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La última calle que la capital le dedicó a un obispo

Por Javier Cano - Septiembre 22, 2024
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La última calle que la capital le dedicó a un obispo
Foto: Esperanza Calzado.

El prelado jiennense del Concilio Vaticano II es recordado en el callejero local 70 años después de su consagración al frente de la diócesis y 50 de su muerte

Cinco obispos han gobernado la Diócesis de Jaén desde que Félix Romero Mengíbar (o Menjíbar —Priego de Córdoba, 1901-Valladolid, 1974—) la dejó vacante para convertirse en arzobispo vallisoletano. Un 'ascenso' eclesiástico que, según la tradición, experimentan todos los mitrados que desde el Santo Reino son enviados a un nuevo destino.

O sea, que quien es obispo de Jaén muere aquí (como Castellote en el púlpito de la Catedral) o se jubila en el mar de olivos, pero si se va en activo lo hace con rango archiepiscopal, como mínimo.

Curiosidades aparte, lo cierto es que de los cinco monseñores que han ocupado el Obispado jaenés desde 1970 (año de su relevo) ninguno tiene calle en Jaén, por lo que el prieguense añade esa distinción a la amplia y rica vitrina de condecoraciones recibidas a lo largo de su vida, que puede admirarse en la colección permanente de arte sacro del templo concebido por Vandelvira. 

Así, y si se tiene en cuenta que ni el granadino Miguel Peinado ni el valenciano Santiago García Aracil ni el conquense Ramón del Hoyo ni el pacense Amadeo Rodríguez Magro dan nombre a vía urbana alguna de la capital de la provincia (a falta de que el murciano Sebastián Chico se haga acreedor a tal tributo), lo cierto es que el último que gozó tal privilegio fue don Félix. 

Y no solo en la Ciudad del Lagarto, no, que hasta en otros tres puntos de Andalucía es posible toparse con un rótulo en honor de quien dirigió la vida religiosa de Jaén durante dos décadas:

Priego, su patria chica, de la que fue oficialmente hijo predilecto y donde su nombre sigue al oficio que ejerció como canónigo, es decir, magistral Romero Mengíbar; Baeza, y Córdoba (con una plaza dedicada bajo la denominación de Arzobispo Romero Mengíbar y de cuya Real de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes fue miembro honorario). 

En este 2024 en el que se cumplen setenta años de su consagración episcopal como máximo responsable de la Iglesia jiennense y cincuenta de su muerte (ayer mismico hizo el medio siglo), Lacontradejaén repasa la biografía de uno de los obispos de aquí más recordados por quienes ya peinan canas o ni siquiera pueden peinarse, sencillamente porque no les queda pelo. 

 Félix Romero Menjíbar, obispo de Jaén. Foto: Archivo de Javier Cano.
Félix Romero Menjíbar, obispo de Jaén. Foto: Archivo de Javier Cano.

ESBOZO BIOGRÁFICO

Cura desde 1926, profesor del seminario de San Pelagio (donde estudió) y doctor en Teología, quienes lo escucharon dicen que dominaba la oratoria con solvencia. 

A Jaén llegó para sustituir al salmantino Rafael García y García de Castro (de quien habrá que escribir antes de que termine este año porque también se han cumplido diez lustros de su defunción y por aquello de que tiene calle en Jaén, más bien plaza), quien salió de la Plaza de Santa María camino del arzobispado de Granada.

Entre sus logros durante los veinte años que rigió la Iglesia jaenera, la incorporación del arciprestazgo de Cazorla al Obispado tras siete siglos largos de dependencia toledana, las coronaciones canónicas de las Vírgenes de Tíscar y Fuensanta o el mismísimo patronazgo diocesano de La Morenita.

Creó innumerables parroquias a lo largo y ancho de estas tierras (valgan como ejemplo Cristo Rey, San Félix de Valois, San Roque, San Eufrasio o San Juan Bosco en la capital, Santa Teresa en Úbeda y otras en Marmolejo y un buen número de municipios más), y a él le tocó asistir a las largas sesiones del Concilio Vaticano II allá por el 62.

Que la jaenera Plaza de San Ildefonso esté presidida por una escultura de la Concebida (como diría Ortega Sagrista) es también cosa de don Félix, primero por su declarada devoción inmaculista (presente incluso en su escudo episcopal) y segundo porque con su escultor, el levantino Amadeo Ruiz Olmos, mantuvo una entrañable amistad (así lo constata el estudioso Pablo Jesús Lorite Cruz en las páginas del boletín número 25 del Centro de Estudios Pedro Suárez).

Todo eso (y seguramente mucho más) justifica que, a día de hoy, una cuesta entre el Gran Eje y la Avenida de García Maroto rememore a aquel prelado que tan solo sobrevivió cuatro años a su marcha de la diócesis jiennense. Bajo una losa en una capilla de la Catedral de Valladolid reposan los restos del sexagesimo séptimo obispo de Jaén.    

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