La casa-palacio del Doctor don Eduardo Arroyo
En la calle Almendros Aguilar, haciendo esquina en su parte derecha con la calle Los Macías, antigua calle Salazares, se levantó a mediados del siglo XVI un estupendo palacio mandado construir por el Obispo Alonso Suárez para su sobrino Ambrosio Suárez, canónigo y tesorero de la Catedral. De la casa original solo se conservaría, tras numerosas remodelaciones, su gran portada, que fue diseñada en estilo renacentista, donde resaltan dos columnas a cada lado de orden corintio. En su parte superior, se abría un balcón con dos escudos a los lados y un tercero coronándolo, uno de los cuales era del Obispo Francisco Delgado (1566-1576).
Dicha casa también había pertenecido en el siglo XVII al doctor clérigo Francisco de la Cueva. Desde 1843 fue destinada a Escuela Normal de Magisterio y, en 1926, la casa fue adquirida y reformada por el doctor Don Eduardo Arroyo Sevilla, que también decora su interior con exquisita elegancia. Esa profunda reforma, que embelleció aun más esta antiquísima casona, tanto por fuera como por dentro, es la que podemos observar en la recreación de nuestro dibujo. Destaca su magnífica tribuna y la torreta de su parte derecha en forma de mirador, típico elemento de la arquitectura en nuestra ciudad. En esta casa se encontraba su consulta y, por entonces, moderno laboratorio de análisis clínicos. Según se cuenta en el libro de Don Lope de Sosa Crónica Mensual de la Provincia de Jaén, así era el interior de tan estupenda residencia:
“Una morada donde herencias y años acumularon verdaderas riquezas del gusto predominante en la sociedad de aquel tiempo. Presentaba un laboratorio con azulejos blancos y cristalinos donde se distribuían una espléndida dotación del arsenal de aparatos modernísimos y una sala de espera llena de cuadros de arte y libros formados por maravillosas colecciones de fotografías de la España gloriosa y pintoresca. La casa disponía de lienzos de buena firma, fotografías de arte, recuerdos de sus expediciones, de las que trae siempre unas excelentes negativas. Un piano, guitarra, gramófono, violín y arpa. Tresillos, butacones y hermosos y antiguos muebles realizados en el siglo XVII. Tras la casa, el antiguo huerto, va convirtiéndose en un amplio jardín español que se va escalonando a modo de terraza con balaustradas realizadas con ladrillo visto al estilo regionalista. Contaba con numerosa vegetación, palmeras y macetones”.
En su interior se abría un maravilloso patio de estilo andaluz, donde destacaban los altos zócalos de cerámica, azulejería rica y elegida a tono con la ornamentación. En el rincón de la izquierda se encontraba un ánfora romana, por la que trepaba una yedra. También a lo ancho del patio se disponían jarrones andujeños y talaveranos o esculturas clásicas. Contaba con columnas cuadradas con zapatas de obra. En el centro se situaba una fuente con taza baja al estilo andaluz con pipote de hierro y una especie de figuritas, que podrían ser ranas, en sus cuatro extremos curvos. Desde el patio se accedía a una señorial escalera revestida, tanto escalones como zócalos, con la misma decoración de azulejos del patio, al igual que algunas salas de la casa. Dicha escalera arrancaba con un antiguo farol castellano con cristales adosado a la baranda, toda ella de recia forja y bello diseño.
En 1975 se demolió una de las casas de más exquisita decoración de la ciudad y con rincones cargados de historia. Sólo se conservó la portada renacentista en la fachada de otro edificio impersonal, donde podemos apreciar hoy en día una ristra de aparatos de aire acondicionado que, como pegotes, se colocan junto a la portada renacentista que también se muestra saturada por numerosos cables de luz, contaminación visual que desluce y enmarañan muchas de nuestras fachadas en el conjunto histórico.
Este fue el lamentable y especulador desenlace de otra de nuestras señoriales casas y palacios, tal vez hoy convertido en uno de los museos con más encanto de nuestra ciudad, dedicado a la figura del doctor Arroyo y su exquisita delicadeza por los detalles o la grandiosa y valiosa muestra de fotografías, afición que tenía desde estudiante, donde dejó inmortalizadas preciosas instantáneas del paisaje y urbanismo, o el patrimonio etnológico del Jaén de principios del siglo XX, como también un justo reconocimiento a su trabajo médico, literario, arqueológico o musical.
Este y muchísimos más edificios desaparecidos en la capital jiennense los podréis ver reflejados dentro de mis libros Reconstruyendo el pasado arquitectónico de Jaén parte primera y segunda. Se trata de una recopilación y reconstrucción de toda aquella arquitectura palaciega, civil, religiosa, privada o urbana que perdimos, y que podréis revivirlo de forma diferente, amena y explicativa, todo ello acompañado de planos, secciones, detalles y fotografías que os ayudarán a comprender con claridad cada edificio o rincón perdido de nuestra ciudad.
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