El Calvario de Jaén, en continua 'resurrección'

El entrañable templo vecino al cementerio viejo jiennense recupera la actividad tras la pandemia, de la mano del grupo que se encarga de su cuidado
Para varias generaciones de jiennenses, la ermita del Calvario no es sino el fanal de piedra que desde las ventanas, los balcones o las azoteas veían arrojar hacia Jaén su potente llamita de cera roja como un faro en los secanos del Santo Reino:
"Arriba, en lo alto de su otero, en su soledad rural, abandonado, con su lucecita mortecina que alumbrará toda la noche y la madrugada al Santo Cristo, que puede verse desde muy lejos, parpadeando en la oscuridad", escribió el inolvidable Rafael Ortega Sagrista en el segundo volumen de sus Escenas y Costumbres de Jaén.
Una pequeña gran desconocida para la mayoría de las gentes de aquí que, estos días de Santos y Difuntos, recupera la actividad de la mano de un inquieto grupo de personas volcadas en salvar del olvido a esta antiquísima ‘vecina’ del cementerio viejo: en continua ‘resurrección’.
UN POCO DE HISTORIA
Hay que mirar muy pero que muy atrás para acercarse a la historia de esta entrañable ermita, ubicada en el funerario altozano situado entre los dos camposantos de la capital de la provincia.
Un punto estratégico desde el que, hasta prácticamente mediado el siglo XX, podía contemplarse toda la ciudad y que, ya en 1567, varios autores apuntan que aprovechó el pintor flamenco Anton Van den Wyngaerde para retratarla por orden de Felipe II, en un dibujo gracias al cual se conoce mucho sobre cómo era el Jaén de la época y que, hoy día, puede admirarse en el Albert Museum de Londres.
En él se observa al paisajista junto a una columna erigida en los alrededores de la antiquísima ermita de San Nicasio, cuya ruina (como explica el recordado cronista Manuel López Pérez en un amplio artículo publicado en el número 32 de la revista Pasión y Gloria) a comienzos del último cuarto del XVII, llevó a los franciscanos a construir la que, ahora, preside aquellas alturas, que todavía muchos ancianos conocen como eras de San Nicasio.
Conservada gracias al celo de la Orden Tercera y de ilustres benefactores de la ciudad, desde esas fechas la pequeña iglesia se convirtió en punto culminante del viacrucis que los devotos del santo de Asís construyeron en el desde entonces conocido como Camino de las Cruces.
Elocuente toponimia aún en vigor que, pese a la destrucción de algunos de sus hitos, conduce hacia el Calvario de aquí, suspendido "hacia el borde de la nada", como decía de si mismo que había vivido toda su existencia el bueno de Raymond Chandler.
LA ERMITA HOY DÍA
Asomada, sí, al breve abismo que divide el vértigo hacia el 'cortijo de los muertos'de San Eufrasio (así lo bautizó Ortega Sagrista) y las cercanas lejanías del de San Fernando. Lo dicho: hacia la nada.
Tras muchos e interesantes avatares (el citado artículo de Manuel López Pérez da buena cuenta de ellos) y de años de silencio, cierre y hasta abandono, el Obispado entregó las llaves del piadoso inmueble, en 2013, a la parroquia de Belén y San Roque, a un tiro de piedra de la protagonista de este reportaje.
Posteriormente, en 2015 y en el seno de esta iglesia, se formó el grupo Amigos de la Ermita del Calvario, que a partir de ese momento asumió tanto el mantenimiento del lugar como el dotarlo de contenido litúrgico.
"En realidad solo somos seis personas, tres matrimonios, pero estamos muy comprometidos y con muchas ganas de hacer cosas. No nos gusta que el patrimonio, así como las costumbres, desaparezcan por dejadez", sentencia Tatiana Sánchez Ballesteros, una de las componentes del colectivo. Y apostilla:
"Nos encargamos del cuidado así como de los actos y cultos. Todo ello, como es natural, con el beneplácito del párroco de San Roque, don Juan Herrera. Hacemos eucaristías, oraciones, rezo del rosario, convivencias, jornadas de puertas abiertas y llevamos varios años intentando 'resucitar' la tradición de los viacrucis cuaresmales por el Camino de las Cruces", aclara la comprometida feligresa.
Lo que dice Lucas (10,1-12), "que la mies es mucha y los obreros, pocos", pero no será por falta de entusiasmo: "Estamos muy limitados porque la ermita necesita muchos arreglos y nosotros no disponemos de fondos para ello, pero eso no nos quita la ilusión de seguir adelante, gracias a Dios hay personas que hacen alguna que otra donación material para el ajuar del Cristo o de la Virgen", celebra Sánchez.
Por lo pronto, y tras el parón impuesto por la pandemia, la actividad religiosa se ha recuperado estos días con la celebración de una eucaristía y jornada de puertas abiertas este fin de semana largo de noviembre, citas que contaron con un buen número de asistentes.
Quienes deseen colaborar con la causa pueden contactar con el grupo a través de su página en Facebook Amigos de la Ermita del Calvario o preguntar directamente en la parroquia. Los brazos (dicen) están abiertos.
OBRAS DE ARTE
Unos brazos tan abiertos como las puertas de la ermita en cuanto alguien manifiesta su deseo de acercarse a conocerla por dentro.
No en vano, el catálogo histórico-artístico del Calvario (Bien de Interés Cultural desde 1997) presenta méritos más que suficientes para su preservación (así lo vieron los académicos Ramón Espantaleón Jubes, Diego Angulo o José Domínguez Cubero, entre otros).
Ahí están la propia reja que cierra el acceso al recinto, el Crucificado decimonónico que preside su única nave (en cuyo pedestal se puede leer, grabado, un estimable soneto); la Virgen de José María Tamayo o las imágenes de San Martín de Porres (el popular Fray Escoba), San Francisco o, sobre todo, la Dolorosa seguramente recuperada de los inventarios de la Desamortización de 1836 y labrada, según López Pérez, en el XVIII.
Asimismo se conservan en la ermita una reproducción del Santo Rostro procedente de una hornacina urbana del barrio de San Ildefonso, datada a finales del XIX, o la singularísima colección de exvotos pintados, también del XIX, cuya ingenuidad la dota de un indudable encanto.
"El lugar es precioso (…), merecería conservarse así, limpio y sencillo, con el suelo pedregoso, las chumberas y las malvas silvestres. Y derribar los enormes cocherones y tendidos eléctricos que lo afean. Con el tiempo, este Calvario rodeado de olivares sería una pequeña joya de Jaén que nos agradecerían futuras generaciones", concluye Ortega Sagrista en su delicioso Vía Crucis al Calvario. Pues eso.
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