargas se instaló la primera radio de la ciudad, en los años 30, que seguro derrochaba canciones dedicadas, al gusto de la época.
Hasta los primeros años de la década de 1930 se mantuvieron intactos los principios fundacionales de aquella institución, que dirigieron o atendieron nombres propios de la música de aquí como los maestros Ramón Garay (1760-1823) y José Sequera (1823-1888).
Más cercano en el tiempo, Damián Martínez Linde (1895-1977), si bien las instalaciones continuaron como escenario docente hasta principios de los 70, como recuerda la profesora Rosa Martínez Anguita en su trabajo sobre este colegio, publicado en la revista Senda de los Huertos en 1994.
MUCHO MÁS QUE MÚSICA
Antes de convertirse en el auténtico conservatorio que fue, la mansión sirvió de residencia a un fascinante jaenés de adopción, el chantre (maestro cantor) de la catedral Luis Xavier de Garma y Moreno, nacido en Barcelona en 1752 y fallecido en la capital del Santo Reino setenta y cuatro años después y de quien da buena cuenta Emilio Lara en un artículo publicado en la revista Códice, en 1999.
Todo un personaje que se destacó en su resistencia a los franceses hasta el punto de recibir un palizón en las lonjas del templo mayor de la diócesis: "Entre escolta con bayoneta calada le llevaron preso al Castillo, donde bajo amenaza de horca le tuvieron como rehén y garantía del pago de medio millón de reales", narra el recordado cronista Manuel López Pérez en El viejo Jaén.
Entre sus 'hazañas', sacar el Santo Rostro de su fortificado habitáculo y, para evitar que los invasores se hicieran con él y con su valioso marco-relicario, se lo llevó a esa casa, donde el pintor Manuel de Cuevas lo copió.
La reproducción se guardó en el lugar donde, tradicionalmente, se venera el vero icono, en tanto el original, enmarcado, certificado y en un cajón de madera, encontró cobijo en un muro de las galerías altas catedralicias: "Así pues, durante el tiempo de la ocupación quienes adoraron el Santo Rostro, entre el 29 de diciembre de 1810 y el 22 de septiembre de 1812, en realidad adoraron una copia", sentencia López Pérez en su obra póstuma sobre la Santa Faz.
Y para los amantes del arte, sepan que en las paredes de uno de los pisos del edificio se conserva la práctica totalidad de la obra de la que no se deshizo el escañolense Manuel Serrano Cuesta, que no firmó partituras pero cuya producción artística es una auténtica sinfonía jaenera.
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COMENTARIOS
Maripaz Moreno Moreno Diciembre 03, 2023
Nací y me crié en la calle Jorge Morales. Fue penoso el deterioro arquitectónico de la irrespetuosa modernidad.No sólo la casa que mencionan, que conocí bien por la buena vecindad de entonces, sino otras tantas casas enormes y maravillosas que derribaron para hacer bloques feísimos.¡Que pena me da pasar por allí!
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