LAS CALLES DE JAÉN PREGUNTAN POR 'FALITO'
Va para ocho años que este entrañable personaje no deja indiferente ni al más pintado mientras empuja el carro de 'mandaero' con sus ya míticas 'bandas sonoras'. Hoy, Lacontradejaén desvela a sus lectores qué ha sido de 'Falito', su historia, presente y hasta su huella en la memoria sentimental de Jaén
Decir Rafael García Molina (Jaén, 1947) puede que suene a chino a más de uno y hasta de dos, pero si ese arcangélico nombre se resume en su ya legendario hipocorístico, 'Falito', a ver quién no lo conoce.
A ver quién no lo recuerda empujando el carro de 'mandaero' al son de su popular vocerío desde el Mercado de San Francisco hacia la casa o el negocio del cliente, potencial 'propinero' de este entrañable jiennense cuya historia, presente y huella en la memoria sentimental de aquí se ha propuesto compartir hoy, con sus lectores, este periódico.
¿Por qué? No hay más que darse una vuelta por las redes sociales (donde hasta cuenta con grupo en su honor, Amigos de Falito) para comprobar el interés que despierta entre los internautas el destino de tan singular personaje, o aguzar el oído mientras se compra en la plaza de abastos 'de arriba' hasta escuchar a alguien interrogar a su tendero con Rafael como protagonista: "¿Dónde está?", "¿se ha muerto?"...
Sí, las calles de Jaén preguntan por él, su silencio les duele y su ausencia, larga ya como la sombra del ciprés de Delibes, les deja huella. Es lo que tienen los mitos populares, los que la gente crea a partir de una hazaña sencilla, cotidiana: ser ellos mismos.
"Debemos, pues, según parece, vigilar ante todo a los forjadores de mitos y aceptar los creados por ellos cuando estén bien y rechazarlos cuando no". Parece que Platón, en su República, hubiese escrito esta sentencia a cuenta de la capital del Santo Reino y de 'su Falito'. Y ahora, claro, hasta las aceras lo echan de menos.
UNA LEYENDA VIVA CON 73 AÑOS DE EDAD
"Ítate, ita que voy" o "ñora, el bolso así no, así no". Son dos de los gritos de guerra (casi la totalidad de su repertorio) con los que sorprendía al personal, lo despertaba del letargo y, de paso, dejaba su sello en el aire de aquí el bueno de 'Falito'.
Y esto de escribir en pasado no quiere decir, ni mucho menos, que falte del mundo; como mucho, del trajín diario de la ciudad, de su ambiente.
Quienes se preguntan si Dios ya lo habrá recogido pueden estar tranquilos porque, a sus setenta y tres inviernos, continúa vivo, alejado (eso sí) de sus paisajes diarios, de sus costumbres, en una residencia ubetense (aclara una de sus sobrinas, que prefiere omitir su nombre, y confirman fuentes del propio centro) donde pasa sus horas desde 2013, cuando le llegó la 'jubilación'.
Y eso que, como cualquier mito que se precie (por muy local que sea), no le han faltado muertes en vida: "Nos dijeron una vez que lo había pillado un camión, pero al final no era verdad", recuerda su pariente, principal fuente de información para este reportaje.
Lo que no lo mató pero le marcó de por vida fue "la puñalada que le pegaron hace unos treinta años", en palabras de esta familiar. Una herida de esas que los taurinos llaman 'de espejo', de las que recuerdan, a la hora de afeitarse, cómo llegó a su cara. Igual que la 'firma facial' que Manolete se trajo de San Sebastián en el 42: gajes del oficio.
"Iba por la Avenida de Madrid, a las seis de la tarde. Venía 'un poco fino' [a buen entendedor...] y llevaba la radio en la oreja, que le gustaba mucho; unos nenes se lo querían quitar. Si te metías con él se rebotaba, y se ve que quisieron quitarle la radio y él se defendió. Uno le sacó la navaja y le dio un corte en la cara".
Al parecer, según el relato de la hija de su hermano, un vecino del polígono del Valle que lo conocía lo trasladó a Urgencias, donde lo curaron: "Lo pasó mal", certifica esta familiar de 'Falito'.
APUNTE BIOGRÁFICO
Rafael García Molina nació en Jaén el 19 de julio de 1947, si se atiende a los datos facilitados por su sobrina. Hijo de Juan García Gallego y Catalina Molina Martínez, las tres primeras décadas de su vida transcurrieron en las calles del barrio del Tomillo, en la zona alta de la capital, a los pies del cerro de Santa Catalina, donde vivió con sus padres y su hermano José hasta cumplir la treintena.
Un hogar modesto en el que, asegura, nunca se pasaron necesidades: "Mi abuelo era barrendero, funcionario del Ayuntamiento, y tenía un buen sueldo, lo mismo que mi padre" [el hermano de 'Falito'], comenta.
Aquellas alturas de la capital jiennense, con la Cruz y el Castillo al alcance de los dedos y toda la ciudad derramada ante los ojos, vieron crecer al protagonista de este reportaje de cuya infancia y juventud poco más se sabe: "Yo lo he conocido trabajando en la plaza desde que tengo uso de razón", asevera.
La misma fuente aporta que, a principios de los años 80, a la familia "le dieron un piso en el polígono del Valle y se mudaron allí": "A su padre le gustaba vivir en El Tomillo, estaba la familia allí y se veía más cerca de todo; no se quería bajar, pero le dieron el piso y...".
Una vez en las antípodas de su zona natal, el polígono y Rafael terminarían conformando una suerte de complementariedad que los ha convertido en inseparables uno del otro, barrio y personaje, vecino y escenario vital.
En la franja que abarca desde 1947 hasta hoy, 26 de diciembre del año del coronavirus, habrá habido episodios dignos de mención en la misma medida que merecedores de silencio. Seguro.
Sea como fuere, lo cierto es que, para 'Falito', la existencia es, ahora, ver pasar las jornadas en ese "antiguo almanaque sin sábados ni domingos" del que escribió Rafael de León, el autor de algunas de las coplas que tanto han gustado siempre a su tocayo jiennense.
Pobre... tan enamorado de sus calles, de su ciudad: "Le vino muy largo lo de la residencia, llamábamos por teléfono y nos pedía: —¡Por favor, arreglad los papeles que yo me quiero ir a Jaén!", lamenta su sobrina.
Parece ser que, al menos, le han ahorrado una tristísima realidad: la muerte de Catalina, su pasión particular, o lo que es lo mismo: su madre.
"Murió hace dos meses, con noventa y nueve años; hasta los noventa y tres vivía muy bien, pero cuando se le murió su hermana Josefa empezó a decaer y, a los noventa y cinco, hubo que ingresarla ya en Úbeda", indica esta nieta.
A la residencia en cuestión llegaron, como ya se ha dicho líneas arriba, en 2013, juntos, unidos como siempre: "Buscamos una en Jaén, pero cuando había plaza para ella no había para él y al revés, y no queríamos separarlos". De eso, al final y como es costumbre, se ha encargado la muerte, inflexible.
TRABAJADOR INCANSABLE
Pese a su evidente discapacidad (de todo menos física), una de las características más reconocibles de Rafael García Molina es su capacidad de trabajo, su actividad incansable.
Lo mismo en las avenidas que por los callejones, su agenda lo llevaba de un lado a otro de Jaén bajo el sol o en las mañanas de frío, vociferando extrañas coplas o avisando al personal de su presencia con el claxon de su garganta, como si no hubiese un mañana, siempre con prisa.
"Entraba a la plaza a las seis de la mañana y no volvía a su casa hasta la tarde, comía y se acostaba", rememora su sobrina. En esa franja, los bolsillos de su pantalón se iban llenando de monedas que, dicen las malas lenguas, se dejaba luego, en gran parte, sobre la barra de algún bar. Y en otros sitios.
Hay quien lo recuerda, a eso de las cuatro de la tarde, en el viejo Simago, enfrascado en encontrar la cinta de cassette que hiciera las delicias de sus oídos; siempre, eso sí, en aquellos cajones donde este recordado centro comercial ofrecía, a módico precio, música prácticamente desahuciada de la actualidad (la de los 90, claro).
"Son pá mi mama, que le gustan", respondía si se le preguntaba por la compra en cuestión, casi diaria, esa habilidad suya para encontrar éxitos que hoy se venderían como joyas del 'vintage'.
"No eran para su madre, eran para él. Tiene un armario lleno, y cuando salieron las cintas de vídeo se compró todas las películas de Manolo Escobar, de Lina Morgan, de Arturo Fernández, de Alfredo Landa, de Paquita Rico... Le gustan mucho", aclara la hija de su hermano. Toda una apuesta por el producto nacional la de Rafael.
UN 'CLÁSICO' DEL MERCADO DE SAN FRANCISCO
Sobre su calidad humana y como trabajador puede hablar, largo y tendido, uno de los minoristas que más lo recuerdan, de los que con más asiduidad lo trataron por la vinculación que 'Falito' mantuvo con su familia y su negocio: David Cárdenas.
Curiosa coincidencia que trae a este reportaje al vocalista de Lola nos Quiere, otro mito de la cultura local, para manifestar su aprecio y compartir con los lectores su visión personal del personaje.
"Se venía aquí y echaba sus mañanas, el hombre ayudaba a llevar las cosas a los bares, tiene un gran carisma, es muy apañado y muy buena gente, muy muy bueno; ahora, ¡como te metieras con él...!", evoca el músico.
"Había días que no venía y lo teníamos que llamar para que viniera a echar una mano; llamábamos a su casa y se ponía su madre, Catalina, y recuerdo que le decía: —¡Falito, venga, levántate!, y se le oía decir a lo lejos: —¡Que hoy no me levanto, que no quiero levantarme!" [lo mismito que los Mecano en sus principios].
"Entonces (continúa Cárdenas) yo le decía a su madre que intentara que cogiese el teléfono, y cuando lo hacía entraba en vereda. —¡Venga, Rafalito [otra popular variante del diminutivo], que eres el mejor, venga! Se habría puesto hasta arriba de cerveza y claro, le costaba trabajo levantarse", aventura el minorista.
Vamos, que su ausencia no pasaba indiferente... ¡Ni siquiera lo hace ahora, años después de dejar de ir por la plaza de abastos!
Al respecto de sus vivencias en estas instalaciones, las redes recogen un sabroso anecdotario que incluye un episodio sin desperdicio: al parecer, una de aquellas mañanas de tarea en el mercado sufrió un pequeño mareo y, cuando fueron a darle agua para que se repusiera, él reaccionó de la manera más inesperada (nunca mejor dicho, lo de inesperada): "Agua no, seosa, seosa".
"La gente pregunta por él muchos días, ha sido una persona muy admirada aquí; se acuerdan mucho de las voces que pegaba cuando iba con el carro, eso era un espectáculo". David Cárdenas, que guarda de 'Falito' y de Catalina, su madre, el mejor de los recuerdos, lo tiene más que claro: "Es un personaje de Jaén, es un clásico".
AL SERVICIO DE LA SEMANA SANTA
"Soy muy malo para las fechas, creo que serían los últimos años 80 o primeros de los 90 cuando 'Falito' aparecía y lo esperábamos todas las tardes de Martes Santo, con su pin de la cofradía, que mostraba a quien custodiaba la entrada al templo y que ya lo conocía y lo dejaba pasar sin problema alguno. En cuanto llegaba repartía abrazos y saludos a cuantos se cruzaban con él. Se sentía importante y querido".
Así recuerda su presencia en la tarde magdalenera Francisco de Paula Aguilar, todo un histórico de La Clemencia. Y es que el afán de Rafael por ayudar allí donde hiciera falta (en esta y en otras comitivas procesionales de la ciudad) era tal que ¡cualquiera le decía que no!
"Es cierto que en los primeros años pensábamos que podía entorpecer, pero nos dimos cuenta de que todo lo que le pedíamos lo hacía rápido y bien. Congeniaba de manera especial con Félix [Félix Civantos, otro ilustre magdalenero y actual fabricano de la Agrupación de Cofradías], por entonces fabricano del Cristo de la Clemencia". Y tanto, como que "se encargaba de tener abastecidos de agua fresca a los costaleros".
Aguilar evoca: "Cuando íbamos a llegar a los distintos lugares que presentaban dificultad para el paso, él iba por delante anunciando el problema: —'Amigo, para, espérate que Falito quite el cable', decía. Y subía a la escalera o bien solo con la pértiga y levantaba el cable. Allí esperaba hasta que pasaba la Virgen, porque aunque le decíamos que no tendría problemas, le gustaba asegurarse", recuerda el cofrade.
Según el que fuera vice hermano mayor de la Cofradía del Cristo de la Clemencia, el protagonista de este reportaje "hacía bueno el dicho de 'dar más viajes que un aguador', puesto que no paraba de atender las necesidades de los costaleros".
¿No iba a generar anécdotas tan intensa relación? Por supuesto que sí: "Un año en que el calor apretó más de lo normal, el consumo de agua fue continuo. Después de varios acarreos seguidos, Félix le pidió uno más: —'¡Pero si acabo de traerles!'. —Sí, Falito, pero hace calor y tienen mucha sed'. Y con su habla gangosa, respondió: —'¡Pues que beban vino!', explica. Y hay más:
"Otra vez, como iba muy pegado al paso, un costalero, de broma, le dijo: —'Quita de en medio, Falito, que no veo a las niñas guapas'. A lo que él repuso muy enfadado: —'Las niñas guapas las veo yo. Tú no tienes que verlas, tú has venido aquí a rezar'. Vamos, que lo puso en su sitio.
Así es 'Falito' y así era cuando llegaba la Semana Mayor a la capital jiennense, una de las épocas del año que más le fascinaban, donde daba rienda suelta a su maravilloso ramalazo de ingenua megalomanía:
"Cuando acababa la procesión soltaba la escalera y esperaba que todos nos llegáramos a felicitarlo por su labor, hasta que se acercaba el fabricano y le entregaba unos claveles del paso del Cristo, para que se los regalara a su madre. Y volvía él, a su casa, todo orgulloso y agradecido", rememora Aguilar, antes de apostillar: "Lo echamos de menos. Aún hoy perdura nuestro afecto hacia él".
Tanta querencia le tenía a la Pasión que no dudaba a emular a otro mito local, el gran Pepe Polluelas, y arrancarse por saetas ante las imágenes de su devoción.
"Por el Miércoles Santo de 2001, un servidor se metía debajo del misterio del Santísimo Cristo del Amor en su Prendimiento, y al llegar a carrera una voz empezó a entonar una saeta... La banda, por entonces La Estrella, paró de tocar y la sorpresa fue que esa voz que había empezado con una potencia increíble, empezó a soltar un gallo detrás de otro... ¡Si era Falito!, que le dio un arranque, al ver la belleza incomparable del Señor del Amor. Pobre Rafael!!! su voz no daba para más. Antes de que siguiese con su saeta, la banda empezó a tocar..... Vaya desde aquí mi homenaje a este singular personaje de la Semana Santa de Jaén", expresa un internauta en las redes sociales.
Unos ojos que, por los 80, iban ya bajo el caperuz negro de la Madrugada del Viernes Santo lo recuerdan en la calle Ancha, a la altura del Cine Alcázar, desgañitándose delante del trono de El Abuelo y, un rato después, ante la Dolorosa de José de Medina: "Ayyyyy Virgen de los Dolores...". ¿El premio a su valor?: silencio, mucho silencio. Pero él, como Polluelas, no cantaba para que lo aplaudieran ni para la gente, sino para Ellos, para vaciarse el alma.
UNA LEYENDA LOCAL
David Padilla (Jaén, 1958-2016), que llevaba al lienzo lo que el escritor galo Anatole France convirtió en frase célebre de cualquier agenda que se precie: "Un buen retrato es una biografía pintada", inmortalizó a 'Falito', en 2012, con la honda elocuencia de su pincel.
Solo una muestra del interés que la figura de Rafael García Molina despierta en su patria chica, donde comparte los sencillos altares de la cotidianidad con 'colegas' como el mismísimo Piturda, Maguí, el Rápido, Pepinico, Brígido...
Con una diferencia: como Curro Romero, que disfruta de su estatua sevillana en vida (allí, junto a la Maestranza), 'Falito' goza su cuota de fama local mientras respira todavía en olor de leyenda, aunque sea ya en una etapa seguramente postrera. No todos lo consiguen, ese mérito no hay quien se lo quite.
Sus incondicionales piden, incluso, un aplauso público a su persona: "Se debería reconocer con alguna plaza, calle o similar", hay quien lo deja ahí, a ver si alguien recoge el recado.
Por ahora, quien no se lo ha llevado a su terreno es el olvido... Antes bien, cada día que pasa lo asienta más en la memoria sentimental de Jaén. Que no es poco.
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COMENTARIOS
Miguel Peralta Diaz Diciembre 28, 2020
Enhorabuena por el reportaje, hacía tiempo que no tenía referencia de FALITO, me alegra saber que sigue entre nosotros y en una Residencia de Úbeda. Lo recuerdo perfectamente con sus idas y venidas, y sobretodo con la seguridad de nuestras mujeres con respecto a sus bolsos.
responderEnrique Alba Ortega Enero 20, 2021
Cariñoso, trabajador y muy agradecido, le regale un mono de trabajo y a partir de ese día me decía primo y me abrazaba. Haber si alguna autoridad Jiennense es capaz de traerselo a una residencia de la capital, creo que eso no es difícil.
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