"NO ME GUSTA ALARDEAR DE MI COLECCIÓN"
Un domicilio de Martos alberga el que posiblemente sea el mejor catálogo de artistas jiennenses del siglo XIX, que sus propietarios han ido conformando desde hace un cuarto de siglo
Pocas veces (por no decir ninguna) resulta tan complicado para el redactor contar una historia como en este caso. No porque el tema sea delicado, que no lo es (todo lo contrario) ni porque el interlocutor se refugie en una letanía de monosílabos. Antes bien se trata de un conversador de lo más ameno y competente.
La dificultad estriba, precisamente, en el carácter del protagonista de este reportaje, quien (lejos de derrochar antipatía o hacer más difícil el trabajo del periodista que escribir a máquina con guantes) destila amabilidad, pasión, sensibilidad.
Virtudes de alma grande, de quien milita en esas filas que Unamuno bautizó como el "ejército de los humildes", que hacen que este marteño (50% del matrimonio propietario de la magnífica colección Barranco Codes de pintura jiennense decimonónica) prefiera "no alardear": "No quiero aparentar nada", comenta a Lacontradejaén.
Y como el catálogo de obras que han acumulado a lo largo del último cuarto de siglo rezuma calidad y cantidad, a respetar su casi total anonimato se ha dicho, que la ocasión lo merece. En plazas más difíciles se ha toreado.
PASIÓN POR EL ARTE
Podría decir, como Peggy Guggeheim: "Solo acepté los consejos de los mejores y los escuché: así me convertí en mi propio especialista".
Y es que la aventura coleccionista del matrimonio comenzó hace veinticinco años, de la mano del pintor villargordeño Francisco Cerezo Moreno (1919-2006). "Él fue el que me hizo empezar a distinguir lo que tenía calidad de lo que no la tenía, me enseñó a ver y reconocer la calidad", confiesa, y añade:
"Hasta entonces me gustaba comprar un azulejo antiguo de Triana, antigüedades y cosas así. Hace veinticinco años se presentó un amigo mío de la niñez que tenía dos cuadros de Pedro Rodríguez de la Torre y me los vendió; yo soy muy obsesivo, cuando compro una cosa, para que la empiece a querer de verdad tengo que conocerla. Entonces empecé a ver quién era ese pintor, dónde estuvo de profesor".
El marteño añade: "Le fui siguiendo, supe que había estado en Zaragoza, Cádiz, Palma de Mallorca... Ya, compré un cuadro en Cádiz, otro en Palma de Mallorca, en Zaragoza, y fui ampliando. Luego empecé a ver y a pensar que si este era alumno de Manuel de la Paz Mosquera, que si Manuel Fernández Carpio era amigo suyo y compañero y pintaba muy bien...".
Vamos, que el afán de saber cada vez más sobre esos nombres propios y llegar, asido a ellos, hasta el resto de generaciones artísticas del Jaén decimonónico lo conquistó por completo. Un afán de "indagación" y una paciencia que, en boca del pintor y crítico de arte Miguel Viribay, merecen reconocimiento.
Una sed de conocimiento que ha ido saciando a fuerza de estudio y, también, de conversación con grandes de la pintura y la historia del arte actual de la provincia, como el propio Viribay, Pedro Galera, José Domínguez Cubero o Jacinto Linares Talavera.
¿El resultado? Un hogar en la antigua Tucci copado de maravillas, que incluyen a los galácticos del romanticismo y el costumbrismo en el mar de olivos:
Los ya citados Rodríguez de la Torre, De la Paz Mosquera, Fernández Carpio junto con Manuel Ramírez Ibáñez, Juan Alaminos, Teodoro Fernández Muñoz, José Elbo, Giménez de la Linde, Diéguez, Muñoz Rubio, Francisco Reigón, Lauro Moner, Hidalgo de Caviedes o Cristóbal Ruiz Pulido, a los que suma algunas piezas de creadores del XX como Nogué, el propio Cerezo, Rufino Martos... "Pero he preferido centrarme en el XIX", sentencia.
"En la provincia, se puede decir que es la colección más importante de pintores del siglo XIX (y parte del XX)", suscribe el pintor Jacinto Linares Talavera en conversación con este periódico, quien además ha intervenido como restaurador en la práctica totalidad de las piezas de los Barranco Codes.
INTERNET, EL MEJOR ALIADO
El lector pensará al leer este reportaje que el matrimonio de coleccionistas ata los perros con longaniza, que se encienden los puros (si es que fuman) con billetes de veinte euros, que son los Thyssen de Martos, pero no: "Todo lo que tengo lo he comprado, pero muchísimas cosas han sido fuera de España, donde están muy baratas; aquí es muy caro", aclara.
Tampoco es que sea una ganga desplazarse continuamente a cualquier punto de Europa o Sudamérica para adquirir pinturas, pero es que ni se les ha pasado por la cabeza: "Esto, sin internet, sería muy complicado. El que vive en Madrid va a las subastas, pero el que vive en Jaén no ve nada", lamenta.
Así, a través de la red de redes (a la que dedica "muchísimas horas") han logrado formar su colección (de la que dio noticia a este diario digital otro marteño ilustre, el doctor Andrés Huete), digna de exhibirse en un espacio expositivo exclusivamente dedicado al arte jiennense del siglo XIX.
"Elbo, en España, era muy caro, sobre todo antes, porque ahora el arte está por los suelos, pero fuera de España sí está muy barato, muy asequible; compro dos cuadros o tres en París, en Bélgica..., pero siempre por internet", sentencia .
"Yo conozco esa colección desde hace muchos años, y en cuanto a calidad (dejemos aparte la cuestión numérica) no tiene parangón, no hay otra como esa colección, hecha con conocimiento y con mimo; es una colección que no se hace con dinero, sino con sabiduría", asegura el pintor y académico Miguel Viribay.
El también crítico de arte jaenés celebra la "sabiduría" con la que el coleccionista "se ha volcado en el arte jiennense" de los que nadie se había preocupado: "Eso es hacer colección y hacer cultura".
Y es que, en palabras del artista, no es tanto "cuestión de dinero": "Usted puede sacar unos billetes y comprar un Tàpies en un día, pero una escultura de Gaspar Becerra no, ni de unos hermanos Ocampo tampoco".
A más de un amante de la producción artística decimonónica se le pondrían los dientes largos si supieran que en la colección del matrimonio marteño se acumulan más obras de Elbo (por poner un ejemplo) que en el propio Museo Romántico o en la Maestranza sevillana, o que Ramírez Ibáñez o Rodríguez de la Torre campan a sus anchas por el domicilio de la familia: "En Estados Unidos compré un Manuel Fernández Carpio, una calle de Málaga, donde estuvo de profesor".
¿Qué les proporciona su colección? "Me hace gozar", dice él, y concluye: "Me aporta muchas cosas; una, haber conocido a Jaén. Soy marteño, pero he empezado a querer las cosas de Jaén, me gusta ir al museo, conozco la Catedral bien por dentro, el Museo Ibero... Aquí, en Martos, no me relaciono con nadie que tenga esta afición, pero en Jaén sí.
La Universidad (en su programa Obra invitada) o Caja Rural han tenido el privilegio de contar con obras de su colección en algunas ocasiones, pero la gran pregunta es: ¿la mostrará, completa, algún día? ¿Podrá ser conocida por el gran público? Tiempo al tiempo.
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