EL HOMBRE QUE SUEÑA CON SER 'FURNIELES'

Tras tres décadas coleccionando juguetes de su infancia, el jiennense José Manuel Romero González ha conseguido reunir una impresionante y evocadora cantidad de piezas originales y reediciones
Con ellos podría, perfectamente, abrir un museo: el que le encantaría instalar en el local de los Jardinillos donde estuvo el histórico comercio al que alude el dicho popular, ya saben, el de las chominás y el escaparate
"Tienes más chominás que el escaparate de Furnieles". ¡La de veces que se lo habrán dicho a José Manuel Romero González (Jaén, 1970) sin saber que, lejos de ofenderle, le lanzan un maravilloso cumplido, un auténtico y jaenerísimo piropo!
Y es que lo tiene claro no, lo siguiente: "Mi mayor ilusión sería comprar el local de Furnieles, que ahora mismo está en venta. Esa es mi gran ilusión, exponerlo ahí para que todo Jaén vea esto, que es muy bonito". Pero, ¿qué es eso que, según su propietario, merece un espacio tan entrañable como la vieja tienda de los Jardinillos para ser admirado?
Pues nada más y nada menos que la inmensa colección de juguetes que, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, este jiennense ha formado, fruto de una pasión incontenible (pulsen las flechitas de la galería de fotos de encima de estas líneas). "Hay gente que todavía tiene juguetes en sus casas, pero aquí los hay en sus cajas originales". Palabras mayores, que eso de los envoltorios cotiza, vaya si cotiza:
"Hay quien paga mucho por esto, mucho dinero, los coleccionistas; como los juguetes estén en perfectísimo estado, pagan cifras astronómicas. Si están sin una raya, sin un agujerito, un blíster sin abrir, con el color bien..., pueden pagar miles de euros", comenta en tanto aclara uno de las mayores interrogantes que se le abren a quien tiene el privilegio de acceder a sus trasteros, copados de virguerías:
"A mí no me ha pasado, pero es porque lo sabe poca gente". En este asunto es todo discreción, podría vacilar pero todo lo contrario, muy pocos pueden sumergirse en su paraíso setentero y ochentero: "Quiero que se entere solo quien yo quiera que se entere, mis mejores amigos, y que disfruten de ello".
¿Egoísmo? En absoluto, y de serlo se correspondería con aquel del que escribió Benavente cuando aseguró que el único aceptable es el de procurar que todos estén bien para estar uno mejor. Los tiros van por otro lado: "Tengo miedo, si entran en uno de estos trasteros y me quitan lo que tengo aquí, me quitan la vida".
TRES DÉCADAS DE COLECCIONISMO
Mientras evoca las tardes de Simago con su tía Josefa, quien "todos los días" le compraba "un cochecillo", el coleccionista narra su singular historia a Lacontradejaén: "Todo empezó en 1993, primero compré un coche Guisval, o los Hot Wheels, y así hasta la fecha de hoy", cuando puede contestar con naturalidad: "No sé cuántos juguetes tengo", casi parafraseando al mismísimo Julio Iglesias cuando le preguntaron aquello de si sabía el dinero que había en sus cuentas.
Comparaciones (absurdas) aparte, lo cierto es que en sus trasteros se acumulan cajas y cajas precintadas, que por falta de tiempo y sobre todo de espacio aguardan que la suerte sonría a José Manuel con un buen premio que le permita adquirir el local anhelado: "El día que las abra me encontraré muchas sorpresas, seguro que sí", apostilla.
'Veterano' cliente de tiendas y quioscos de la época, nada falta en su colección, y quien vivió los 70, los 80 y la primera mitad de los 90 están condenados a hacer pucheros si tienen la fortuna de que Romero los invite a su personalísimo mundo: "Traje a una amiga que cuando vio los juguetes de su infancia, se le saltaron las lágrimas, recordando lo que tenía de pequeña".
"El primer juguete que compré por intenet fue un camión, igual al primer juguete que tuve. Se lo di a mi hijo para que lo viese, fue tocarlo y romperlo. Era muy chico y dije, '¡uy, ya no tocas ni uno más!'. O lo que es lo mismo, que para ver su colección es condición sine qua non condicion "no ser un niño, totalmente prohibido; o ser niños de cuarenta años para arriba".
"El primer coche de Guisval lo compré en La Perdiz, en la calle Bernabé Soriano, o en La Pilarica. Después se compraron mis suegros un apartamento en Fuengirola, allí hay rastros, fui a uno de ellos y empecé a comprar juguetes, porque eran muy baratos". Luego tiró de ingenio, pensó y pensó y acertó:
"Me recorrí todos los pueblos de la provincia de Jaén, buscando jugueterías antiguas ya cerradas; entraba, preguntaba por juguetes antiguos y me decían que los tenían guardados en los sótanos, pero que ya no se vendían. Así que insistía y me los llevaba todos". Lo que no consiga la voluntad... Más tarde, vas comprando, te vas enterando de cosas, te metes en internet, bajas al Rastro...; pero jamás pensé en lograr una colección tan inmensa".
"Las joyas de la corona son un blíster de coches Guisval, original y tal cual estaba en la tienda, en el quiosco o en Simago; los Mazinguer Z me encantan; Geyperman, Madelman, muñecas Nancy, vehículos de todo tipo, helicópteros y aviones, Cinexin, Exincastillos, Scalestrich, trenes eléctricos..., y por supuesto los evocadores envases de detergente que se convertían en almacén ideal para los trastos de los peques, antes de transformarse en sonoros tambores de la cruz de mayo. "Esto es un pequeño Furnieles", exclama.
Y ahí sigue, compra que te compra. ¡Ah, y que nadie piense que este reportaje es la crónica cercana de un Peter Pan en modo jaenita, que no, de verdad que no! "No los tengo para jugar", sentencia.
Lo suyo es otra cosa, casi la humanísima encarnación de aquellas palabras del gran Neruda: "En mi casa he reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no podría vivir. El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta".
Porque a José Manuel Romero González, su colección le da la vida. "Cuando me siento mal me vengo aquí, me siento en el sillón, echo la vista para todos lados y me da energía, felicidad, como cuando al móvil lo cargas y se pone cien por cien".
Ahora lo hace mucho, acude prácticamente a diario en busca de ese chute de ánimo que necesita más que nunca. Y sus juguetes se lo procuran. Le devuelven el aprecio.
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