
COFRADES DE MONUMENTO
Una reivindicación para rendir tributo a personas, hechos y lugares pasionistas de aquí, en plena Cuaresma jiennense y con el proyecto de un homenaje urbano en ciernes a la gente de Pasión de la capital
Las últimas noticias sobre el monumento al cofrade de Jaén, impulsado por la Agrupación de Cofradías y Hermandades de la ciudad, apuntan a su próxima realización y posterior ubicación en la Plaza de San Francisco, uno de los puntos pasionistas más destacados de la capital del Santo Reino.
Con la esperanza de que este no sea otro de esos tantos proyectos en ruina como copan el paisaje español (lo advertía Ortega) y en tanto llega y Dubé Herdugo (el artista sevillano escogido para firmar la obra) lo da por terminado, Lacontradejaén se detiene hoy, en plena Cuaresma jiennense, en reivindicar homenajes urbanos (en forma de calle, estatua o mención escrita en las fachadas de aquí) a quienes, entregados a su labor cofrade, hicieron grande además el escenario procesional que es la ciudad del Santo Rostro.
Una tierra donde, afortunadamente, hace falta algo más que los dedos de una mano para contar los homenajes tributados a nombres propios de la Pasión y, también, la Gloria locales.
SEMANASANTEROS RECONOCIDOS
Ahí están el cronista Alfredo Cazabán, ubetense él pero jaenero de adopción y vivencia, que en su referencial revista Don Lope de Sosa se preocupó, constantemente, de exaltar la tradición cofrade y hasta firmó estupendos poemas y saetas de indudable aliento semanasantero. Una calle y un premio de investigación, a más de una placa en su último domicilio (Ancha esquina con Ramón y Cajal) le brindan aplauso cotidiano.
O el poeta Bernardo López, autor de celebrados poemas pasionistas con calle a su nombre (la antigua Talavera, donde nació su esposa, Patrocinio Padilla), placa en su casa natal (en plena calle Maestra), busto de Jacinto Higueras en los Jardinillos y (de la mano de este monumento) hasta dicho popular. ¿Que no? Por partida doble: "Tienes más cabeza que Bernardo López" (se ha dicho de toda la vida por estos lares), o "eres más feo que el pingorote la Alameda". Casi nada.
Hablando de escritores de versos: Antonio Almendros Aguilar, el autor del Soneto a la Cruz, con la vía urbana más larga de Jaén a su nombre y su célebre poema tallado a cincel a los pies de la Cruz del cerro de Santa Catalina.
Magdalenero destacado (incluso gobernador de la hermandad blanquirroja) fue Rafael Espejo Tortosa, que si bien no goza de rótulo propio por sus méritos en La Clemencia, sí lo hace de manera gregaria por cuestiones relacionadas con la memoria histórica. Algo es algo.
Otro ilustre con parabienes es el compositor y músico toledano Emilio Cebrián, autor de la universal marcha Nuestro Padre Jesús y de algunas más que como Jesús Preso, Macarena o Cristo de la Sangre dan cuenta de su magisterio musical.
Calle a su nombre le rinde honores, placa en la casa que habitó y monumento tiene a las puertas mismas del Camarín, ante el que se mece El Abuelo nada más salir cada Viernes Santo desde hace tres años, cuando el Ayuntamiento decidió desarraigar la pieza (obra de Constantino Unghetti) del Parque de la Concordia, su anterior ubicación.
Su colega y sin embargo amigo Manuel María Montero Moya (firmante de diferentes textos líricos vinculados a las cofradías de Jaén) da nombre a la vieja calle Rueda, que une la de su colega Almendros con la Plaza de los Naranjos; una plaquita evocando que vivió y murió en el número 5 de la calle Merced Baja harían la gracia completa.
Y hablar de Bernabé Soriano (cofrade de Jesús que en su caserón junto al convento de carmelitas descalzas acogió más de una vez las imágenes del Santo Entierro) es hacerlo de uno de los decimonónicos más agasajados de la ciudad, con la calle más pasionista de todas a su nombre, estatua en pleno itinerario oficial... No estaría de más indicar que residió en el 'Conde-Duque' hasta su muerte.
A no muchos metros de allí, en la calle Los Peñas, vivió y expiró el poeta Alcalá Venceslada, autor de auténticas virguerías rimadas al Señor de los Descalzos y a la Virgen de la Cabeza (su otra pasión); una calle y un colegio lo recuerdan desde hace la tira de tiempo, pero nada indica que en ese precioso caserón se cuajó algunos de los mejores poemas cofrades el autor de El prodigio.
Como prodigiosas fueron algunas de las fotos que tomó Jaime Rosselló; menos mal que Jaén le pagó, modestamente, con una calle con su nombre, su hermoso legado.
LUGARES Y NOMBRES COFRADES SIN RECONOCIMIENTO
Que ser hombre (o mujer) sea ir andando hacia el olvido (así lo escribió el gran Manolo Alcántara) no es óbice para que se sepa que en el Camarín, tantas veces nombrado, tuvo su estudio de pintura Francisco Cerezo Moreno; si no es por él, de la capilla de Jesús y del recién nombrado santuario diocesano no quedarían hoy día ni los cimientos. Pero en ningún sitio lo pone.
Cerca de allí, en la calle La Paz, nació José Luis Buendía López, pregonero de la Semana Santa, escritor cofrade de peculiarísima voz cuya obra y militancia jaenera bien merecen un recuerdo.
Igual le pasa al callejón de la Custodia, esa salida ciega de la calle Merced Alta donde el Vandalino labró el increíble monumento eucarístico que hasta la Guerra Civil salía a las calles de Jaén con el Santísimo.
A cuatro pasos de lo escrito en las líneas anteriores, la antigua sede de Tabacalera, donde estuvieron también durante años las Escuelas de Nuestro Padre Jesús. Un patronato benéfico de la hermandad nazarena que posibilitó estudios a familias sin recursos hasta finales de los años 60, sin que (hasta ahora) nada lo haga saber al caminante.
Y hablando de instituciones de enseñanza, no muy lejos (en la calle Jorge Morales) nada recuerda tampoco que en la casa número 21 estuvo el colegio de seises, dirigido entre otros maestros por don José Sequera, armonizador de las célebres coplas a Nuestro Padre Jesús.
En la Carrera de don Bernabé, en su número 32, habitó hasta su muerte otro ilustre, Rafael Ortega Sagrista, a quien a pesar de su parque ('el de Aqualia' lo llaman) y el olivarero monumento que lo homenajea, no le sería excesivo (en absoluto) recordarlo con una placa en el lugar donde investigó y, además, dejó escritas algunas de las más hermosas páginas del costumbrismo jaenés.
En cambio su mejor discípulo, Manuel López Pérez, fallecido en 2016, anda todavía sin espacio alguno que lo reconozca cotidianamente (la dedicación de la calle en que vivió nunca subió al rótulo, y además es desafortunada) en la tierra a la que entregó lo mejor de sí; tanto, que si no fuese por él no se sabrían muchas pero que muchas cosas, cofrades y no cofrades. Desde estas páginas se reclamó para él la glorieta de la Alcantarilla, en ese eje culminado por el propio Sagrista y doña Lola Torres, que López Pérez completaría como nadie.
Y antes de dejar la calle del antiguo teatro Cervantes convendría señalar que en su número 2 (en la otra punta por la misma acera de don Rafael), Rosario López (cante y saeta jaenerísimos) tuvo su techo: "En la Carrera nací / y en la Carrera yo vivo, / aquí jugué de chiquilla / y aquí sigo mi camino", cantaba Chari, que (eso sí) tiene calle a su nombre en su patria chica.
No sería un exceso que, en Espartería, una lápida recordase que allí vivió el gran José Nogué, pintor de obras icónicas como La adoración del Santo Rostro o más de una visión de El Abuelo por los cantones.
¿Y San Clemente, que además de no llevar el nombre oficial de Prado y Palacio omite que por allí se batían el cobre los Delgado? Antonio, fabricano perpetuo de El Abuelo, se jugó el tipo y la vida por salvar la imagen de la quema del 36. Libre ya del dolor del pensamiento, como el Cristo cadáver que poetiza Unamuno, don Antonio brilla con luz propia en la memoria histórica jaenera pero, eso sí, ausente de tributo alguno.
Ni que en Campanas de Santiago (algo más arriba ya) se evocara la figura del violinista Antonio Piedra, creador de una pieza dedicada al Señor de los Descalzos y músico más que reconocido en su época.
Pasando bajo el arco, la casa de los Messía; mansión que en 1878 vio caer uno de sus balcones cargados de nobleza al paso del Corpus, trágico suceso que dio lugar a la donación de la cruz de la marquesa a Jesús Nazareno. ¿Cómo saberlo, si nada lo rememora?
Y girando a la derecha, la calle San Lorenzo alberga todavía el edificio donde estuvo el histórico colegio de don Victoriano, hijo de aquellos otros hermanos Delgado de la Confitería Las Colonias (de la calle Maestra) que tantas reuniones acogió para la fundación de la cofradía de la Buena Muerte. En el bloque de pisos que es hoy, ninguna leyenda lo suscribe.
Por aquellas latitudes absorbió todo su conocimiento cofrade el añorado Luis Escalona, merecedor de mucho más que su nombre entre paréntesis en el rótulo de una calle que nunca será la suya.
En la misma calle vivieron Juan Lozano Perales y Manuel Pestaña, sin quienes El Santo Sepulcro y Santa Catalina serían otra cosa. Nada los recuerda. Y en la calle Cerón, los Degiuli, bordadores de postín.
Lo mismico que ocurre en lo que fue la Sombrerería Cámara, clásico de la Plaza de Santa María donde a más de buenas tertulias cofrades, se confeccionaron durante décadas los preciados capirotes de cartón y grapas (¡ay esas grapas!) para los nazarenos de Jaén.
Casi al lado, en la calle Julio Ángel, una casa guardó las llaves de El Abuelo durante el conflicto fratricida del 36. Ese gesto le costó la vida a Ezequiel Sierra, por más que el olvido (o vaya usted a saber qué) lo silencie.
De Jaén, Jaén es el barrio de la Magdalena, al que le falta desde hace tiempo un justo tributo al menor de los Valderrama, Manolo, saetero insobornable desde el balcón de su droguería frontera al templo. Ah, y barrio cofrade de Falito, alma inocente que sudó lo suyo arrimando el hombro en las procesiones, con su queridísima Clemencia en la solapa, a un paso de su corazón.
Como él, entre sus principales devociones tuvo al Señor de la Caída el pionero de la radio en Jaén, Francisco González Quero, destacado miembro de la Veracruz y la Virgen de la Capilla. Su emisora fue la voz de la ciudad, pero sobre su memoria solo suena el silencio.
¿Han visto en la fachada del convento de Santo Domingo (actual Archivo Provincial) la plaquita que recuerda que allí se fundó la hermandad que saca al Cristo de Salvador de Cuéllar? La respuesta no puede ser otra que un no como una casa. Lógico, no existe esa plaquita.
El viento en la Magdalena, precisamente, lo dibujó genialmente el artista de Escañuela Manuel Serrano Cuesta, de cuyos pinceles salieron varios de los mejores carteles semanasanteros de la capital. Vivió y murió en Pilar de la Imprenta, y aunque una calle le rinde homenaje no estaría de más indicar que en el número 20, a nada y menos del convento dominico de La Estrella, dibujó inmensamente el Sorolla del mar de olivos.
Ni calle ni nada tiene en su Jaén de su alma Inocente Fe, y eso que se dejó dineros y salud al frente de la Cofradía del Abuelo o procuró hermosuras tales como el óleo que el citado Nogué pintó, con Jesús Nazareno como protagonista, y hoy puebla el palacio de la Diputación.
Don Inocente vivió en su chalet de la Palmera, en Rey Alhamar; cercanísimo al Arrabalejo, donde expiró el poeta marteño Miguel Calvo Morillo, de cuya pluma salieron incontables versos dedicados a las imágenes de aquí. Nunca pregonó la Pasión local; un homenaje a su recuerdo sería el mejor de los desagravios.
Diez años hace de la muerte de otro creador, el escultor Constantino Unghetti, de cuya gubia nació el Señor Yacente. Ni calle, ni placa, ni rótulo, ni lápida...
Le pasa lo que a La Verdadera, esa mercería que puede contar como récord la de veces que ha sido nombrada en los pregones semanasanteros de Jaén. Un azulejo, al menos, por parte del mundo cofrade, estaría mejor que bien.
San Bartolomé y Rafael Palomino, grandísimo poeta que escribió como nadie de la tarde del Jueves Santo o la mañana del Viernes; de su hijo Carmelo es el cartel original del cuarto centenario de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús: una maravilla.
Hablando de San Bartolomé y La Expiración..., el maestro José Cuadrado compuso marchas de esas imprescindibles para la Semana Santa jaenera. Ni calle ni nada de nada. Otro músico sin su nombre en el mapa urbano de aquí es Manuel Vílchez, autor de jaenerísimas marchas procesionales e icónico director de la Banda Municipal.
¿Saben ustedes que en la Diputación (en su época conventual) se fundaron cofradías como La Expiración y la Divina Pastora? Si alguna placa lo contase...
De paso se le podría dedicar algo a aquel ejemplar canónigo archivero que fue José Melgares, pregonero de la Semana Santa y auténtico animador cofrade de más de una generación de jiennenses.
De que su compañero de cabildo Manuel Caballero Venzalá (primer pregonero Cruz de guía y enorme poeta del Miércoles Santo) vivió en la calle Campanas, ni rastro. Menos mal que, por lo menos, en el quinto pino (o sea, en el Bulevar) una calle lo evoca.
Y todo esto no es nada más que un mínimo resumen de la aportación que el mundo cofrade ha hecho a una ciudad en deuda continua con él, o lo que es lo mismo: un aviso para navegantes.
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